–Es agradable escuchar canciones francesas populares de tiempos históricos, como las de Edith Piaf. ¿Cuál es el mensaje?
–Yo vine a Paraguay para celebrar la Semana de la Francofonía y me pareció oportuno recordar a las Damas de Negro: Edith Piaf, Bárbara y Juliette Gréco, íconos de los 50/60. Ellas siempre vestían de negro. Casualmente, yo también. Es el período del existencialismo de la posguerra. Había mucho negro por todos lados. Eran tiempos de clásicos como “Non, rien de rien”, “La vie en rose”, “Milord”; o canciones un poco menos conocidas en esta región como “La javanaise” (La jabanesa) de Gainsbourg, “La solitude” (La soledad) de Bárbara, “Dis, quand reviendras-tu?” (Dime cuándo volverás). Es el mismo período de intelectuales como André Malraux, Simone de Beauvoir, Léo Ferré, esa gran ola que marca una tendencia de izquierda.
–Mezcla de idealistas, intolerancia, extremismo y muerte. ¿Es cíclico eso? Hoy se habla otra vez de muros, de expulsión de migrantes.
–Yo soy hija de migrantes, de refugiados. Mis padres eran de la ex Yugoslavia, mi padre serbio y mi madre croata. Mi papá fue preso político en los 50. El día que él cumplió 20 años lo fueron a buscar y lo llevaron a un campo que se llamaba Goli Otok que quiere decir “Isla desnuda”. No se sabe muy bien si era para encerrar a comunistas o anticomunistas. Mi papá no era ni lo uno ni lo otro. Lo tuvieron dos años ahí. Sufrió muchísimo: trabajos forzados con piedras. Varios de su entorno murieron. A él lo dejaron salir a los 22 años. Pudo acceder al pasaporte para refugiados de la época, el Pasaporte Nansen. Se convirtió en marino. Un día llegó a París y conoció a mi madre que era corista y estaba de gira con la Ópera de Belgrado. Se enamoraron. Pidieron asilo y se refugiaron en Francia. Yo nací ahí.
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–Tiempos difíciles en Europa, la Guerra Fría.
–A mi papá le contactaron los rusos para que trabajara de espía para ellos. Él hablaba siete idiomas, por ende, una pieza valiosa para todos. Pudo eludir la presión y finalmente nos dieron la nacionalidad francesa cuando yo tenía seis años. Mi cultura es esencialmente francesa, aunque en la casa hablábamos en yugoslavo.
–¿Es una lengua propia? ¿Son muy distintos el serbio y el croata?
–Yugoslavo es un idioma en sí. Es una mezcla de serbio y croata. Hay pequeñas diferencia en las palabras.
–¿Son tiempos difíciles de nuevo? ¿De qué lado está en esta crisis de refugiados?
–Para mí, personal y sentimentalmente, el tema es muy claro. Son dramáticas las fronteras. Dicen: “Vamos a cerrar la frontera”. Quién va a cerrar. A quién van a echar.
–A quién van a dejar entrar.
–Pero más que todo, a quién van a dejar salir porque dentro de esta frontera cerrada hay miles de franceses que son de origen extranjero y que son musulmanes. Con qué criterio no los van a dejar entrar. Me parece inhumano que se quieran hacer muros por todos lados como pretende Donald Trump. Todos tenemos orígenes de un lugar diferente al que nacimos. Pienso que no se puede sostener por sí mismo eso de cerrarse sobre uno cada vez más. Es como el Muro de Berlín. Es como la separación entre Corea del Norte y Corea del Sur. ¿Cuánto tiempo más van a estar separados? –El problema es que hoy se asocia mucho el terrorismo a la presencia de infiltrados entre refugiados.
–Ese es un problema esencialmente religioso que también fue fomentado por la segregación de aquellos migrantes magrebíes que vinieron para trabajar en los años 60 y 70. Resulta que la tercera generación nacida en Francia no se pudo integrar bien. Yo pude integrarme bien porque no tengo un color de piel marcado, tengo los ojos claros. Paso desapercibida. De todos modos es difícil integrarse aún así. De mí se burlaban en la escuela por mi nombre. Me imagino el infierno que debe ser para la gente de color o para los asiáticos. El racismo viene del miedo al extraño. Estoy segura que la crisis de hoy tiene directa relación a la falta de integración. A mí me da mucha pena esa gente de origen africano, personas trabajadoras, pacíficas, que sufren las consecuencias por culpa de un puñado de fanáticos que siembran el terror. Entonces, por la discriminación, un chico que se cría en los suburbios cae fácilmente a manos de los extremistas yihadistas que los reclutan para manipularlos.
–¿Cuál puede ser una salida?
