Los ishir

A pesar de las dificultades de vivir en la zona del Chaco, el pueblo ishir se ha desarrollado por siglos en armonía como cultura. Pero hoy día, sobrevive apenas y parece estar condenada a perderse con el paso del tiempo.

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Son tres días de viaje por el río Paraguay, y más de 20 horas por tierra, si no llueve y la humedad transforma el suelo en barro intransitable. Los 1.000 kilómetros de distancia física desde Asunción son solo un botón de muestra de la distancia cultural, social, económica y política en la que se encuentra un pueblo ancestral del Paraguay: los ishir.
Ishir significa hombre, ser humano. Son también conocidos como chamacocos. Hace siglos este pueblo habita en la región del departamento de Alto Paraguay, y hoy lo hace específicamente en las localidades ribereñas de Puerto Diana, Puerto Esperanza y Santa Teresita. Esta zona pertenece al Pantanal paraguayo, un complejo de formaciones naturales donde convergen el bosque amazónico y el sistema acuático del río Paraguay, siendo uno de los humedales más importantes del mundo por la biodiversidad de la zona.
En estaciones de lluvias, el pantanal alcanza una superficie de agua de 133.465 Km2, que en territorio paraguayo puede llegar a cubrir 660.000 hectáreas.
La población ishir actual es de 1.515 personas (DGEEC, 2004) y su posesión territorial es de 25.828 hectáreas. A pesar de las dificultades de vivir en la zona del Chaco, este pueblo se ha desarrollado por siglos en armonía como cultura. No en vano cultura deriva del término cultivo, que implica toda una forma particular de expresión, acción y creencias de una sociedad, ante sí misma y en relación con el mundo que la rodea, que la hace única.

Aspectos culturales
Los ishir fueron una sociedad de cazadores y recolectores que vivieron en equilibrio con la naturaleza ofrecida por las hostiles tierras chaqueñas. La alimentación ishir contempla la carne de jabalí, oso hormiguero, chancho silvestre, ciervo, ñandú, peces, etc.; plantas silvestres como el poroto, tomate, bayas, tunas, etc.; además miel. El consumo de alimentos en la cultura ishir está sujeto a reglas estrictas, dependiendo del sexo y de la edad de la persona, ciertos tabúes y celebración de rituales. Muchas de estas normas se perdieron con la transculturación provocada por el contacto con la civilización occidental, fundamentalmente a partir del siglo XX.
Un ejemplo de ceremonia es la que se daba tras la caza de un oso hormiguero. Primero se le cortaban las pezuñas, consideradas ponzoñosas, luego el chamán le sacaba el corazón-hígado y cantando ofrecía el primer pedazo a la señora de los osos hormigueros, aplacándola. Luego venía la repartición de la carne, que se extendía a todos los hombres presentes, y cada clan se quedaba con una marca, según la parte del animal que le tocara: la cola, cuello, entrañas. Aún hoy, la carne del oso hormiguero simboliza la comida del hombre montaraz por excelencia.

Tabúes
Entre los tabúes, destacamos aquellos relacionados con los recursos naturales. El consumo de jabalí era libre según el sexo, pero no la edad. Estaba prohibido para varones y mujeres púberes. Por su parte, la carne de ciervo era destinada especialmente a los hombres con hijos, siendo tabú para las mujeres. Otro ejemplo es el ñandú que, según su mitología, era un animal nacido entre los hombres que al tomar conciencia de ser extraño, fue al campo a vivir con los animales. Por lo tanto, su carne es tabú para los hombres por ser hijo emplumado de ellos mismos, siendo consumida solo por mujeres.
Además de la caza, otra fuente alimentaria provenía de la recolección de plantas silvestres. Es un trabajo por excelencia de las mujeres. Y cada vez que florece una planta determinada, da lugar a juegos de significados mágicos y sociales.

También fundamental para la subsistencia ishir ha sido el agua. Su búsqueda era, antiguamente, de gran importancia. El karaguata (Bromelia sp) era importante por proveer líquido, frutas, medicina. Las familias se juntaban alrededor de los lugares donde abundaba el karaguata. El hombre conocedor de estos lugares era muy estimado y abundaba su prestigio dentro de la comunidad al ser proveedor de agua segura para su gente. Ofrecer líquido fresco a sus visitantes era muestra del bienestar de una comunidad.

Las sandías del monte y el karaguata'y ysypo sirven para beber agua. Cuando ya no la beben, cierran el ysypo. Los indígenas usan las sandías para beber y bañarse, estas son grandes, mayores a un metro, y se encuentran enterradas bajo tierra.

Otro aspecto cultural importante es la danza de indígenas varones. Esta se realiza para hacer ejercicio, y la practican los jóvenes entre 14 y 16 años. En el centro se ubican niños pequeños de 4 a 6 años aproximadamente, de modo que tomen fuerza de los más grandes y aprendan lo que se debe hacer.

Los ishir con el
suelo y la naturaleza
La relación de esta cultura con el suelo y la naturaleza era vital, puesto que la necesidad de caza, pesca y recolección determinaban su alcance territorial, e incluso la movilización de asentamientos. Hoy la situación es muy distinta, y ya la cultura ishir se encuentra asentada en tierras muy limitadas, debido al nuevo régimen de propiedad adoptado por el Estado paraguayo a fines del siglo XIX, que derivó en la propiedad de tierras que formaban parte del uso tradicional de la comunidad. De esta manera, los ishir han debido asentarse en tierras sumamente limitadas en cuanto al acceso a recursos, en comparación a los que poseían en tiempos antiguos.

La decadencia: encuentro cultural o transculturación desigual. Los ishir de hoy no son los que fueron por siglos. Su vida equilibrada se ha roto, sus miembros están en desamparo, y su cultura, en peligro de desaparecer. Algo afectó terriblemente a los ishir, y todo indica que fue un elemento externo, una cultura que no buscaría cultivarse con ellos. La cultura occidental y su expresión local en la sociedad paraguaya.

Fuente: Instituto de Derecho y Economía
Ambiental (IDEA)
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