Concubinato, una tendencia que desplaza al matrimonio

Este artículo tiene 13 años de antigüedad
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Amás a tu pareja profundamente, luego de un tiempo ¿qué decidís? ¿casarte o juntarte? La licenciada en psicología Norma Espínola, nos cuenta por qué en los últimos años aumentó la gente que opta por el concubinato en vez del matrimonio y explica por qué.

En los últimos años muchas parejas de distintas edades se atraen, dicen amarse profundamente y deciden vivir juntos en lugar de casarse ya que no creen en el matrimonio y piensan que unos simples papeles no hacen la diferencia. Pero ¿qué hay detrás de no querer dar ese paso? ¿qué representan realmente esos papeles?

Ocurre que esos documentos implican un "me juego por vos", un contrato y un pacto que se asume. El concubinato en cambio, significa un ir a ver qué tal funciona la relación, sería como probarse una ropa y si no me queda me cambio. Los partidarios de esta idea, simplemente quieren experimentar una emoción más sin meditar las responsabilidades de cada uno.

Varios pueden ser los motivos del rechazo al matrimonio, pero el principal constituye el TEMOR AL COMPROMISO, que debe existir antes de la llegada de los hijos. La gente tiende a evadir las obligaciones por eso huyen de los formalismos, los papeleos y se inclinan hacia la opción más sencilla que los libre de cualquier atadura.

Los novios toman la decisión de vivir juntos como algo muy ligero, como una aventura y no desde una perspectiva adulta. Es por esto que las relaciones de hoy ya no duran, las personas se unen sin llegar a conocerse a fondo. Para eso existe el noviazgo, que debe servir como una etapa en la que se descubran los puntos en común los defectos y virtudes y recién ahí decidir si realmente queremos pasar el resto de nuestras vidas con ese alguien especial.

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La psicóloga Espínola, indica que el rol de la pareja, es antes que nada, ser un amigo, un socio un compañero de vida que ayude a enfrentar los problemas. Es indispensable saber que ese ser amado está presente en los momentos difíciles para dar su apoyo o al menos para llorar juntos y compartir el dolor que cause una determinada situación.

Por otro lado, las discusiones también son necesarias y completamente normales. Cuando se involucran las emociones y chocan las ideas, ahí se pone a prueba al amor, pues para estar con alguien se requiere de una buena dosis de tolerancia. Se trata de amar a “pesar de”, cerciorarse de que la vamos a aceptar y aguantar sus defectos para siempre.

Sin embargo, todo tiene su límite. Cuando el comportamiento de uno de los dos afecta la dignidad del otro, hay de detenerse a dialogar. La infidelidad por ejemplo, hiere el orgullo y lastima los sentimientos, aún así, no debe ser un motivo de ruptura, pues constituye solo el síntoma de un conflicto que existe en la pareja y que tendría que invitar a revisar los errores cometidos, evitar que vuelvan a suceder y a partir de ahí fortalecer la relación.

Consultamos a la gente su opinión y estas fueron algunas respuestas:

“Juntarse viene a ser la misma cosa, solo que no hay un papel firmado, una vez que vienen los hijos el compromiso ya está hecho”, afrirmó Gloria Figueredo.

“Yo no creo en eso de juntarse, pienso que tiene que haber el lazo del matrimonio, es una falta de compromiso, parece que cada uno piensa solo en si mismo y no debería ser así”, mencionó José Meza.

“Me parece espectacular el matrimonio, si solo deciden vivir juntos fácilmente se separaran y no toman en serio la relación”, indicó Raquel Fernández.

“Para mí es importante que la pareja contraiga matrimonio, es una de las voluntades de Dios, la responsabilidad es el doble, más cuando traes un hijo al mundo, y si la pareja no se casa por cualquier estupidez se dejan y quienes sufren son los niños”, asegura Ariel Galeano.

Por lo general el concubinato crea grandes embrollos a la sociedad, en especial en los jóvenes de 19 a 20 años en adelante, pues ni siquiera se encuentran preparados para convivir (nos se quieren, carecen de recursos, son inmaduros) por lo que juegan a ser adultos, improvisan y posteriormente los hijos llegan en esas condiciones.

De esta manera se crían niños en hogares sin estructura que más tarde deambulan indefensos y poco o nada preparados para servir a la patria.

Hay que hacer un refortalecimiento de los valores en la familia, una reconsideración del porqué del matrimonio, entender que no es solo un acontecimiento social, sino todo lo que viene después. Madurar lo suficiente antes dar ese paso tan importante, preguntarse ¿Conozco al amor de mi vida cuando está enfurecido? ¿Realmente podré tolerar su actitud y convivir por siempre así? Recién entonces debemos tomar una decisión, indica la profesional.