Annabelle vuelve en una interesante precuela

Un muy buen elenco con un par de jóvenes revelaciones y la dirección firme y tensa del director David F. Sandberg hacen que el regreso a la pantalla de Annabelle sea más que interesante.

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Luego de que la muy buena El Conjuro (2013, de James Wan) nos presentara a la aterradora muñeca poseída Annabelle y la convirtiera en un genuino nuevo ícono del cine de terror, el primer intento de darle un filme propio, la película de 2014 Annabelle, pasó como un intento anémico y estéril de replicar los momentos de terror expertamente ensamblados de El Conjuro.

Ahora, siguiendo la estela de otra precuela de un mediocre filme de terror que resultó ser superior –la grata sorpresa que fue Ouija: El Origen del Mal– , Annabelle: La Creación llega para hacerle un poco de justicia a la muñeca maligna.

La película trascurre en los años 50, y explora los bastante trágicos orígenes de la maldición de Annabelle. Un fabricante de muñecas llamado Samuel Mullins (Anthony LaPaglia) y su esposa Esther (Miranda Otto), quienes perdieron a su hija en un trágico accidente unos 12 años antes, deciden acoger en su hogar a una monja (Stephanie Sigman) y a un grupo de niñas huérfanas.

Una de estas niñas, Janice (Talitha Bateman), comienza a experimentar fenómenos paranormales que la llevan a descubrir un terrible mal que también se refugia bajo el techo de los Mullins.

La película es dirigida por David F. Sandberg, el realizador detrás de la decente película de terror de 2016 Cuando las luces se apagan, y Annabelle: La Creación se siente como una extensión de aquél filme y el estilo que Sandberg demostró.

Al igual que Cuando las luces, este filme emplea liberalmente la unidad básica del cine de terror, el “jump scare”; se puede decir que, más que el filme previo de Sandberg, su nueva película abusa un poco de los ruidos fuertes y repentinos, hasta el punto que se sienten telegrafiados.

Pero también al igual que en Cuando las luces, Sandberg demuestra un buen sentido de cómo ir estirando y escalando la tensión de formas más creativas. A menudo vemos al horror de turno tomar forma en la pantalla detrás de nuestros protagonistas, lentamente acercándose. Es increíblemente efectivo, una expansión de lo que el director ya hacía incluso en aquél corto que fue la base de la que partió su anterior filme.

En particular una secuencia hacia la mitad del filme en la que Janice es perseguida por... algo, acaba siendo quizá el mejor momento de la película por su uso creativo de esta filosofía. Janice debe moverse con muletas a causa de haber sufrido de polio, lo que la coloca en una posición de particular vulnerabilidad y le da a Sandberg la oportunidad de armar una secuencia realmente angustiante y variada que puede colocarse entre las mejores escenas que James Wan puso en sus dos entregas de El Conjuro.

Y hablando de similitudes con El Conjuro, esta película sigue la tradición de la franquicia de no solo hacer que sus escenas de miedo tomen lugar en la noche, sino también a plena luz del día, lo que contribuye un grado extra de paranoia y tensión: no estamos a salvo ni siquiera cuando hay luz. Además, la película tiene un muy buen trabajo en fotografía, y las ocasionalmente bellísimas tomas con fluido y cuidado movimiento de cámara se aprecian mejor con más luz.

La película se sirve de un elenco compuesto por un par de experimentados actores como Anthony LaPaglia y Miranda Otto –sin duda los vieron mil veces en cine y televisión, aunque no se acuerden de sus nombres– y un sólido trabajo de la actriz mexicana Stephanie Sigman como la monja a cargo de las niñas, pero la mayor parte del peso del filme cae en los hombros de Talitha Bateman como Janice y Lulu Wilson –quien ya probó su talento en el cine de terror en Ouija: El Origen del Mal– como su amiga Linda, y ambas hacen un gran trabajo.

Si algo hay que reprocharle al filme es que se esclaviza demasiado a una estructura “tradicional” de película de terror. El antecedente, la llegada a la nueva casa, los primeros indicios de que algo está mal, los grandes sustos, la revelación y el desenlace; la película funciona, pero se siente algo repetida, y la “explicación” de por qué está pasando lo que vemos es algo que quizá hubiera estado mucho mejor al principio para sacarlo del camino –y de paso dar un aire de tragedia a la mayor parte de la película que mal no le hubiera venido– en vez de parar la película hacia el final para los “flashbacks”. No es una falla fatal, solo quizá una oportunidad perdida.

No es tan visualmente bella como las dos El Conjuro, ni tiene la misma cantidad e impacto en sus sustos, pero Annabelle: La Creación es una muy bien lograda adición a una franquicia de terror que no deja de sorprender.

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ANNABELLE: LA CREACIÓN (Annabelle: Creation)

Dirigida por David F. Sandberg

Escrita por Gary Dauberman

Producida por James Wan y Peter Safran

Edición por Michel Aller

Dirección de fotografía por Maxime Alexandre

Banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch

Elenco: Talitha Bateman, Stephanie Sigman, Lulu Wilson, Anthony LaPaglia, Miranda Otto, Philippa Coulthard, Grace Fulton, Lou Lou Safran, Tayler Buck, Samara Lee y Mark Bramhall

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