En el olvido de las cárceles

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Hasta fines de 2015, más de doce mil personas de distintas edades y sexo estaban recluidas en el sistema penitenciario. Muchos de esos miles viven olvidados por sus familias en medio de las precariedades de las cárceles.

La soledad. Es lo más difícil de estar en la cárcel, dice la psicóloga Rosa Vigni Ferreira, quien desde hace veintiséis años trabaja en el penal de Tacumbú y atiende a reos del lugar. Sobre todo al ingreso, las personas afrontan una etapa muy difícil en la que usualmente caen en una depresión.

Luego la añoranza y la ansiedad son constantes. A veces eso y todo el contexto en el que deben sobrevivir, los lleva además a consumir drogas. De hecho, según la institución dio a conocer hace unos días, el ochenta por ciento de la población de ese penal tiene problemas de adicción.

El acompañamiento familiar es muy importante, dice la profesional, porque brinda a la persona privada de libertad una contención que otros no pueden. Sin embargo, miles de hombres y mujeres viven en el más absoluto olvido.

Solamente en Tacumbú donde hay una población de 3.800 personas, se puede estimar que son aproximadamente 1.500 los que no reciben visitas, los que “fueron olvidados”, dijo el director del penal, Luis Barreto.

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El número mencionado por Barreto representa cerca del cuarenta por ciento de la población de Tacumbú. También en la cárcel de mujeres del Buen Pastor, estiman que hay un cuarenta por ciento de reclusas abandonadas, dijo la directora del penal, Ana Dina Coronel.

Aquí tomando ambos penales mencionados los datos varían. Al menos en Tacumbú, la regla muestra que quienes más visitan a los reclusos son las madres. “La mamá es la que siempre está detrás de los hijos”, afirmó Barreto. También las esposas y concubinas.

A ellas sin embargo las visitan más que nada los hijos y los padres, según Coronel. Los hijos normalmente las acompañan desde afuera, van regularmente a visitarlas y almuerzan con ellas en el penal. También van las parejas, los maridos, aunque en menor medida. Una de las muestras de amor y acompañamiento sólido ocurrió hace poco, cuando un hombre se casó con su pareja recluida en el Buen Pastor.

Ferreira señala que es importante que los familiares no los abandonen. En las consultas, sean individuales o grupales, ellos manifiestan sentimientos negativos por estar abandonados.

Actualmente, los datos no están sistematizados, no hay una fuente que precise la cantidad de gente que está sola, o quienes sí reciben visitas regularmente. Todo funciona a “ojímetro”. Durante una visita a ABC Color, la ministra Carla Bacigalupo y el viceministro de Seguridad Raúl Caballero, habían dicho que se está trabajando en un sistema de recolección de datos para un posible nuevo censo, y que en ese sistema, se tendrá en cuenta aspectos como las visitas, aspectos más humanos.