Días de libertad: el presente de Arlan Fick

Pasaron 365 días desde la noche en que Paraguay celebró la liberación del adolescente por el que tantas plegarias se elevaron. Mucho pasó desde aquel 25 de diciembre. Arlan retomó su vida y hoy tiene un sueño por cumplir: quiere estudiar en la UNA.

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La noche del 25 de diciembre, cuando todos supimos que Arlan Fick Bremm había sido liberado, una de las primeras preguntas que nos hicimos fue cuál era su estado emocional.

Después de todo, estábamos hablando de un adolescente de 17 años que había estado secuestrado durante 267 días. No era difícil imaginar graves secuelas psicológicas, traumas propios del encierro al que estuvo sometido y heridas internas que serían difíciles de sanar.

Sin embargo, muy por el contrario de lo que todos esperábamos, el final del largo secuestro nos devolvió a un Arlan sonriente y tranquilo, que aseguraba que nadie lo maltrató durante los ocho meses y medio que estuvo en manos del autodenominado EPP.

Desde la noche en que el pueblo entero se unió al sentir de la familia Fick y celebró la libertad del chico que había logrado ganarse el corazón de los paraguayos, pasaron 365 días. El tiempo pasó volando. Hasta da la impresión de que fueron menos los meses transcurridos después de la liberación, desde los largos días de incertidumbre que vivimos durante el secuestro.

Hoy, que celebramos una Navidad más, son muchas las preguntas que se hacen quienes siguieron su historia: ¿Qué fue de Arlan en este año posterior al plagio? ¿Cómo es el presente del joven que se ganó atención nacional e internacional por ser víctima del segundo secuestro más largo de nuestro país?

A partir de relatos de fuentes cercanas a la familia Fick, ABC Color te cuenta cómo es el diario vivir de Arlan. Sus logros, sus proyectos y sueños por cumplir.

Al momento de planear esta entrega especial, hicimos un primer intento de acceder a una entrevista con el protagonista de la historia, pero recibimos una negativa por respuesta. No obstante, la razón que nos dio fue válida: Arlan dijo que se sentiría muy egoísta dando declaraciones felices a la prensa mientras su “compañero” Edelio Morínigo aún estaba sufriendo, capturado, lejos de su familia, justo en tiempo de fiestas de fin de año.

El aprecio que le tiene al suboficial se explica si recordamos el hecho de que Fick y Edelio Morínigo compartieron lugar de cautiverio durante cinco meses, mientras Arlan aún permanecía secuestrado. Este tiempo de angustia y tristezas compartidas forjó una amistad entre ambos que hace que hoy Arlan no pueda soportar ver sufrir a la familia de Edelio.

Cuentan quienes están cerca de él a diario que, aunque no tiene certeza de nada, por alguna razón insiste en la esperanza de que el uniformado podría ser liberado esta Navidad, tal y como ocurrió con él hace un año.

Mientras tanto, no pasa un día sin que se arrodille frente al altar de la sala de su casa, a elevar una breve pero sincera oración por la libertad de su amigo. En ese mismo altar, su madre derramó tantas lágrimas el año pasado, pidiendo al cielo por ese hijo que estaba en algún lugar, sin poder volver a casa.

Pero la vida debe continuar y Arlan lo sabe. Por eso, le sacó el máximo provecho a este año y retomó sus actividades. Si bien, por estar secuestrado durante más de ocho meses, era natural que perdiera el año en el colegio, él no estaba dispuesto a hacerlo. Realizó dos cursos en un año y terminó el bachillerato con las notas más altas de su clase, según nos confirmaron personas muy cercanas a él.

Ahora disfruta de unas merecidas vacaciones, aunque el trabajo en la casa no para. Arlan ayuda a su padre en la pequeña industria tecnoagrícola que maneja la familia; además, colabora con su madre en las tareas propias del campo, como la cría del ganado, la venta de leche de vaca y el cultivo en la chacra.

En estos días andaba un poco preocupado. Es que su sueño es estudiar en la Universidad Nacional de Asunción, sin perder un solo año de tiempo. El problema era que no sabía si tendría posibilidades económicas para venir hasta Asunción.

Una sorpresiva llamada le cambió el panorama: la ministra de Educación, Marta Lafuente, lo convocó a una reunión para analizar las posibilidades de otorgarle una beca de estudios. Contento, viajó hasta la capital del país hace algunos días. El trayecto fue toda una travesía, por cierto. Y es que, como tantas otras localidades, la colonia Paso Tuyá, del distrito de Azotey, departamento de Concepción, está asolada por las inundaciones.

Hasta el cierre de esta nota, aún no conocíamos los resultados de la charla con la ministra, pero, si todo sale bien, Arlan tiene proyectado mudarse a vivir a la ciudad de Luque, junto a su hermana, que se instaló allí hace algún tiempo por motivos de trabajo. La carrera que lo apasiona es la Ingeniería Agrícola. Cuentan quienes lo conocen bien que está muy ilusionado con venir a Asunción, estudiar y comerse al mundo.

Aunque todo en su vida parece ordenado en estos momentos, también hay otras facetas un poco complicadas, aunque propias de su edad.

Al mudarse a Asunción, tendrá que dejar a Clara Vera, su novia, la misma chica que ya era su enamorada desde antes de su cautiverio. Si bien siguen juntos, hay situaciones con las que deben lidiar.

El que no estaba tan contento con la idea de que Arlan se instale en la capital es su padre, Álcido Fick.

Dicen que en un primer momento rechazó rotundamente la idea, pero luego no le quedó más que aceptar que su hijo ya es un adulto y dejarlo luchar por sus sueños. Más allá del disgusto inicial, don Álcido se siente orgulloso de que su heredero tenga tantas ganas de estudiar, tantas ganas de vivir.

Es brasileña, pero doña Melania Bremm tiene incorporada la cultura de las clásicas mamás paraguayas: sobreprotectoras pero incondicionales en su amor.

Le pone un poco triste la idea de alejarse del que siempre será su pequeño, pero, a la vez, recuerda que fue peor la tortura cuando ni siquiera sabía si estaba vivo. Así que hoy lo toma todo con alegría, porque sabe que, en cualquier lugar, estará bien. Después de todo, siempre serán solo seis horas las que separarán al joven de volver a saborear sus comidas favoritas en casa.

En el transcurso de un año, este chico, que pasó momentos muy duros para su edad, recuperó el normal curso de su vida, sin perder nunca la sonrisa. Tal vez durante los meses de cautiverio hayan pasado cosas que, por temor o por seguridad, prefirió guardarse solo para él. Difícilmente lo sabremos. Ahora, Arlan solo quiere sonreír y mirar hacia adelante, hacia ese montón de vida que tiene por delante. A fin de cuentas, solo tiene 18 años. Recién comienza a despegar…

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