Invertir la participación

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“No haber clasificado a un torneo también suma a la experiencia” expresó un gigante de la natación en el Suda, en el que, en su medida, respondieron los que debieron hacerlo. No debemos dejar de invertir esta experiencia a un plazo mayor que tres meses.

Los cuatro colgantes nos dieron alegrías, sí. Pero en este tipo de competencias, mucho más fuerte que la de hace dos años, con la presión de ser locales, que en algunos casos jugó más en contra que a favor, Paraguay celebró récords nacionales, tiempos que nos acercan centésima a centésima más a Río, que, sin embargo, aún se siente algo distante.

Figuras como las de Matías López, Benjamín Hockin, María José Arrúa y Charles Hockin, pusieron pecho para, al menos, dejar a un frondoso Paraguay en el quinto lugar de la general por equipos.

El público paraguayo quería vivir esa adrenalina de ver a los nuestros bien arriba. ¡Qué oportunidad! Los vieron competir al lado de Leonardo de Deus (recordista panamericano), Santiago Grassi (medallista panamericano), Federico Grabich (medallista del mundo), Christian Quintero (finalista panamericano), entre otros. Todos grandes, pero ninguno igual de significativo como cada uno de los 28 albirrojos, a los ojos de los espectadores locales.

Gracias Mati, gracias Benji, Renato, Karen y Majo, por darles una gota de alegría a aquellos que, sin importar la disciplina, quieren ver la bandera paraguaya en lo alto. Sin embargo, con figuras como las de los foráneos, más que por el podio, la lucha era contra el crono. Y el crono, a diferencia del medallero, no miente.

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El camino a Río es cada vez más corto, y no hablo de centésimas, sino de semanas. Llegará julio, y con él el plazo límite. Y ¿dónde quedará tanto esfuerzo? ¿A dónde irán los entrenamientos en doble turno, las concentraciones en centros de alto rendimiento? Río no debe ser el final. No para los que irán. Tampoco para los que no irán.

Este sudamericano fue la presentación al extranjero de la natación paraguaya, una natación que no debe crecer a las apresuradas pensando en la proximidad de los Juegos Olímpicos de agosto, sino en Buenos Aires 2018, Lima 2019, en Tokio 2020, en los mundiales de pileta corta (2016) y larga (2017).

Hace dos años, las entonces niñas, Arrúa, Nicole Rautemberg y Sophia Ortíz debutaron en un suda absoluto, una experiencia muy importante para sus florecientes carreras. Atletas que hoy se han ganado un espacio en la selección mayor. Sin cortar este proceso, hubo, en esta oportunidad, varios como ellas, que no estuvieron en su totalidad a la altura, y deberán optar por asimilar el golpe que significa nadar en la Primera y recapitalizar la decepción de los resagados, o ceder lugar a aquellos con empeño en no ser el mejor del país, sino el mejor del continente o del mundo. Un anhelo como el de los jóvenes hermanos López, Arrúa, por citar algunos, que sueñan pero al mismo tiempo nadan hacia el objetivo.