Zanardini admite que hay oenegés que viven de los pueblos indígenas

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El padre José Zanardini admite que existen organizaciones no gubernamentales que viven de los pueblos indígenas y los quieren conservar en una especie de gueto. En esta entrevista, continuación de la publicada ayer, relata sus vivencias con los indios ayoreos, destaca el papel crucial de monseñor Ismael Rolón para impulsar la creación de las villas para pobres en Limpio y su personalidad para enfrentar a los pyragués que querían obstaculizar el trabajo comunitario. Confiesa que el régimen lo obligó a dejar el país en el 88.

–¿Qué le pasó?

–Se me subió el corazón a la cabeza. Entonces, escuché unas carcajadas en coro que me hicieron volver a la realidad...

–Hicieron a propósito...

–Lo hicieron a propósito. La serpiente estaba muerta. Era la bienvenida, una forma de demostrarme su superioridad. El mensaje era que yo era un miedoso de cosas que son normales para ellos.

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–¿Qué aprendió?

–La religión indígena también tiene grandes valores religiosos: los rituales, la mitología. Aprendí que Dios ha hablado siempre en todas las culturas, en todos los lugares y en todos los tiempos a través de acontecimientos históricos, a través de la mitología.

–El centro del mundo donde queda para ellos...

–Depende de cada pueblo. Para los pai tavyterá está en el cerro Yasukavendá, en el Amambay. De ahí, Dios creó todo, esa neblina cósmica, esa materia primordial. Según los mbya guaraní lo primero que creó Dios fue el lenguaje, la palabra, la comunicación. Fíjese qué teología hay ahí. El Evangelio de San Juan, en el primer capítulo versículo primero dice lo mismo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios...” De ahí viene lo sagrado que es la palabra para las tradiciones orales. El segundo elemento que creó Dios es el amor. Son los dos elementos constitutivos del ser humano... En fin, descubrí pueblos muy espirituales, más de los que nos decimos cristianos. De esa espiritualidad, de esa palabra sale que la verdad está por encima de todo. La palabra más fea para ellos -y eso lo aprendí de los ayoreos–es la palabra “tague”..

–¿Qué es?

–La mentira. Para nosotros, la mentira en nuestro ambiente occidental está en el orden del día. Hay otra lección que aprendí: el tema social. Los cazadores vuelven a la aldea con sus venados, chanchos y tortugas. Depositan en un lugar común. Se hace una gran fiesta y comparten los alimentos. Existe además una ley tácita de reciprocidad. Hoy se va uno a cazar, mañana va otro y pasado otro. Además, tienen un profundo respeto por la naturaleza: la tierra, la planta, los pájaros, los peces. Mire, yo tuve buenos títulos universitarios pero nunca aprendí lo que me enseñaron en Paraguay, pero no solo los indígenas. Yo trabajé también con las viviendas populares. Los salesianos fuimos pioneros en la construcción de viviendas en Limpio. Antes del padre (José Antonio) Rubio, ya empezamos la Villa María Auxiliadora, Don Bosco, Villa San Antonio, Villa Lombardía, Villa Pai Cleva, San Miguel, San Vicente, San José, etc. Teníamos una filosofía de trabajo social...

–Le decían “santo moderno”. ¿Por qué?

–La gente del Paraguay es muy agradecida. En Limpio me vino bien la profesión de ingeniero civil. Los pobladores, a través de la Municipalidad, me declararon “hijo dilecto”. Es cierto, les dimos tierra y casa. Conseguimos fondos, sobre todo de Italia, hasta de mi propia familia, de parientes y amigos. Compramos varias hectáreas y entregamos lotes 12x30 y materiales.

–Eran de la Chacarita...

–Sí, eran de la Chacarita, del Bañado Sur, un poco de toda esa gente que se corrió del río después de aquella gran inundación del 83. Todo era iniciativa privada. No había en esa época ni Conavi ni Senavitat. Monseñor (Ismael) Rolón apoyó bastante. En esos tiempos nadie se podía reunir sin permiso, no se podía hablar ni organizarse. Nosotros hacíamos todo lo contrario. Corríamos muchos riesgos, pero le teníamos a Monseñor Rolón, que no se achicaba ante los pyragués. Gracias a eso se pudo hacer el proyecto...

–¿Usted llegó a tener problemas políticos?

–Cómo no, claro que sí. Con lupa nos controlaban. Uno que me acuerdo bien es cuando me obligaron a encerrarme en la parroquia San Vicente 15 días, porque monseñor Mayans (capellán del Ejército) vino a advertirme de que Stroessner me quería expulsar. Eso fue en el 88. Mayans dijo que escuchó una conversación de Stroessner con Montanaro: “Qué hacemos con ese cura Zanardini”, le dijo el ministro.

–¿Qué le molestaba?

