“En Venezuela no hay crisis, hay un desastre”, son las primeras palabras de Christian, quien llegó hace dos años a Paraguay. “¿Fue difícil salir de mi país? Sí y no. Sí por todas las cosas que debía dejar y no porque no quería morir de hambre”, comenta el joven.
La inseguridad, los asesinatos, la falta de medicina, las peleas y las largas filas para conseguir un poquito de comida son el pan de cada día en su país. Los videos que circulan en las redes sociales no son nada comparado con la realidad que se vive allí. Si sacan sus celulares, saben que se exponen a ser robados e incluso asesinados por ello. “Es un infierno, una pesadilla”, lamenta el joven.
Millones de venezolanos están huyendo de su país ante la crisis humanitaria que ha traído el régimen del presidente Nicolás Maduro desde el 2013. Es difícil precisar la cifra exacta debido a la informalidad mediante la cual huyen muchos de ellos. Algunos medios internacionales estiman que hay 1,5 millones de venezolanos en el exilio, mientras que otros aseguran que la cifra podría alcanzar hasta los cuatro millones.
Distintos países sudamericanos están acogiéndolos y Paraguay no es la excepción. De acuerdo a los datos proveídos por la Dirección General de Migraciones, desde el 2013 hasta la actualidad aproximadamente 15.893 venezolanos ingresaron al país y 12.332 han salido, por lo cual habría aproximadamente 3.000 residentes.
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¿Por qué Paraguay? “Es el más económicamente estable de la región”, explica Christian sobre el motivo por el cual decidió venir. A modo de ejemplo, toma su botella de gaseosa y dice que el simple hecho de que la bebida tenga el mismo precio desde que llegó, hace dos años, es síntoma de que la economía está estable. En su país este año se confirmó que la inflación ya será del 13.864,6%.
Tiene 30 años y es ingeniero en informática. Luego de probar con al menos 300 negocios, por fin una empresa le abrió las puertas y brindó trabajo, pese a no contar aún con todos sus documentos, que afortunadamente ya está tramitando. Por eso, y para evitar problemas, prefirió el anonimato.
¿Lo positivo de los paraguayos? La amabilidad, hospitalidad y las bromas, lo cual asegura también caracterizan a su nación. Christian admite que su cariño hacia el país ha crecido tanto que planea quedarse y, una vez que consiga tener todos sus papeles, crear una empresa para brindar trabajo.
Su meta es dar a sus empleados salarios justos, horarios no explotadores y seguro social pagado por la empresa, no por el funcionario. Además de demostrarles que son parte fundamental y no les “hace un favor” al contratarlos, sino que los necesita para seguir en pie, quiere algún día realizar charlas de concientización sobre la violencia contra la mujer, la importancia de usar los basureros, de motivación para los jóvenes y muchas ideas más que tiene en mente y espera poder cumplir.
¿Lo negativo de los paraguayos? La falta de amor a su propia tierra. Christian ejemplifica eso con el simple hecho de arrojar basuras a las calles, ya que en más de una ocasión ha discutido con quienes tiran sus desechos por las ventanillas de colectivos y les pide que utilicen los basureros. “Si quieres que las cosas cambien, haz algo tú primero”, alienta.
“El sistema de migraciones está tan desfasado como la educación”, lamenta. Los trámites son muy lentos y costosos, puesto que para un venezolano que huye de su país solo con el pasaje en mano es imposible pagar sumas tan elevadas. Además, sin permiso de Migraciones, por lo menos para emplearse, no consiguen trabajo.
Actualmente la permanencia como turista en nuestro país está permitida hasta por 90 días; para solicitar una prórroga de 90 días más se deben pagar Gs. 352.095, y si se excede de esa fecha, la multa es de G. 243.756, mientras que el carnet de admisión permanente es de G. 1.408.380. Eso sin contar todos los gastos que tendrán para regularizar los papeles que necesitan al solicitar la radicación.
Finalmente, Christian exhortó a los medios de comunicación a no revictimizar a sus compatriotas, ya que son solo seres humanos que buscan salir adelante, como todos los demás.
Los videojuegos hicieron que Marcos Izquierdo se hiciera amigo de Juan José Orué, un asunceno que, conmovido por su difícil situación, le abrió las puertas de su casa y se ofreció a ayudarlo en todo lo que esté a su alcance.
“¡¿Y si te quiere dormir para sacarte el riñón?!” fue la advertencia de la madre de Marcos cuando le dijo que vendría a vivir con alguien a quien conoció por internet. “Pero confié, y él también confió en mí al recibirme sin conocerme en persona”, expresa muy agradecido.
Ocho días en bus, extorsión policial y dinero justo para el viaje. Ese es el resumen de la travesía que vivió Marcos para llegar a Asunción. El último boleto tuvo que ser completado por un par de paraguayos que conoció durante el viaje, ya que parte de su dinero le fue arrebatado por agentes policiales autoritarios con los que se encontró durante su viaje.
