Cuando el amor es más fuerte que el dolor

Nadie imaginará nunca el dolor que sintió Juan cuando le contaron que su hija de 12 años y su esposa embarazada murieron en un accidente. Pero su inmenso amor le permitió decirle sí a la vida, y hacer que su pérdida se convierta en esperanza para otros.

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(Los nombres utilizados en este relato fueron cambiados para no exponer a los protagonistas de la historia)

Faltaban dos días para la Navidad y Juan se consideraba uno de los hombres más felices. Además de ser padre de Ana, de 12 años, quien era su princesita, su esposa tenía en su vientre a otro bebé, que llegaría en el 2017 para agrandar la familia.

Vivían en Pedro Juan Caballero, y ese día, Ana y su mamá iban a salir de compras. Pese a su embarazo, Marcia conducía la motocicleta con normalidad, por lo que para Juan no representó ningún problema que llevara a la niña como acompañante en el biciclo.

Antes de salir, Ana -muy mimada por ser única- abrazó a su papá y se despidieron, sin imaginar que sería la última vez que se verían. Un accidente de tránsito apagó la vida de madre e hija, dejando a Juan sumido en un dolor imposible de describir.

Al salir a la ruta 5 General Bernardino Caballero, ambas fueron embestidas por una camioneta. La madre murió en el lugar, pero la hija sobrevivió y fue trasladada desde la capital del departamento de Amambay hasta el Hospital del Trauma, Dr. Manuel Giani. Pese a los intentos por salvarle la vida, su estado era muy grave y su organismo no resistió. El diagnóstico de la menor fue “muerte encefálica”.

En medio del lamento, Juan no se explica de dónde sacó las fuerzas suficientes para decirle sí a la vida, y permitir que la muerte de su hija se transformara en esperanza para otros. Pero lo hizo.

En un impresionante gesto de grandeza, Juan aceptó que los órganos de su pequeña fueran donados a dos personas que lo necesitaban.

Dos pacientes, uno internado en el Hospital de Clínicas y otro en el Instituto de Previsión Social (IPS), ambos con deficiencias renales, serán beneficiados con los riñones de la fallecida, y así tendrán un nuevo comienzo en sus vidas.

La ablación de los órganos se efectuó el lunes 2 de enero en el Hospital del Trauma Manual Gianni.

El martes 3 de enero se realizaron las intervenciones para trasplantar los órganos a ambas personas, que agradecen al padre por la decisión que tomó en un momento demasiado difícil para él.

El doctor Hugo Espinoza, director del Instituto Nacional de Ablación y Trasplante del Ministerio de Salud, confesó que le sorprendió enormemente la grandeza del padre de la pequeña, pues a pesar de sentirse morir, sacó fuerzas desde lo más profundo de su espíritu para pensar en otros, y ver una parte de la vida de su hija reflejada en ellos.

“Quedé muy impresionado. Es un padre muy joven y, con todo el dolor que implica haber perdido a su familia, tuvo la grandeza de aceptar la donación”, remarcó Espinoza.

Lamentablemente, esta donación no pudo beneficiar a la pequeña Jennifer León, de 8 años, que aguarda por un corazón que le permita seguir viviendo en el Hospital Pediátrico “Niños de Acosta Ñu”. El motivo, según explicó el doctor Espinoza, es que el tamaño del corazón y el grupo sanguíneo de la donante no coincidieron para concretar el trasplante.

El breve paso de la pequeña Ana por esta tierra no fue en vano y su muerte, sin dudas, no es un número más en las estadísticas.

Trascender es una de las más grandes misiones a las que puede aspirar el ser humano. Pocos lo logran. Al parecer entre los que cumplen este objetivo se encuentran aquellos que saben dejarse llevar por la fuerza del amor, que -como quedó demostrado ahora- es más fuerte que el dolor.

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