Toledo vendió a US$ 25.000 el kilo

El 13 de abril de 2016, en el hotel Sheraton de Asunción, celebraron un contrato Audelio Toledo, como vendedor de oro, y José Salazar, en representación de la empresa Samano SA de CV, como comprador. 

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En una parte del contrato se establece que se pagará al vendedor US$ 25.000 por cada kilo de oro. Además, Salazar se comprometió a hacer un depósito de 100.000 dólares al vendedor, una vez obtenido el informe de ensayo del material que se tenía que realizar en Hong Kong.

El 19 de julio de 2016, Manuel Portes Medina (acusado en el caso y el que ofreció el oro a Salazar), realizó un giro de US$ 7.500 a Audelio Toledo. Además, Portes es uno de los que firmaron como testigos el contrato entre Salazar y Toledo.

Taller mecánico

Al principio de la investigación, también fue involucrado en el caso Pedro Vanderlei Rodríguez, que obtuvo su sobreseimiento definitivo en octubre de 2017.

Vanderlei Rodríguez contó a la fiscalía que a principios de 2016 llegó a su taller mecánico Audelio Toledo, por un desperfecto que tuvo el vehículo del mismo. Dijo que en esa ocasión le comentó que es médico naturalista y vive en Villarrica.

El mecánico relató que meses después fue hasta la casa de Toledo, quien ahí le comentó que se dedica a la venta de antigüedades y que tenía lingotes de oro para vender. Incluso le dio una autorización.

Vanderlei ofreció entre sus clientes que llegaban al taller y así contactó con Leonice Fátima Schenkel, quien se interesó en los lingotes de oro. La mujer a su vez se comunicó con Manuel Portes, dominicano y con antecedentes por lavado en los Estados Unidos.

Portes buscó inversionista y llegó a Salazar, para la compra de los lingotes. Vanderlei dijo que tenía que cobrar 3% de la venta total, pero después de que la empresa refinadora de Hong Kong extrajera el total de oro.

El despachante Ricardo González, imputado, gestionó papeles para la exportación. La factura de exportación fue proporcionada por Gregorio González (imputado), de la empresa Cristal Esteño. La mercadería se tenía que llevar en el avión del belga Marc André Didier.

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