La educación para el Siglo XXI

A 18 años del inicio del Siglo XXI, en Paraguay sigue ausente el debate necesario acerca del modelo educativo que habría que implantar, teniendo en cuenta los avances tecnológicos, que apuntan a una mayor globalización de las naciones.

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El 15 de agosto pasado, el presidente de la República del Paraguay, Mario Abdo Benítez, en su discurso de toma de mando, dijo que desea convertir la problemática de la educación en una "causa nacional", y que -de hecho- será uno de los “grandes ejes” de su Gobierno. Sin embargo, desde el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) aún no se ha dado señales de cómo se hará posible esa gran “expresión de deseos” del Presidente.

No obstante, el especialista compatriota en la materia y actual viceministro de Educación, Robert Cano, en su obra reciente “Shock Educativo”, en la que es coautor con Benjamín Fernández Bogado y Francisco Giménez, dice que existe mucha literatura acerca de los cambios que los modelos educativos a nivel mundial deberían implementar, a fin de adecuar su pertinencia a los desafíos del presente siglo.

Recuerda que ya en 1996, el economista y político francés, Jacques Delors, como presidente de la Comisión Internacional sobre la Educación sobre el Siglo XXI, presentaba el influyente informe: “La Educación encierra un tesoro”, en el que la Unesco daba a conocer los cuatro pilares sobre los que se debe construir la educación en la actualidad.

Estos cuatro pilares son: 1- Aprender a conocer. 2- Aprender a hacer. 3- Aprender a vivir con los demás, y 4- Aprender a ser. El afamado informe recomendaba a los países que la educación que desarrollen incorpore estos pilares de manera a brindar a sus estudiantes todas las competencias que necesitarán para desenvolverse en la sociedad actual.

Robert Cano también cita a Inés Aguerrondo, que en su artículo “El nuevo paradigma de la educación para el Siglo, publicado por la Organización de Estados Iberoamericanos, expone igualmente acerca de los “Siete lenguajes de la modernidad y las diferencias entre saberes y competencias”. "Su análisis representa una interesante orientación hacia las características que debe reunir la educación en este siglo", señala el compatriota.

La mencionada autora indica que hoy la calidad en educación se puede definir por los "7 lenguajes de la modernidad", y calidad de la educación es que todos los chicos, al llegar a la terminación de su educación obligatoria, hayan logrado lo siguiente:

Altas competencias en lectura y escritura. Saber comunicar usando palabras, números, imágenes, navegar diestramente por las superautopistas de la información (Internet), a través de las redes electrónicas. Poder leer y escribir ya no es un simple problema de alfabetización; es un auténtico problema de supervivencia. Dice que el reto es que todos aprendan a "leer y a escribir bien" en 1º, 2º y 3º grados.

Igualmente, destaca la necesidad de altas competencias en cálculo matemático y resolución de problemas, para lo cual -dice- se necesita estrategias y métodos adecuados, que se basan en lógicas distintas, según la naturaleza del problema.

Indica que cada área de problemas debe ser resuelto con el método específico, y que estos se aprenden y deben ser enseñados en cada uno de los campos del saber, tales como matemáticas, geografía, lengua, relaciones humanas.

Asimismo, señala que son necesarias altas competencias en expresión escrita: saber describir, analizar, comparar, es decir, saber exponer con precisión el pensamiento por escrito. No es posible participar activamente en la vida de la sociedad-mundo si no se es capaz de manejar signos, símbolos, datos, códigos, manuales, directorios, bibliotecas, archivos. Para ser productivos en el trabajo hay que saber operar equipos computarizados y para hacerlo se necesita precisión en el lenguaje escrito.

Igualmente, capacidad para analizar el entorno social y comportarse éticamente. Ser democrático. Saber intervenir y participar en el ejercicio de la ciudadanía, y ser ciudadano significa ser una persona crítica, capaz de convertir los problemas en oportunidades; ser capaz de organizarse para defender intereses y solucionar problemas sin violencia, a través de la deliberación y la concertación, respetando las reglas y las leyes establecidas.

