La droga de los invisibles

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El crack es una de las drogas más nociva que circulan en el Paraguay. Su consumo es altamente adictivo, sus consecuencias mortales y sus características la vuelven un problema casi imposible de detener, ya que circula en la población más vulnerable.

Es una sustancia derivada de la cocaína que no es raro en el vocabulario del paraguayo, en los barrios más bajos no faltan los consumidores y tampoco nadie desconoce a los vendedores. No pasa una semana sin que se informe sobre detenciones e incautaciones de dosis esta droga, que por lo general se encuentra en contados gramos, y para el menos informado puede parecer insignificante en comparación a las toneladas de marihuana que se producen y confiscan en nuestro país.

Sin embargo, esos “moñitos”, como se lo conoce por su forma de fraccionamiento para la venta, han desplazado a todas las otras drogas ilegales y hoy ocupa el primer puesto en en microtráfico, nos explica Francisco Ayala, director de Comunicaciones de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad).

Hay cuatro elementos fundamentales - sostiene - que propician su nefasto éxito:

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- Es una droga de poder adictivo muy superior a cualquier otra, ya que un solo consumo puede ser suficiente para generar adicción.

- Su bajo costo, pues una dosis se puede conseguir desde 5 mil guaraníes.

- Su alta disponibilidad, pues en los barrios bajos puede haber entre uno y dos distribuidores.

- El pequeño volumen de sus dosis facilita el ocultamiento y la hace casi imposible de detectar.

Paraguay no es productor de cocaína, esto se atribuye a países vecinos como Bolivia o Perú. El crack se creó en la segunda mitad del siglo pasado cuando los adictos a la coca ya no podían seguir inhalando o inyectándose por los daños en vías respiratorias y brazos, por lo que rediseñaron la droga para poder fumarla.

Es clorhidrato de cocaína que se procesa con otros productos, se cristaliza, se somete a procesos químicos con otras sustancias para convertirla en cristal o piedras, que luego puede fumarse a través de pipas.

Sin embargo lo que circula en Paraguay está lejos de ser un derivado de la cocaína. Lo que se comercializa en nuestro mercado es más bien “paco” o pasta base de cocaína explica Ayala. Se trata de una piedra de color amarillento que los intermediarios consiguen en países de la región que producen coca y es una masa primaria que incluye hojas de coca, ácido sulfúrico y otros precursores.

Para convertirse en el crack original debe pasar por un proceso de refinación para acercarse a la calidad del polvo, sin embargo lo que se vende aquí sufre algo totalmente opuesto, el producto se mezcla con sustancias como bicarbonato o peligrosos químicos como raticidas para aumentar su volumen. En los laboratorios clandestinos una piedra de un kilo puede triplicar su tamaño, lo que aumenta su rentabilidad. “Entonces el producto que llega al consumidor es cualquier cosa”, advierte.

Estadísticas del Observatorio Paraguayo de Droga
Estadísticas del Observatorio Paraguayo de Droga

 

El Departamento Central es la principal afectada por esta droga. Luque, Mariano Roque Alonso y San Lorenzo son las ciudades donde su circulación es la más frecuente, nos cuenta Nancy Delvalle, directora del Observatorio Paraguayo de Drogas.

La especialista explica que los consumidores de esta sustancia son por lo general chicos en situación de calle y en pequeña proporción menores en edad escolar, ya que esta droga genera desersión escolar, por ello se habla de poca prevalencia en las escuelas.

Los adolescentes que están estudiando prueban el crack o paco entre los 13 y 14 años pero los niños en situación de calle pueden caer en la droga a una peligrosa temprana edad, entre los seis y siete años. “El problema más grave que tenemos es que afecta a una porción de población oculta, que son aquellos chicos que están en situación de calle. La gran mayoría de usuarios de esta sustancia están en situación de vulnerabilidad”.

Los microtraficantes viven en asentamientos donde el hacinamiento, las condiciones precarias, el acceso limitado a los servicios de salud son pan de cada día. Sus consumidores están dentro del margen de desempleo o tienen ocupaciones de ingresos insignificantes, como limpiavidrios.

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Una cosa lleva a la otra. La distribución y el consumo de esta droga está directamente relacionado al incremento de las actividades ilícitas. El consumidor delinque para adquirir sus dosis diarias, comienza en casa, luego sale al barrio y a las calles. Por su parte el traficante se convierte también en reducidor de objetos robados que los intercambia por dosis - precisa Ayala - con lo que se genera un fuerte círculo vicioso.

Su alta dependencia no es directamente proporcional a la duración de sus efectos. Una dosis puede durar entre cinco y diez minutos nada más, por lo que puede convertirse en una adicción bastante costosa.

“Un adicto mientras tenga crack, puede consumir todo el día. Si tiene 100 dosis, puede consumirla por completo”, alerta Ayala. Un consumidor regular puede fumar hasta tres dosis por hora. Los cálculos indican que un adicto puede consumir hasta 1620 dosis por mes, lo que lo obliga a conseguir más de G 8.000.000 para satisfacer sus necesidades, y la única forma de hacerlo es a través de los robos y asaltos.

Esto se traduce en jugosos ingresos para los microtraficantes, es decir el distribuidor final. Una “caja” de crack de 10 gramos (su tamaño es como el de una caja de fósforo, por eso su nombre) puede adquirirse entre G 200.000 y G 250.000 y lo fracciona en moñitos que le pueden redituar hasta G 1.200.000 y G 1.500.000. “Pero el traficante de crack vive en un entorno marginal. La ignorancia y la marginalidad hace que no tengan un mejoramiento en su nivel de vida. Incluso sus hijos se vuelven adictos”, refiere el responsable de comunicación de la Senad.

Por su parte, los intermediarios sí aprovechan mejor sus ingresos y consiguen una ostentosa vida en poco tiempo. Operan principalmente en las fronteras como Amambay y Alto Paraná, esto de acuerdo a los procedimientos que lleva adelante la Secretaría, pues es común detener a personas con bloques de la droga de entre 10 y 20 kilos. Con solamente un par de kilos se puede abastecer a los microtraficantes de todo el Departamento Central.

Ayala advierte que combatir al crack no se podrá solamente con la tarea operativa de la Senad, ni las incautaciones ni las detenciones sirven si no se revierte en la demanda, lo que implica involucrar a ministerios y secretarías. “Hay que trabajar con centros educativos, escuelas, con los padres, con los docentes. La prevención implica que tenemos que evitar que caiga más gente y por otro la atender la respuesta que se le da a los que ya tienen adicción”.