Ferrocarril en el Paraguay
La resurrección de una empresa. Aún no habían callado los cañones y la guerra seguía su curso final hacia el holocausto de Cerro Corá, cuando los Gobiernos aliados rehabilitaron el ferrocarril, que restableció parcialmente sus servicios en 1870. Establecida la institucionalidad de la República, en el marco jurídico de la Constitución de 1870, el 4 de mayo de 1871, el Congreso sancionó una ley por la que autorizaba al Gobierno a enajenar “a perpetuidad o por tiempo determinado el ferrocarril de Asunción a Villa Rica, con todas sus máquinas, salones, etc., para con su producido atender a las urgentes necesidades del Estado”.
El precio estipulado era de 1.000.000 pesos oro, pagaderos en créditos de la deuda interna, con excepción de 81.321 pesos oro, que debían pagarse en efectivo para saldar la suma que se adeudaba a la Tesorería del Imperio del Brasil por la compra de material rodante adquirido durante el Gobierno del triunvirato (15/8/1869-31/8/1870).
Con lo producido de la venta del ferrocarril, el Gobierno buscaba saldar sus apremiantes compromisos económicos, entre los que destacaba el pago de sueldos atrasados a funcionarios públicos. Ese mismo año (1871), el Congreso autorizó al Gobierno a contratar un empréstito de hasta 1.000.000 de libras esterlinas. Se encomendaron las gestiones de la contratación del empréstito a Máximo Terreros –nombrado cónsul del Paraguay en Londres, el 18 de mayo de 1871–.
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Máximo Terreros, casado con Manuelita Rosas, era yerno del exdictador argentino Juan Manuel de Rosas y hermano de Juana Terreros Rábago, casada con Pedro Victorino Gill, hermano del ministro de Hacienda (luego, presidente de la República) Juan Bautista Gill.
Terreros contrató el empréstito de 1.000.000 de libras esterlinas con los banqueros londinenses Robinson, Fleming Co. Como este no las enviaba y aquí eran codiciosamente esperadas, en diciembre de 1871, fue comisionado a Londres, Gregorio Benítez, con plenos poderes para hacerlas llegar hasta aquí. En Londres, Benítez se hizo asesorar por el abogado León Levy, a quien hizo nombrar cónsul del Paraguay en sustitución de Terreros, que fue destituido por el Gobierno el 20 de diciembre de 1871. (Cont.).
El tango Olimpia, de Bolia
En la década de 1930 se radicó en Asunción el músico argentino Carlos Alberto Bolia. Era un consumado bandoneonista e integrante de la orquesta de Francisco Canaro. En Asunción dirigió una recordada orquesta y actuaba en el recordado bar Vila, desde donde recorría los barrios y ciudades vecinas, así como las del interior del país. Luego de algunos años, retornó a su país, donde falleció.
Según nos comentó alguna vez un lector, el señor Christoph Lanner, la orquesta del músico Francisco Canaro grabó cuatro obras de Carlos Alberto Bolia: los tangos Jinetazo (1927), Viejo callejón (1931), Olimpia y el vals Amor imposible (1939). El señor Lanner nos comentó que el tango Olimpia fue grabado en una versión instrumental y otra con canto; ambas fueron acopladas con la grabación del vals Amor imposible, pero salieron en discos y países diferentes: El disco Odeón n.º 5113, con la versión instrumental de Olimpia, fue comercializado en el mercado argentino, mientras que el disco Odeón n.º 5115, con la versión cantada, fue comercializado exclusivamente en el Paraguay.
Médico y colonizador
El doctor Rafael Herrera Vegas fue un médico nacido en Venezuela, el 30 de octubre de 1834. Notable dibujante y pintor, estudió Medicina en París, Francia. Por cuestiones políticas tuvo que abandonar su país y se estableció, primeramente, en Cuba y, luego, en el Brasil. Conocedor de la epidemia de la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires y otras ciudades, viajó a la Argentina, donde se radicó y se nacionalizó.
Fue el introductor en la Argentina del termómetro clínico –era conocido como el “médico tubito”–, fundador del primer Instituto Frenopático de Sudamérica y admitido como miembro de la Academia Argentina de Medicina. Acumuló una importante fortuna, y adquirió tierras en la Argentina y el sur del Paraguay, país al que venía frecuentemente desde 1899 y ejercía casualmente la medicina en San Bernardino, donde acostumbraba pasar los inviernos. Fundó colonias agrícolas en Itapúa, que, luego, dieron origen a importantes ciudades. Falleció en San Bernardino, el 26 de septiembre de 1910.
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