Asimismo, capacidad para la recepción crítica de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación no son un simple pasatiempo, ya que producen y reproducen nuevos saberes, éticas y estilos de vida, y que ignorarlos es vivir de espaldas al “espíritu del tiempo”. Resalta que todos tienen que ser receptores activos de los medios de comunicación (cine, televisión, radio, revistas, etc) para poder analizarlos y para expresarse en sus lenguajes.

También plantea la necesidad de capacitar para planear, trabajar y decidir en grupo; saber asociarse, trabajar y producir en equipo y concertar, que son saberes estratégicos para la productividad y, fundamentales, para la democracia.

Desataca, finalmente, que la capacidad de planear, trabajar y decidir en grupo se forma cotidianamente a través de un modelo de autoestudio y autoaprendizaje cooperativo, con el apoyo de guías técnicamente elaboradas, que le permiten al niño y al joven ir produciendo conocimiento.

Por su parte, la Organización de Naciones Unidas (ONU), al referirse al mismo tema, estima que los países deben promover una educación flexible y lo más alejada posible de modelos rígidos, pues el mundo cambia constantemente y es preciso que los niños y los jóvenes se adapten a nuevos contextos y circunstancias. “Nada es definitivo”, dice.

Además, cree necesario que la educación de este siglo promueva valores sociales, como igualdad, justicia, cooperación y ayuda humanitaria, pues de esta forma se anima a los ciudadanos del mañana a ser “motores de cambios estructurales”, y a tomar conciencia de las necesidades reales de su entorno.

Agrega que también se debe insistir en el modelo de desarrollo sostenible como una meta de todos, generando líderes que en algunas décadas guiarán los destinos del mundo, que con sus actos no soslayen “la sostenibilidad de la Tierra”, ni el cuidado de los recursos naturales.

En ese sentido, una nueva investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en su Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, explica que impulsarla es un compromiso intergubernamental y un “plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad”.

La citada agenda incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental”; y reflejan la dimensión y ambición de la nueva “Agenda universal”.

El organismo multilateral considera que estos objetivos son el resultado de un proceso de consulta “más inclusivo de la historia” de las Naciones Unidas, y que incorpora una cantidad considerable de aportaciones procedentes de todos los sectores de la sociedad, todos los agentes de la comunidad internacional y todas las regiones del mundo.

Añade que todos los Estados miembro, la totalidad del sistema de las Naciones Unidas, personas expertas y un amplio espectro de representantes de la sociedad civil y el sector privado y, ante todo, millones de personas de todos los rincones del planeta, “se han comprometido” con esta vasta agenda para afrontar una serie de inquietudes universalmente compartidas y para promover el bien común.

En materia de educación, precisamente, la ONU ha establecido tres principios fundamentales:

1. La educación es un derecho fundamental y habilitador: Para lograr este derecho, los países deben garantizar el acceso en condiciones de igualdad a una educación y un aprendizaje inclusivos, equitativos y de calidad, sin dejar a nadie atrás. La educación ha de aspirar a la plena realización de la personalidad humana y promover el entendimiento mutuo, la tolerancia, la concordia y la paz.

2. La educación es un bien público: El Estado es el principal responsable de la protección, el respeto y el cumplimiento del derecho a la educación. Dado que es una tarea compartida por el conjunto de la sociedad, la educación precisa de un proceso inclusivo de formulación y aplicación de políticas públicas.

De ahí que tanto la sociedad civil como las y los docentes y educadores, el sector privado, las comunidades, las familias, los jóvenes y los niños, desempeñen por igual un papel fundamental para hacer realidad el derecho a una educación de calidad. El papel de los Estados es esencial a la hora de establecer los parámetros y regular las normativas.

3. La igualdad de género está íntimamente ligada al derecho a la educación para todos: El logro de la igualdad de género precisa de un enfoque basado en los derechos que garantice que niños, niñas, hombres y mujeres tengan acceso a las diferentes etapas educativas y las completen y, además, se vean empoderados por igual durante el proceso educativo y como resultado del mismo.

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