–A mí me parece que ese concepto de derecha e izquierda ya no vale. No tiene sentido. Lo que tenemos que encontrar es un proyecto humanista que integre a la gente, y bueno, que los malos paguen por lo que hacen, los políticos en primer lugar. Si los políticos no pagan por sus fechorías, ¿cómo le van a hacer pagar a un delincuente? En Francia hay políticos impresentables que se postulan para las próximas elecciones. Entonces, si sabemos cuáles políticos son vulgares delincuentes con inmunidad, por qué tenemos que votar por delincuentes?
–¿Está en crisis la democracia?
–Obviamente, para mí está en crisis. Yo no soy de izquierda ni de derecha ni de centro. No me representa nadie en este momento. Sí me representa el que me diga “somos seres humanos”, “nos tenemos que ayudar los unos a los otros”, “tenemos que aceptar nuestras diferencias”. Yo tengo amigos de todos los colores y de todas las orientaciones sexuales posibles. Tengo una hija adoptada de Haití que tiene siete años. Después de andar tanto por el mundo estoy cada vez más convencida que lo que nos enriquece son las diferencias que tenemos cada uno, no las semejanzas.
–El problema es cuando a uno le toca directamente la injusticia, la inseguridad. –A priori, yo creo en el ser humano. Prefiero creer que descreer. Ahora, obviamente si atentan contra mi libertad y la de mi familia, seguramente voy a cambiar de parecer, voy a tener miedo. Yo vi mucha miseria en mis viajes por el mundo. Vi gente que no tiene lo que tenemos en Europa o lo que tienen ustedes en América pero también vi gente digna por todos lados, gente que quiere hacer cosas buenas si le dan oportunidad, y hay gente mala que busca la forma de perjudicar a su prójimo y lo consigue muchas veces. Pero yo digo que, el día en que los buenos se cansen de hacer cosas buenas, los malos van a ganar. Por eso yo creo que no hay que entregarse. Prefiero apostar por hacer las cosas bien. Ya tenemos bastante los que obran por hacer el mal, por el brillo del dinero, por el poder. –¿Cómo manifiesta en el arte sus convicciones?
–El próximo disco que voy a sacar se llama “Entre perros y lobos”.
–¿De qué se trata?
–Habla de lo que pasa justamente ahora, no se reconoce el perro del lobo. Y lo que pasa en este momento es que no se sabe quién es lobo y quién el perro. Entonces, hay un tema, “Le chant des partisans” (El canto de los partisanos), que fue escrito justamente por los hombres de la Resistencia en la Segunda Guerra. Habla justamente de tomar las armas, de salir a luchar para eliminar al malo. Está “París en Cólere”. Fue hecha en el 60.
–Hace bastante tiempo.
–Son todas canciones de ayer pero parece que fueron escritas para este momento. Le soleil Noir (El sol negro) de Bárbara dice: “viajé por todas partes, bailé, canté, disfruté pero realmente hoy mi sol es negro”, porque en alguna parte hay gente que se está muriendo navegando sin rumbo o gente que está encerrada injustamente. Esta canción la elegí antes de que pasara la tragedia de ese niño que encontraron muerto en una playa griega, lejos de sus padres. Es bastante tremendo. En su tercera estrofa dice: “Viví, pero mi sol es negro, un niño se murió allá lejos, solo, en alguna parte”. Uno escucha la canción y parece escrita para hoy. ¿ Se puede creer que 40, 50 años después pueda pasar la misma cosa o peor? –Es tiempo de confusión, de desconfianza.
–Claro, lo veo a usted y no sé si estoy hablando con un musulmán, un católico o un ortodoxo o judío. Mi madre judía se hizo católica para evitar un campo de concentración. A mí me estarán controlando por el nombre que tengo. Nadie sabe quién es quién y todo el mundo tiene miedo pero yo prefiero ir por delante que ir por atrás. Es un enfoque de vida. A mí me pone triste ver que mucha gente no sea capaz de poner una mirada tranquila, pacífica, sin agredir.
–Sin excluir. –Exactamente, sin excluir, o porque tiene poder, o porque no le gusta el color del otro, o porque es una persona muy mayor o porque tiene capacidad diferente. Cuanto más pronunciado sea el encierro no nos sorprendamos después de ver quemas de brujas como en la Edad Media. Estamos volviendo a esos tiempos de brujas, mezclados entre perros y lobos. No estamos siendo capaces de diferenciar el bueno del malo. Yo siento mucho porque soy hija de padres inmigrantes, casada con un argentino, hija haitiana, amigos de todos los países. Yo quiero integración, no segregación. Obviamente, los malos son malos y siempre son una minoría pero cuando tienen mucho poder es inimaginable el daño que producen.
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