Cascos siguen de “adorno”

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Comenzó el mes de las fiestas, en el que estamos absorbidos por una ganas inexplicables de llegar rápido a todos lados. En esa sinergia, los accidentes de moto siguen siendo el drama acostumbrado, y los cascos siguen siendo “brazaletes” para muchos.

Al ser la motocicleta el vehículo más accesible de adquirir por la mayor parte de la población de clase media-baja, se convierte también en el medio de transporte con más presencia en las calles. A su vez, siendo un vehículo de menor porte y relativamente frágil en comparación con automóviles y camionetas, se potencia el riesgo de sufrir accidentes con los biciclos.

Si a esto le sumamos que los motociclistas -así como también los automovilistas- incumplen con las medidas de seguridad en el tránsito, el riesgo de este medio de transporte se multiplica.

Una investigación reciente elaborada por técnicos del Ministerio de Salud, la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) sobre el l “Comportamiento vial en relación al uso de elementos de seguridad, cumplimiento de las normas de tránsito y factores de riesgo”, reveló que el 97 % de los motociclistas paraguayos no utilizan casco. En tanto, del 3% sobrante que sí lo hace, un 74 % se lo pone pero no lo abrocha. Es decir, el casco termina sirviendo solo como “adorno” y no como elemento de seguridad.

Los resultados de la investigación fueron presentados durante la VIII Muestra Nacional de Epidemiología, realizada días pasados en nuestro país.

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Es la primera vez que se realiza un estudio de este tipo en nuestro país, expresó la doctora María Mercedes Maldonado, epidemióloga del Ministerio de Salud, quien señaló que los resultados fueron “sorprendentes”.

Una breve consulta realizada en redes sociales durante los últimos días grafica que más de la mitad de los conductores preguntados no hace uso del casco, e incluso, agregaron, tampoco del cinturón de seguridad. Como argumento, o excusa para ser precisos, hablan de molestias como dificultad en la visión y excesivo calor, entre otros factores.

Un dato que sí resulta triste es que, entre los que sí utilizan el casco, no lo hacen precisamente por conocimiento y respeto a las leyes de tránsito. La doctora Maldonado indicó que los ciudadanos solo siguen las normas “por temor a ser multados”.

Es decir, no hay una dimensión real de que las normas fueron creadas para salvar vidas, no solo para cumplirlas obligatoriamente por miedo a que te cobren.

En relación al conocimiento y respeto a las leyes de tránsito, Maldonado indicó que la ciudadanía solo sigue las normas por temor a ser multado. “No dimensionan que las normas fueron establecidas para cuidar sus vidas”, refirió.

La reticencia hacia el casco empeora aún más en los días calurosos, lluviosos y con neblina, pues, por alguna razón, los conductores se rehúsan a hacer uso de ese elemento de protección.

Si bien la motocicleta tiene sus aspectos positivos, pues ayuda a llegar a su lugar de trabajo a una gran parte de la población que no puede adquirir un coche, y que tal vez está agotada de hacer el sacrificado viaje en transporte público, los aspectos negativos son también bastantes, y poner en riesgo la vida no se compara con ningún argumento de beneficio.

La profesional Mercedes Maldonado explicó que el obstáculo transversal de esta problemática es la falta de educación y compromiso social. Si a esto le sumamos el factor de los controles escasos e insuficientes en el tránsito, y que muchas veces los agentes están más interesados en las coimas que en proteger realmente la vida en el tránsito, nos encontramos ante un verdadero dilema que requiere del trabajo mancomunado de los diferentes estamentos de la sociedad.

Quizá no sea tan lejano el sueño de tener un diciembre con descenso de cifras en cuanto a muertes de motociclistas en el tránsito. Pero para llegar a esa anhelada situación, todavía hay mucho por hacer, y el trabajo puede empezar por uno mismo, tomando consciencia de que el casco no es un adorno ni una obligación, sino el milagro que puede hacer la diferencia entre una simple caída con raspones, o un grave golpe en la cabeza, con daños que quizá podrían ser fatales.

Este estudio se realizó en el transcurso de este año a más de 109.000 personas a nivel nacional, de entre 18 a 35 años. Se efectuó un estudio cuantitativo donde se incluyeron ciudades con mayor densidad demográfica y mayor desarrollo socioeconómico; y cualitativo, como Asunción, Alto Paraná y algunas ciudades del departamento Central.