¿Qué es lo que queremos en Itaipú a partir del 2023?

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Antes de iniciar la ponencia, mucha gente ya estará respondiendo: mayor equidad y justicia social; o dicho de otra manera, más lucro, renta o beneficios para nuestro país. ¿Acaso los países no defienden sus intereses? En cada pregunta que nos hagamos habrá siempre dos o tres respuestas; dependerá de la formación, de la educación o del propio carácter del cuestionador.

Por ejemplo, a la pregunta de cuánto dinero o beneficios económicos obtuvo nuestro país en estos 35 años de generación ininterrumpida y creciente en Itaipú, un grupo dirá: hemos ganado US$ 15.000 millones en compensación, cesión, regalías y dinero inyectado en obras sociales, salarios, etc.; lo de la construcción es aparte. También dirán que, como plusvalía nos quedamos con la mitad de un patrimonio tasado en el mercado en US$ 60.000 millones. El otro grupo dirá: perdimos US$ 57.000 millones, solo en la mala venta de nuestra energía; o US$ 111.000 millones, de lucro cesante por no haber incorporado este valor a nuestro PIB.

Si pasamos a otra pregunta: ¿Qué ganamos o perdimos al no contar con una esclusa de navegación? Los sojeros y otros fleteros fluviales de ambos países dirán: muchos miles de millones. Los brasileños que tienen miles de kilómetros de litorales marítimos dirán: ¡nada! Las corporaciones constructoras de rutas y transportistas por carreteras dirán: ¡Hemos ganado mucho al transportar en camiones y no en barcazas! Todo depende del ángulo en que se lo mire.

En solo estas dos cuestiones ya estamos hablando de mucha riqueza y costos de oportunidad postergados en nuestro desarrollo. Los ilusionistas dirán: “antes no teníamos nada, ahora estamos en la vanguardia tecnológica de la hidroelectricidad”. Me considero un optimista empedernido y como tal pienso que el Paraguay podría, con Itaipú y Yacyretá bien administradas, ser la Suiza de América. ¿Cómo hacemos, a partir del 2023, para recibir más beneficios para nuestras escuálidas arcas? Pues bien, analicemos:

Teoría rentista: es aquella que piensa en la venta de nuestros excedentes energéticos, sin mirar mucho nuestro desarrollo y calidad de vida. Con esta posición lo único que basta es disminuir al mínimo nuestros costos de generación; por ejemplo: bajar de US$ 44 el MWh a US$ 15 el MWh y contratar el 100% de nuestra parte. La energía que no usemos en nuestro país, es decir, nuestros excedentes, lo venderíamos a precio de mercado. ¿Qué mercado, te inquirirán los pesimistas? Los optimistas le responderíamos: el mercado libre brasileño, donde podríamos vender entre US$ 30 y US$ 40 el MWh; es decir comprar a 15 y vender a US$ 40 el MWh.

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Esta teoría que persigue el lucro neto no está mal. Es una corriente muy fuerte en nuestro medio y es similar a la de vender nuestra soja, un producto primario, una proteína vegetal que nuestros compradores lo transforman en proteína animal y otros subproductos, generando en el proceso empleos y desarrollo. La carne es similar. Son commodities que tienen un mercado preestablecido donde rige un precio de mercado: Chicago, para la soja, Liverpool para el algodón, la OIC, para el Café, etc.

En cuanto al petróleo, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) regula el 60% del mercado. Por ejemplo, los países que más importan crudo son los Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Canadá, Corea, Francia e Italia, y ahora la India. Aquellos que más lo exportan son Arabia Saudita, Rusia, EE.UU., Irán, China, México, Venezuela, Nigeria, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, entre los que se genera alrededor del 60% del comercio mundial de crudo.

La energía hidroeléctrica, en cambio, es diferente. El agua no se puede estocar como el petróleo, la hulla o el uranio; se puede administrar en una gran cuenca considerando sus diferentes regímenes pluviométricos, pero no se puede guardar en una gran batería o un gran depósito. Es decir, se puede almacenar el agua y convertirlo en hidroelectricidad, pero relativamente en corto tiempo. Su máximo poder de aprovechamiento se daría con una gran integración energética sudamericana, donde los husos horarios y los regímenes hídricos serían las variables significativas.

La teoría desarrollista, en cambio, busca usar la energía como factor fundamental de la industrialización y búsqueda de una mejor calidad de vida. Los analistas le han dado una ponderación de hasta 100 veces más que la venta. Es decir, un (01) KWh vendido a 40 US$, puede rendir hasta 40.000 US$, si lo convertimos en celulares, computadoras y otros productos de alta tecnología. Es muy evidente que el motor de una industria lo conforman la dupla: electricidad y tecnología; así como también es muy obvio que una mejor calidad de vida está en directa relación con el mayor uso per cápita de la energía.

(*) Ing. Agrónomo, Téc. Sup. en Electricidad, Msc en Desarrollo y Msc en Planif. y Conducción Estratégica Nacional.