Uno de los sectores de mayor concentración es la frontera seca, donde incluso invaden el territorio brasileño para ofrecer sus productos como medias, pendrive, turrones y otras mercancías a los turistas.
Según se puede divisar, varias personas adultas se encargan de dirigir al grupo de niños y niñas que se ganan por vender algo a los brasileños que retornan hacia su país.
Además de los menores, en el trayecto de seis kilómetros que separa el centro comercial de la ciudad con la frontera volvieron a levantarse al menos una docena de casillas improvisadas que funcionan como puestos de venta de agua, papas fritas, frazadas, entre otros. La pésima imagen que producen las barracas contrasta totalmente con la moderna doble avenida que se está construyendo en dicho tramo.
Según funcionarios municipales, tanto la inspectoría comercial como la Codeni están trabajando para evitar que la nueva doble avenida sea tomada por los tenderetes y que los menores sean explotados en la venta callejera, “pero no es un trabajo sencillo porque la gente defiende estas actividades aduciendo que son pobres y que deben trabajar”, señaló el secretario general de la Municipalidad, Arnaldo Villalba.
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La problemática de los vendedores menores de edad aparece cíclicamente, según el movimiento comercial. En otras épocas incluso eran traídos de otros distritos.