Flora apícola - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

La flora apícola incluye especies forestales, frutales, además de hierbas y arbustos que en un sistema agroforestal, por ejemplo, permiten la existencia de una abundante provisión de estos elementos nutritivos para el normal crecimiento y desarrollo de las colonias de abejas.

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La flora de un lugar determina el volumen de la producción apícola e influye sobre características más bien organolépticas –percibidas por los sentidos– de la miel de abejas. El Paraguay posee todavía una rica flora apícola que debe protegerse, dado que la producción de miel y derivados apícolas (polen, jalea real y cera) representan un importante renglón alternativo para el pequeño productor y un componente del sistema de explotación agroforestal sostenible. Dentro de esta flora existen plantas que producen néctar (plantas nectaríferas), otras que fabrican polen (poliníferas) y las que dan polen como néctar.

POLEN Y NÉCTAR El polen es un polvillo producido por los órganos masculinos de las plantas, encargado de fecundar a los órganos femeninos de las mismas u otras plantas. Las abejas recogen el polen de las flores con sus patas, lo humedecen con el néctar y le dan forma de pequeñas bolitas que transportan a la colmena para alimentar a las crías y la reina. El polen contiene proteínas con casi todos los aminoácidos esenciales, además de vitaminas, minerales e hidratos de carbono. Mediante esta noble labor, las abejas obreras contribuyen a la polinización de muchas especies. Por eso es que en otros países, los productores de frutas y pasturas leguminosas, como alfalfa y trébol, alquilan colmenas para favorecer la polinización y, con ello, obtener mejores rindes y calidad de sus productos. Por otra parte, el polen al igual que la miel se puede consumir en dosis apropiadas. Por su parte, el néctar es una solución acuosa (líquida) que contiene una concentración variable de azúcares, aminoácidos, minerales y sustancias aromáticas, producido por las flores de las plantas.

IMPORTANCIA El conocimiento del comportamiento de la flora apícola presente en una zona, y específicamente en el radio de vuelo de las abejas, es uno de los aspectos técnicos que facilitarán al apicultor la instalación adecuada de un colmenar, dado que influye directamente en el rendimiento de la miel y las cualidades físicas, químicas y organolépticas del producto en cuanto a color, sabor y aroma.

PLANTAS NECTARÍFERAS (N) Y POLINIFERAS (P)

En el Manual del apicultor (Ministerio de Agricultura y Ganadería), de Luis M. Gutiérrez Brower, aparece un listado de las principales plantas nectaríferas y poliníferas de valor apícola. Entre ellas se citan: acacia (N y P), alfalfa (N), algarrobo (N y P), aguacate (N), algodonero (N y P), banano (N), cítricos (N); kumanda yvyra’i (N y P), eucalipto (N), guavirá-guasu (N), guavirá- mi (N), girasol (N y P), hinojo (N), jazmín (N), laurel (N y P), lapacho (N), mamón (N), mango (N y P), orégano (N), pastos (P), pindó (N y P), quebracho (N y P), rosas (P), santarrita (P), trébol (N), timbó (N), urucú (N y P), yvapuru (N), yviraju (N y P).

CONCLUSIÓN

Para el apicultor, conocer la flora apícola de la zona implica tener en cuenta los periodos de floración de las especies melíferas y poliniferas existentes. Así podrá registrar y planificar mejor los diferentes trabajos apícolas, incluyendo la cosecha. Por otra parte, hay que recordar el valor inigualable que tienen las abejas (y otras especies) para la vida del hombre. De ahí que la sola existencia, preservación y multiplicación de estos nobles insectos ya justifican cuidar y cultivar especies melíferas y otras en las zonas rurales del país.

(*) Especialista en Comunicación Rural.

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