El joven cuenta que estaba estudiando Ingeniería Mecánica en su país cuando, a raíz de la creciente crisis económica, tuvo que dedicarse plenamente a trabajar para tratar de conseguir un poco de dinero a fin de ayudar a su familia. Sin embargo, con el aumento de la inflación, cada vez le fue más difícil incluso llegar hasta su empleo.
“Lo que ganaba apenas me alcanzaba para pagar mi pasaje, ya no tenía sentido. El sueldo mínimo apenas sirve para comprar una lata de atún. Muchos piensan que la gente exagera con las noticias pero no, todo lo que se dice es verdad, incluso peor. Estamos muy mal”, lamenta.
Su novia trabaja en un hospital de Venezuela, donde se siente la total escasez de medicamentos. “Un señor se murió por una herida en la pierna, porque no había analgésicos ni anestesia para tratarlo”, lamenta. En cuanto al transporte público, señala que lo único que pueden hacer ahora es movilizarse en camiones de carga, porque los colectivos están varados ante la falta de repuestos.
Una de sus hermanas ya vive en Ecuador, por lo cual decidió ir allí hace unos meses. Sin embargo, es el destino más poblado de venezolanos, por lo cual la cosa tampoco está nada fácil. “Trabajaba a full cargando bolsones con productos de limpieza y mi ganancia dependía de si tenía suerte con las ventas”, relata.

“¿Lo mejor de Paraguay? ¡La comida!”, responde Marcos, con una gran sonrisa y sin dudar. Lleva apenas dos semanas en nuestro país y Juanjo le ha hecho probar muchas de nuestras comidas típicas. “El vori es una delicia con este frío”, destaca sonriente. Precisamente por ese amor que le está agarrando a la comida, planea estudiar para ser chef, una vez que logre regularizar todos sus documentos.
Lo único que pide Marcos es una oportunidad laboral, para juntar el dinero suficiente que necesita para tener todos sus papeles en regla, estudiar y, sobre todo, ayudar a su familia que continúa en Venezuela. Le gustaría, por ejemplo, que le dieran la oportunidad de ser ayudante de cocina pero, por ahora, está dispuesto a aceptar cualquier trabajo.
Una computadora e internet unieron a Isabel y Daniel. Isa es una venezolana que conoció hace 10 años a un paraguayo con quien formó una relación luego de 6 años de amistad virtual. Él y su familia la recibieron en Ypacaraí en el 2016 cuando realizó su primera visita y en la cual planearon todo para que su estadía fuera definitiva.
“Hace dos años, debido a la situación económica, tuve que dejar la universidad. No conseguía trabajo ya que vivía en un lugar muy pequeño y no había muchas fuentes de empleo. Quería seguir estudiando pero con la situación del país iba a ser imposible”, relata Ana Isabel, de 24 años.
Isa vino ya para quedarse en febrero del 2017 y, afortunadamente, tuvo un hogar que la recibió con los brazos abiertos y eso la ayudó a que su adaptación fuera menos difícil. “Mi objetivo principal al venir era seguir estudiando, aunque tenía que empezar de cero, debido a que no podía convalidar lo que hice allá. También quería trabajar, pero deseaba poner en regla mis papeles para no tener problemas después. Creo que eso ha sido lo más complicado de estar acá: la burocracia”, cuestiona.

La venezolana afirma que Paraguay “no suele ser el tipo de país que se escoge como primera opción para emigrar debido a la gran cantidad de papeles y burocracia para legalizarse”. Además, al igual que varios de sus compatriotas, reclama el hecho de que tampoco hay fuentes de trabajo que ayuden a un inmigrante si es que no cuenta con una profesión, inclusive estando ya en el proceso de regularización. “Por eso es que no recomiendo a alguien sin título universitario o profesión venir acá por el momento”, señala.
Trajo todos sus documentos apostillados de su país, pero justo en esas fechas Venezuela fue sacada del Mercosur y le exigieron un nuevo documento que no tenía. Entonces tuvo que evaluar de vuelta todas las opciones que tenía: Podía venir con promesa de trabajo, tener US$ 5.000 en la cuenta bancaria o venir como estudiante.
Cuando consideró poder ingresar como estudiante, se topó con un obstáculo: le pedían que padres o tutores vivan acá. “Cosa que me parece absurda”, señala. Sin embargo, era la única opción a la que podía acudir, por lo que empezó el proceso.
“Fue un trámite largo y costoso, por suerte mi novio había ahorrado en todo ese tiempo; por ello las personas que quieran legalizarse acá deben tener en cuenta que van a gastar aproximadamente 400 dólares”, agrega. Gracias a eso logró conseguir la radicación temporal.
Todos los venezolanos que salen de su país, a pesar de que intentan sobrellevar todos los problemas y rehacer sus vidas, siempre tienen en mente lo que está pasando allá. “Siempre es difícil porque sabemos que los que queremos están sufriendo y no podemos hacer mucho al respecto. Gracias a las remesas que envían las personas que salen a los familiares en Venezuela es que estos logran comer y estar un poco menos preocupados”, relata al respecto.
