La vida después de la jubilación

Obtener un buen empleo, llegar a dominar el oficio y alcanzar la estabilidad laboral, y después de al menos 25 años de trabajar y una edad de entre los 55 y 60 años llega la etapa de jubilación, que es cuando muchas personas se preguntan: ¿Y ahora qué?

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Al respecto, la sicóloga empresarial Lidia Saggia expone que no solo el que se encuentra en esa situación está en la duda, sino que “la realidad es que la sociedad no tiene una idea clara de lo que debe hacer con los jubilados”.

Luego de tantos años de actividad laboral, el trabajador que alcanza la jubilación en principio experimenta un periodo de alegría “y con el paso del tiempo llega la depresión y baja autoestima. Quienes se jubilan involuntariamente sufren más depresión que quienes lo hacen voluntariamente”, explica.

Sin embargo, la manifestación de esta etapa depresiva no se presenta en todos los jubilados. Según expresiones de la sicóloga, están los que enfrentan esta etapa de manera positiva, con proyectos postergados por los compromisos, mientras que otros la ven de manera negativa, como el final de todo. Influyen la personalidad de la persona jubilada, la orientación o instrucción que recibió, así como el entorno, entre otros.

Este cuadro depresivo podría tener su origen principalmente en la falta de proyectos en los que se pueda ocupar el tiempo libre que antes el jubilado invertía en su trabajo. “La gente asocia jubilación con inactividad, con dependencia. Una persona acostumbrada a la actividad, a sentirse útil, servible e independiente implicado en el mundo social, económico, espiritual, cívico y cultural, abruptamente permanece inactiva y eso afecta su autoestima, su salud, sobre todo cuando no previó proyectos para esta etapa de su vida, la falta de expectativas”, detalla la profesional.

La etapa depresiva a esa altura de la vida -explica la especialista- contribuye enormemente al deterioro de la salud, no solamente física, sino también sicológica y espiritual. “Cuando hablamos de salud, hacemos referencia no solamente a la salud de la persona jubilada sino también a quienes son sus allegados, familiares, a quienes atormenta con su egocentrismo y falta de autoestima”.

Según refiere la sicóloga, la familia debe apoyar en todo momento al jubilado, especialmente de forma preventiva, es decir, antes de que la depresión pueda hacerse presente. “Lo primero que debe ver la familia es el modo de cambiar la percepción que tiene del jubilado, conceptualizarlo de modo diferente, aprender que sigue siendo una persona útil para sí misma y para los demás, que puede permanecer físicamente activa”.

Sobre este punto, la licenciada Saggia sostuvo que en parte las empresas deberían aportar su granito de arena, a modo de responsabilidad social y, sobre todo, como organización para la cual trabajó tantos años el jubilado y enseñar a quienes formaron parte de su talento humano cómo planificar esta etapa de la vida.

Sin embargo, después de todo, la persona es la que debe fijarse nuevas metas, de manera tal a seguir manteniéndose en actividad y sentirse útil. “El jubilado debe recalcular opciones, alternativas de proyectos, de estilo de vida. Siempre tenemos que pensar que pasamos de una fase a otra, de una etapa a otra, y que el hecho de jubilarse no conlleva el hecho de dejar de honrar la vida”, sostiene la especialista.

La Lic. Saggia finalmente recomienda que, al llegar a esta etapa, una persona que empieza a sentir el vacío de la vida después de la jubilación acuda a un profesional, que puede contribuir a trazar un nuevo trayecto. “Con el profesional se puede cotejar la postura que se desea asumir o que se tiene, y este cotejo es siempre dinamizante y terapéutico, ayuda a replantear la actitud asumida”, puntualizó.

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