La otra cara de la Navidad

“Quiero curarme”, fue lo que le respondió la pequeña Fátima a los médicos del Hospital Pediátrico Acosta Ñú y a sus familiares cuando le preguntaron qué quería como regalo de Navidad y cumpleaños. La pequeña afronta una dura enfermedad.

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El rosa predomina en el salón de eventos del albergue para pacientes oncológicos del Hospital Pediátrico Niños de Acosta Ñú, el centro hospitalario de referencia en lo que a cuidados de niños se refiere dentro del sistema de salud pública paraguayo.

En el centro del salón, una mesa llena de bocaditos espera el momento de que se inicie el festejo. Las encargadas de la decoración, médicas ataviadas con sus uniformes, apuran los últimos detalles mientras algunos de los adornos dan intensa pelea y no quieren quedarse fijos en sus lugares. Afuera, la fuerte lluvia que había caído comenzaba a amainar.

Mientras tanto, sentados bromean entre ellos algunos de los invitados: son niños que como mucho tendrán unos diez años, varios tienen la mitad de la cara cubierta con algún tapabocas y otros incluso deben andar apoyados con muletas; son pacientes oncológicos del Hospital. Todos esperan con paciencia a la agasajada.

Una vez a punto la cuestión se da el aviso y minutos más tarde llega ella. Su pequeño y delgado cuerpo parece hundirse en la silla de ruedas, mientras los médicos que la acompañan entre sonrisas cómplices le susurran algunas cosas. Sobre su cabeza, una tiara de princesa acompaña a un precioso vestido rosa. “Ella pidió como regalo de cumpleaños, porque en su casa no le habían podido festejar”, cuenta una de la profesionales de blanco.

Cuando llega al albergue, los médicos la ayudan a levantarse y el tapabocas que cubría gran parte de su rostro es removido. Todavía parece seria, hasta que alguien dice las palabras mágicas: “Fátima, reíte pues”. Y de pronto, ahí estaba: una sonrisa gigantesca que se contagió en todos los que estaban. Caminando lento, llegó hasta al salón y apenas puso un pie adentro comenzó a escucharse el “Que los cumplas feliz”, mientras algunas doctoras y otras tantas mamás no podían evitar las lágrimas.

Como varios de sus amigos y compañeros de juegos en el Hospital, a su corta edad Fátima debe lucha contra una enfermedad terrible: el cáncer. En el caso particular de esta pequeña niña originaria del distrito de Mbuyapey (departamento de Paraguarí) que celebró el lunes su cumpleaños número 10 en el Pediátrico, debe luchar contra un cuadro de leucemia y desde hace casi un mes que volvió a internarse en el centro asistencial.

“Hace algunos días comenzó otra vez su quimioterapia”, cuenta al equipo de ABC Color Patricia Narváez, quien acompaña a Fátima. A pesar de lo duro de su cuadro y de todo lo que implica el tratamiento que debe seguir, la pequeña sigue sonriendo a la vida y hasta es la encargada de dar ánimos a quienes la acompañan.

“Ella pone mucho de su parte. Siempre habla de lo que quiere ser cuando crezca y cosas así. Hasta me da ánimos a mí”, continúa.

Fátima es una de las mimadas de doctores y otros pacientes. Es que todos tratan de acompañarla y concederle sus pedidos, como el vestido de princesa color rosa que había pedido para su cumpleaños, algo que complacieron gustosos.

A días de una fecha en la que generalmente las familias se unen alrededor de la mesa para compartir, Fátima aún no sabe si deberá pasar las fiestas de fin de año en el hospital. “No nos dijeron todavía. Ella está mal ahora, porque se está recuperando recién después de la quimioterapia. A veces salimos un día y volvemos otra vez”, afirma Patricia.

Más allá de los juguetes de moda o alguna prenda en particular, la pequeña contó que tenía un pedido muy particular para Papá Noel y el Niño Jesús: “Curarse, eso es lo que pidió por Navidad. Pidió volver a estar con su familia”, termina Patricia.

En otro pabellón, doña Ramona Resquín acompaña al menor de sus cinco hijos que lleva un mes internado en el Hospital Pediátrico y actualmente se encuentra en el servicio de Terapia Intermedia, reponiéndose de un cuadro de obstrucción intestinal, un problema por el que ya se había operado en tres ocasiones anteriores, la última vez hace unos siete meses.

Doña Ramona y su hijo son originarios de Cecilio Báez, un pequeño distrito del departamento de Caaguazú ubicado a unos 200 kilómetros de Asunción. El pequeño de 11 años se encuentra mejor y las esperanzas de volver a casa para pasar Navidad con la familia son grandes, aunque la prudencia es aún mayor.

