La última entrevista: “Yo, el aprendiz”

En la que sería su última entrevista para un medio masivo, Augusto Roa Bastos reveló su intimidad y que se sentía traicionado. En general, sus respuestas eran incoherentes más bien adrede y jugaba con recursos literarios, los que manejaba al dedillo.

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Marta Escurra, periodista de ABC Color, específicamente de la Revista Dominical, había sido seleccionada a finales de 2004 para un taller de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), de Gabriel García Márquez. El requisito era llevar un reportaje inédito, cuya edición se trabajaría durante el taller que se desarrolló en Cartagena de Indias, Colombia. Tres eran los temas en los que pensó como factibles, pero guardaba la esperanza de que aún podía lograr esa entrevista que venía solicitando hacía ya un tiempo. Y, finalmente, llegó. Fue en diciembre de ese mismo año, cuando apenas diez minutos antes le confirmaban que Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989, la aguardaba en su domicilio, sobre las calles Agustín Barrios y Sargento Marecos de nuestra capital (hoy, la segunda arteria lleva su nombre).

“Fue un intercambio de alguna manera incoherente, pero una incoherencia más bien adrede, a esa edad y con ese estatus, fama y demás, Roa Bastos se podía tomar esas licencias”, comenta Escurra, más de 12 años después de ese momento que marcó su carrera, ya que según confiesa, seguía al autor desde la adolescencia, cuando le cupo leer “Hijo de hombre”, material que se convirtió en el hilo conductor de su vida cuando intercambiaba pareceres o recitaba de memoria algunos fragmentos en momentos de juego con sus hermanos.

Agrega que las réplicas del autor le parecieron “exóticas, una provocación”.

La fascinación que tenía Roa hacia las mujeres fue un punto mencionado en la nota, aunque no profundizado. Y eso lo experimentó la propia Escurra, quien señala como una característica del encuentro: “el piropo constante, la picardía y el galanteo por momentos fáciles de esquivar y por momentos incómodos porque se desviaban del punto central”. Aunque, según pudo percibir, lejos de la imagen que aparentaba y todos conocían “un señor con mucho talento para la literatura”, en realidad se trataba de “un ser humano como vos y como yo con sus sueños y frustraciones y sobre todo con unas tremendas ganas de amar y ser amado y comprendido”.

En otro momento, y quizás fue la revelación que suele darse en este tipo de encuentros, el escritor habla con mucha naturalidad de una situación que en ese momento lo incomodaba: desconocidos lo habían traicionado, aunque no dio mayores detalles. A este respecto, la entrevistadora opinó que “tal vez era una de sus tantas metáforas, desvaríos literarios o lo que sea. Yo estaba ahí para registrar lo que iba diciendo. Por esas épocas él se sentía traicionado y es lo que yo puedo decir. No puedo saber lo que quiso o dejó de querer entrever en sus expresiones”.

Al ser consultada sobre algún aspecto que omitió publicar, asegura que pudo percatarse en cuanto a la condición humana del personaje, por ejemplo, cuando fue testigo de su insistencia en tomar sus medicamentos a tiempo y respetar la hora de la merienda.

En referencia a la vivienda del escritor, “imaginaba encontrar un mundo fascinante lleno de vestigios de la grandeza que le precedía. Sin embargo, el lugar –al menos el sector en el que me cupo estar- era sencillo, amigable, sin demasiadas ostentaciones”. Y no sólo el sitio tuvo esas características, ya que ni bien inicia el diálogo, Roa Bastos exhorta a la autora: “No me digas maestro, yo soy solo un aprendiz”.

Escurra revela que al convertirse la entrevista en la última de la vida de nada más y nada menos que el premio Cervantes 1989 sintió que “de manera insondable fui un vehículo que marcó una pequeña huella en la historia dejando testimonio del camino transitado en el último tramo de este señor”.

Cuenta que tras la publicación de la nota en la revista dominical el 23 de enero de 2005, las reacciones, como era de esperarse, no fueron pocas y fueron de las más variadas. Desde las famosas llamadas de felicitaciones y expresiones de admiración de colegas nacionales y extranjeros, hasta los furibundos reproches de la comunidad intelectual de la época. “Ellos me habían dicho que le había faltado al respeto a una eminencia osando hacer tales o cuales preguntas o diciendo que tal vez debería centrarme en su obra”. Y es que incurrió en la intimidad de uno de los más grandes de la literatura latinoamericana. Pero lejos de molestarse, asegura que “yo recibí los comentarios con mucho cariño con ojos y oídos de aprendizaje pero a decir verdad, le presté más atención a los comentarios negativos, para aprender. También tuvo repercusión internacional ya que la pieza fue reproducida en su totalidad en periódicos internacionales”.

La elaboración del material tuvo lugar en el recinto de la FNPI de García Márquez, bajo los ojos y criterios periodísticos de 17 expertos de nivel internacional, que contribuyeron con sugerencias y críticas constructivas que le dieron otro aire y marco al producto final.

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