El agricultor puede considerar una gama de productos para la protección de su cultivar antes de la siembra, durante el desarrollo del cultivo y al final del ciclo. En el caso del tratamiento de las malezas es posible recurrir a la desecación mediante el uso de herbicidas; uno de ellos es el 24D, que es un defensivo antiquísimo utilizado en agricultura. La innovación es que existe en formulación granulada con una concentración del 93 %, que otorga seguridad y garantía al productor en cuanto a eficacia, además de no tener olor en el ambiente. Cuando se aplica en el campo, se disipa y tiene poca volatilidad, que es interesante para el agricultor que tiene otros cultivos en el entorno.
Otra línea es la mezcla de un herbicida específico (glifosato) con el 24D, que es un producto terminado y listo para utilizar. Mediante este no es necesario hacer otras combinaciones, lo que evita problemas de incompatibilidad. Su acción permite una cobertura de malezas secas, que es beneficiosa para el suelo, con lo que es factible sembrar soja sin inconvenientes. “Así, la oleaginosa crece libre de malezas y el suelo queda protegido por los rastrojos de la desecación”.
OTRAS OPCIONES
En cuanto a insecticidas, los agricultores tienen varias opciones para el control de hormigas, chinches y mosca blanca, sumadas a las líneas de fungicidas, que permiten paliar el ataque de hongos a inicio y fin de ciclo. Con dichas alternativas es factible paliar a la roya, una de las enfermedades más agresivas para el cultivo de granos.
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Para el rubro de maíz, existen paquetes de productos utilizados antes de la siembra y al final del ciclo.
CUIDADO DEL AMBIENTE
A pesar de que los productos defensivos son biodegradables, deberán ser utilizados bajo el marco de las indicaciones técnicas correspondientes y no de manera irresponsable. Para la aplicación de cualquier línea, deben considerarse la humedad del ambiente, la temperatura, el entorno social y todas las precauciones.
Un defensivo agrícola tiene que cumplir con tres características fundamentales: ser eficiente para el problema que se quiere tratar, tener un costo-beneficio, y ser seguro para las personas y el ambiente; de lo contrario, no funciona.
(*) Especialista en cultivos agrícolas