“El doctor nos dijo que hay muchas posibilidades de ir a nuestra casa para Navidad, pero no sabemos bien todavía”, cuenta doña Ramona, quien asegura que en caso de poder partir, la Nochebuena será para compartir una cena con la familia completa. Eso sí, la cena para su hijo deberá ser bien pensada porque “no va a poder comer cualquier cosa”.

No tiene apuro alguno en volver a casa, aunque ello represente tener que pasar las fiestas de fin de año en el hospital. “Le dije al doctor que sin que recupere bien no le quiero llevar, porque venimos desde lejos. Quiero que se cure del todo, que pase Navidad acá, con tal de que se cure por completo”, afirma.

Como creyente que es, dice haberle hecho un pedido muy especial al Niño Jesús, cuyo nacimiento se recuerda en la Navidad. “Al Niño Jesús le pido que se cure bien mi hijo, que salga bien todo, porque le quiero llevar sano a casa”, acota.

El que sí tiene algunos pedidos para Papá Noel es su hijo, aunque todavía se queda en silencio al respecto. “Seguramente va a pedir algo. Ayer ya me dijo “no me trajeron para mi regalo”, quiero para mi pistola de juguete”, señala.

“Vamos a ver si es que viene Papá Noel por acá”, finaliza entre risas.

Quien ya conoce de pasar Navidad en el Hospital, pero trabajando, es la doctora Sara Domínguez, del servicio de urgencias del Acosta Ñu, a quien le tocó estar de guardia en la Nochebuena del año pasado.

“Fue una experiencia bastante diferente, porque la Navidad tenemos que esperar en familia, todos reunidos con los hijos y nuestros padres, pero en esta ocasión me tocó pasar en la urgencia. Nuestra profesión nos hizo decidir entre hacer una guardia o estar con la familia”, comienza diciendo.

Durante su guardia, le tocó encontrarse con familias que también estaban pasando las fiestas lejos de sus hogares y niños internados. “Es otra gran familia con la que pasamos”, asegura. En medio de la jornada de trabajo y mientras la atención lo permitía, se reunieron con médicos, enfermeros, pacientes y familiares para pasar la medianoche. “Nos reunimos, hacemos una cena, cantamos. Es otra experiencia”, agrega.

Eso sí, en caso de que llegue algún paciente todo queda suspendido para quienes deben velar por la atención de los niños. “Hacemos una pausa para la cena si es que se puede, pero con los pacientes y los familiares de aquellos que están estables”, continúa.

La del año pasado no fue una guardia muy cargada, aunque hubo algunos casos puntuales de niños con casos graves que llegaron para ser atendidos.

“No había distinción entre médicos, enfermeros, la comunidad médica que estaba de guardia, familiares y pacientitos. Todos en ese momento nos unimos en el saludo. Eso es lo que más impacta. Si bien no pude pasar la familia, igual vienen los hijos a saludarte un ratito. No es lo mismo, pero acá es como una gran familia”, relata la profesional que ya lleva 13 años trabajando en el mayor hospital pediátrico del país.

La jornada de Navidad de 2015 fue en líneas generales tranquila hasta las 02:00, cuando llegó un pequeño que no alcanzaba siquiera el año de edad con un fuerte cuadro de gastroenteritis y deshidratación grave. “A partir de ahí le acompañamos hasta a eso de las 06:00. Estuvimos con todo el equipo trabajando. Era uno de los pacientes más graves”, acota.

Desde ese momento, el protocolo se cumple como si fuera un día normal como cualquier otro. “Al llegar se tiene que actuar según el protocolo. No hay diferencias en el manejo de pacientes con otro día cualquiera. Es igual que en un día normal”, apostilla.

La cena se prepara en el estar de médicos, a escasos de metros del servicio de urgencias. “Cada uno trae su cena y se trata de cenar todos juntos. Si no se puede, no se puede. No podemos irnos muy lejos de nuestro servicio porque si llega un paciente muy grave no puede estar sin médico”, relata.

Además, el año pasado se recibió a tres niños afectados por fuegos pirotécnicos. “A uno, una bombra le explotó en la manito, otro se agachó y le afectó en los ojitos, como no teníamos oftalmólogo de urgencia, tuvimos que enviarlos a otro lugar”, asevera.

“Ya en los días cercanos a las fiestas van llegando. En nuestra urgencia son entre dos o tres y más en las noches de fiesta”, termina.

Esa es la otra cara de la Navidad, la que se vive en los pasillos del Hospital Pediátrico Acosta Ñu.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

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