Ahora está estudiando Licenciatura en Informática en la Facultad Politécnica de la UNA y la tranquilidad con la que vive es lo que más le gusta de nuestro país. “Acá hice muchas cosas que parecían imposibles estando allá y cosas que parecen absurdas a simple vista: viajar en colectivo de noche, usar el celular en la calle, conseguir alimentos en todas partes. No vivo con zozobra o miedo, que era el común denominador estando en Venezuela”, cita.
No obstante, hasta el momento no ha conseguido trabajo rentable, ya que vive en Ypacaraí y las oportunidades laborales son mínimas o con salarios que no alcanzan para cubrir todas sus necesidades. “Tuve mucha suerte y conté con mucha gente que me ayudó. Es difícil llegar a un país sin nada y estar complemente solo”, subraya.
La doctora Susan Contreras es ginecobstetra y vino para vivir a nuestro país hace dos años, junto con su hijo y una tía. Hace 12 años ella conoció Paraguay por primera vez cuando se quedó por más de tres años para estudiar y luego volvió a Venezuela. Ya cuando las cosas se pusieron muy difíciles, hace como dos años, decidió salir de su país.
Su padre, quien sigue en Venezuela y es neurólogo, es testigo de lo difícil que se ha vuelto la situación sanitaria en su país. “Me cuenta que tiene una lista de pacientes que consumen medicamentos incluso de uso veterinario porque ya no hay (medicinas)”, lamenta. De hecho, ahora ella le manda los medicamentos para hipertensión y diabetes desde aquí.
A raíz de todo eso, comenzó a organizar todos sus papeles para ir a Brasil, sin embargo, “un impulso”, como ella misma lo define, la trajo de vuelta a Paraguay. “Agarré mis cosas y me vine. Y empecé de cero (…) Lo único que quería era paz y poder trabajar en lo que yo hago. Siempre digo que fue Dios quien me trajo a Paraguay”, señala.
Cuando llegó, las cosas se complicaron ya que, nuevamente, la burocracia le impedía tener sus documentos de manera rápida para trabajar en su profesión. Una vez que logró tener sus documentos, afortunadamente consiguió un puesto de trabajo de manera rápida. La doctora Susan ya se ha convertido en la ginecóloga de cabecera de sus compatriotas residentes en nuestro país y, por supuesto, de muchas paraguayas, debido al gran amor que demuestra a su labor.
Al igual que todos los venezolanos con los que pude conversar, la Dra. Susan destacó la calidez humana con la que le recibieron en nuestro país. Recordó por ejemplo que cuando llegó recién, tenía miedo de pasar las fiestas de fin de año de manera solitaria y triste, pero recibió tantas invitaciones de colegas y amigos nuevos que no hubo espacio para la tristeza.

“Al final tenía muchas invitaciones para pasar la Nochebuena y el 31 de diciembre la misma cosa. No me sentía sola ni triste, y ahora tengo amigos que ya son como mi familia. Si tuviera que definir a Paraguay con una sola palabra sería ‘familiar’, con los extranjeros, la gente, con todos”, expresa.
Además, su hijo de 9 años también se sintió muy cómodo desde el primer día de clases. “Está como pez en el agua. Entró como observador a un colegio, porque llegamos a mitad del año lectivo, y hasta hoy lo dejé ahí porque se llevó superbien y ya hizo muchos amiguitos”, cuenta.

La doctora trabaja en el Hospital Nacional de Itauguá, donde vio la realidad de numerosas compatriotas que difícilmente acuden a realizarse los controles para detectar, por ejemplo, el cáncer de cuello uterino.
Aprendió el guaraní precisamente porque tenía la necesidad de entender a sus pacientes que son guaranihablantes. “Prestaba mucha atención a los gestos”, explica sobre cómo hizo durante los primeros meses. Luego de a poco fue aprendió varias palabras y hoy ya sabe mucho de nuestro dulce idioma y fue su enfermera Miguela quien más le ayudó en ese sentido.
“Me sorprendió y me chocó mucho que había muchas mujeres jóvenes enfermas de cáncer de cuello uterino (…) Muchas mujeres no se hacen el PAP, pero es por desconocimiento. Me impactó mucho el caso de una muchacha muy joven que tenía cáncer de cuello uterino y la mamá también. La madre falleció tres semanas después del diagnóstico, que ya fue muy tardío”, relata.
Fue allí que, con ese sentimiento de pesar e indignación, pensó en cómo podía hacer para llegar a las mujeres y explicarles sobre la importancia de hacerse los estudios de manera a detectar y tratar dicha enfermedad.
“Dije 'de qué me sirve explicar en español si la gente de la campaña no va a entender'. Entonces pensé en que tengo que hacer algo dirigido a esa población”, agrega. Fue ahí que pidió ayuda a Miguela y, juntas, escribieron en guaraní lo que ella luego dijo en un video que luego compartió en su Facebook y se viralizó.
Y fue así como empezó a hacer videos para explicar sobre temas importantes para la mujer paraguaya: “Es como una forma de retribuir a Paraguay todo lo que me ha dado”, explica.