–Yo creo que fue por un espacio de 10 minutos que me daban en la radio Primero de Marzo, donde hablaba de enseñanzas sociales de la Iglesia, de organización campesina, distribución de la riqueza, sindicalismo... “Te pueden atropellar por la calle, te pueden meter un tiro. Te pueden hacer cualquier cosa. No salgas de la casa (parroquial)”, me dijo. Me quedé encerrado en una pieza. Ni la cocinera sabía que yo estaba ahí. El padre Agüero, que era el director, me pasaba la comida.

–¿En qué quedó todo?

–Pasaron los 15 días y volví a hablar con Mayans. “El peligro pasó pero vos tenés que irte” (de Paraguay). “Aquí no estás seguro”, me dijo. Entonces, me llevaron en coche diplomático hasta la Embajada de Italia, y de ahí directo a Foz de Iguazú. Volví a Italia. Era el mes de octubre más o menos. Por suerte, Stroessner se fue muy pronto y en el mismo mes del golpe de febrero regresé y soy muy feliz de seguir aquí ocupándome de lo que me gusta, la promoción de las lenguas y la cultura indígenas.

–¿Van a sobrevivir la lengua, la cultura indígena?

–La cuestión es cómo coordinar con el Estado el asunto del territorio amplio que ellos necesitan como recolectores y cazadores, con la falta de espacio.

–¿No es mejor incorporarlos para vivir mejor? Son cada vez menos...

–Nosotros hablamos justamente de interculturalidad. Es el proceso en el que las culturas que están en contacto van creciendo y cada cual debe tener en cuenta a la otra cultura y desarrollarse de acuerdo a su manera de ser. Eso no quiere decir que permanezcan aislados...

–Usan celular. Están actualizados...

–Usan celular, van al colegio, a la Universidad. Su futuro será distinto al de sus antepasados. Pero seguirán diciendo por ejemplo: “soy nivaclé”, así como usted puede decir “yo soy paraguayo” y yo “soy italiano” y conservo mis tradiciones. La diferencia es que a los indígenas no los quieren respetar y los ponen en una situación de inferioridad.

–¿No hay una tendencia maliciosa de ciertas oenegés que prefieren a los indios en la situación en que están para mercar con los fondos que reciben del exterior?

–Totalmente de acuerdo. Coincido en que hay oenegés que no facilitan el etnodesarrollo y que quieren bloquear el proceso de desarrollo y viven de los pueblos indígenas y los quieren conservar en una especie de gueto. El pensamiento general de los antropólogos de América es que el desarrollo no sea impuesto por la sociedad, por el Estado, por las leyes sino que sea de acuerdo al sentir de los indígenas.

–Quieren mantenerlos como en un circo...

–Exactamente. “Aquí están los indios con sus plumas. Sáquense fotos con ellos antes de que acaben”. Estoy de acuerdo en que no debe haber guetos.

– ¿Por qué hay comunidades de indígenas más desarrolladas, más organizadas mientras otros viven en la miseria?

–Los Aché de Puerto Barra (Alto Paraná) son los más desarrollados. Yo creo que depende de sus líderes...

–¿Hay haraganes?

–Más que haraganes hay líderes que se dejan corromper, que han aprendido de nosotros: la mentira, el soborno. Entonces se dividen las comunidades. El líder A le presta al brasilero un pedazo de la tierra por una suma. Es para sembrar su soja, su marihuana, etc. Ese líder debería repartir entre todos la plata porque el territorio es de todos. Entonces, ese corrupto produce un daño grande. Divide a la comunidad. Después, el líder del otro lado del terreno hace lo mismo. Al final, la comunidad pierde fuerza. Se pelean y el resultado es que el territorio va a pasar en 30 años a nombre de cualquier colono. El INDI debería entender en esos problemas.

– ¿Por qué hay tantos indígenas en la calle?

–Sinceramente yo no sé qué es lo que han invertido en los indígenas que deambulan por las calles. Yo no sé lo que hacen, apenas una intervención, cuando hay tóxico-dependientes que se reúnen alrededor de la terminal o las plazas. Los llevan un rato y salen de nuevo... 

–¿Cuál es la solución?

–A largo plazo es la educación y a corto plazo, solucionar el problema de sus territorios como reclaman esos que están ahora en la plaza del Parlamento...

–No tienen...

–Más de la mitad tienen un territorio suficientemente titulado y seguro. Algunos están en un territorio todavía en trámite. Hay otros que están en un territorio en conflicto: tienen su territorio pero por alguna razón, el Estado o particulares han vendido esa tierra y viene el brasilero y encuentra a los indígenas adentro y los desalojan. Es el caso de los que están ahora en la plaza, los Mbya. El Ejecutivo, si tiene voluntad, puede solucionar. Nuestra sociedad está basada sobre lo que está escrito. Quién puede enfrentar al dueño brasilero o al paraguayo con título. Entonces estamos trancados.

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