Maquiavelo: la secuela de un gran sueño literario

Silvia Barrios entregó 24 años de su vida a la pasión por la literatura de una forma muy particular. A los 19 comenzó su carrera como empleada de la librería Quijote y lo que fue su primer empleo terminó convirtiéndose en el amor de su vida.

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En la librería Quijote, más que ser solo una vendedora de libros, descubrió su vena artística. Y es que ese trato tan especial que tiene con la gente y su amor por la literatura también son un arte, pues la llevaron a convertirse en la dependienta preferida de la clientela, que solo querían ser atendidos por ella, y volvían a comprar más libros solo atraídos por su amabilidad.

Un buen día, Silvia, que ya hace tiempo había dejado de ver a Quijote como su trabajo, sino como un hogar al que amaba, se enteró de una fuerte noticia: la tradicional librería cerraría sus puertas.

Con lágrimas en los ojos, se vio obligada a buscar nuevos rumbos.

Intentó trabajar en otra librería, pero no se sintió plena. Y es que nunca había querido tanto a una empresa. Aunque no fuera la dueña, la sentía suya.

Tras pasar unos días, su hermano, Lito Barrios, músico y director de la Orquesta Sinfónica de Asunción, le hizo una propuesta que ella interpretó como una broma: "¿Y no querés abrir tu propia librería?", le planteó.

Ella le respondió: “¿Me hablás en serio?” Y solo le creyó cuando Lito llegó con un pasaje a Buenos Aires y le “ordenó” que viajara a proveerse de su primer stock de libros en las librerías más famosas de la calle Corrientes.

Silvia había visto un imperio literario cerrar, y bien podía haber dicho “el negocio de los libros ya no tiene futuro”, y dedicarse a otra cosa. Pero no lo hizo. Es más, hasta casi con rabia, decidió no dejar de creer en el sueño que amaba, y hacerlo esta vez mucho más suyo, a su manera, con su toque y emprendimiento personal. “Me da rabia la gente que dice que el paraguayo no lee, eso es mentira; yo soy testigo de que sí lo hace. Hoy un muchacho necesitaba un libro de Derecho, y costaba G. 70.000, pero él tenía solo G. 60.000. ‘Te hago en 60 y llevá’ le dije. Si sé que le va a servir y lo quiere leer, para qué voy a escatimar con el conocimiento de un joven.El libro te sirve para tu lenguaje, enriquece el habla, vuelve la mente más ágil”, expresa Silvia durante una visita que le hacemos en su nueva librería, abierta hace apenas dos meses.

Por cierto, luego de ese primer viaje a Buenos Aires, en el que cuenta que “se volvió loca” eligiendo qué contenido compraría, pasaron 15 días, y les avisaron que por fin, los materiales llegarían por encomienda.

Felices de la emoción, Silvia y su hermano Lito salieron a buscar el siguiente desafío: un local estratégico donde apostar el negocio. Y así llegaron a la intersección de las calles Eduardo Víctor Haedo y Chile, donde hoy se ubica a simple vista el colorido local.

El tercer desafío fue ponerle un nombre al negocio.

Tras una pequeña investigación histórica y de mercado, siempre en compañía de su hermano Lito, decidieron que un nombre original era Maquiavelo. “Estudiamos el personaje, y descubrimos que él tenía una increíble visión de lo que serían estos tiempos ya en el año 1.500. Hay muchas ideas que se le aluden, pero él era simplemente un rebelde para la época. Contaba todo lo que la monarquía no le convenía, y eso nos cautivó de este personaje para que decidiéramos adoptar el nombre”, contó Silvia Barrios a ABC Color.

 

 

Con respecto a los títulos que se pueden encontrar en Maquiavelo, Silvia decidió desde un principio que quería marcar la diferencia, y presentar un contenido diferenciado al que se puede encontrar en cualquier otra librería asuncena.

Afortunadamente, ella ya tenía la experiencia de conocer los contenidos que más se consumen, y supo exactamente qué traer.

Su target son los adultos a partir de 40 años, pues considera que la mayoría de las librerías tienen novedades de actualidad y juveniles, y desea marcar la diferencia con un contenido que enganche el interés de clientes de más edad, que, tal vez en otras tiendas no encontrarían los contenidos que desearían leer. "Eso sí, sin olvidar a los demás, porque en Maquiavelo se puede encontrar todo tipo de contenidos", asegura su propietaria.

Y de paso, nos cuenta su secreto para que su clientela siempre vuelva. “Vos tenés que tener un precio justo, y la gente se casa contigo, es así de sencillo”, nos confiesa cuando le preguntamos qué tan ingrato puede llegar a ser el aspecto económico de la venta de literatura en Paraguay.

El domingo se cumplirán dos meses desde que abrieron Maquiavelo y, sin poder disimular la sonrisa, Silvia reconoce que ha ido más allá de lo que sus expectativas le permitían soñar. Incluso sus anteriores jefes, quienes fueron los dueños de Quijote, le hicieron llegar sus felicitaciones por el emprendimiento.

Y, aunque ella misma considera que el sayo todavía le queda muy grande, se pregunta, con una sonrisa pícara, por qué no podría soñar con crear la secuela digna de todo el emblema que representó Quijote en nuestro país por tantos años. Una secuela literaria bien hecha, dice, como en las mejores novelas que ella vendió por tantos años, y lo sigue haciendo.

“Este es un sueño cumplido para mí, quería tener mi propio negocio, manejarlo con mi visión, porque creo que sé cómo le gusta a la gente ser tratada. Y ese ‘gracias, muy amable’, que te dicen al irse, te prometo que me alimenta el alma”, comenta Barrios.

 

Hay gente que se queja de que el negocio de las letras impresas se está acabando, que el panorama está negro; sin embargo, Silvia tiene una cualidad especial: ella siempre le busca la vuelta y sabe mirar el lado positivo de las cosas. “No creo en la teoría de que el impreso va a desaparecer, porque es una tradición muy grande. El domingo, si no tenés tu diario y tu tereré, no es domingo. Le das la página cómica a los chicos, la esposa lee la revista, es un motivo para estar todos juntos en familia” , expresa.

Y así, esta mujer de 43 años, de ser una adolescente que golpeaba a sus compañeras para obligarlas a que le hicieran las tareas del colegio porque no quería leer, descubrió en su madurez que el mundo de los libros es mágico. “Tardé un poco, pero luego conocí y amé el mundo de los libros profundamente”.

Por el momento, su sueño es llenar su local de toda la variedad literaria que pueda, y lograr instalarse en la mente de la gente, para que sepan que en ese sitio ubicarán todos los libros que deseen. Recién después tiene planeado abrir otras sucursales, porque “el que mucho abarca, poco aprieta”, nos dice entre risas mientras comparte un tereré la simpática exdependienta de Quijote, querida por toda su clientela, y ahora dueña de su propio local.

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