Clausura de ABC vista por uno de sus periodistas

Ayer se cumplieron 31 años del cierre del diario ABC Color por parte de la dictadura stronista. Cinco años duró esta injusta clausura. José Luis De Tone, periodista que trabajó en el periódico, cuenta cómo fue aquel día en un relatorio.

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La medida del cierre del diario la conocí en la noche del miércoles (la víspera del 22 de marzo de 1984) mientras asistía al espectáculo de mimo “El silencio tiene la palabra” representado por el peruano Jorge Acuña en la confitería Imagen.

Al terminar la representación pasé por la redacción para confirmar la certeza de la medida y el compañero Christian Torres me confirmó la posibilidad del cierre.

Al día siguiente, asistí a las reuniones habituales de mi área y luego a la reunión extraordinaria convocada por los doctores Rufo Medina y Gerónimo Angulo Gastón, donde nos informaron que posiblemente a las 10 de la mañana se decretaría la clausura por tiempo indefinido.

El clima que reinaba en el exterior del diario era el de una catástrofe inminente. La desazón se notaba en todos.

Los fotógrafos del diario y de los demás medios informativos independientes aguardaban con impaciencia el desenlace.

Cuando eran cerca de las 10:30, el clima se tornaba cada vez más tenso. Entre los compañeros se notaba impaciencia.

Mientras conversaba por teléfono con una persona que llamó para dar una información de un recital, se produjo una corrida general en la redacción. Los fotógrafos de planta y de otros medios informativos corrieron a la ventana que da sobre la calle Yegros. Había llegado la Policía y un carro de Bomberos.

En el teléfono no logro coordinar las ideas en forma clara, le pido disculpas a mi interlocutor. Le digo que ya se concretó la medida del cierre y cuelgo. Me dirijo a la dirección (el director estaba preso) donde los jefes confirman que llegó una orden de clausura por tiempo indeterminado.

Se escucha sonar la sirena del periódico, que es accionada en reiteradas ocasiones, hasta que el administrador Angel Arias señala que es suficiente. La sensación de impotencia crece.

Ante la confirmación del cierre, lo único que logro pensar es en salir a la acera para entonar el Himno Nacional. Es la única forma de demostrar la frustración que sentía en ese momento ante tanta injusticia. Por lo menos entonando las estrofas de “Ni opresores ni siervos alientan/ donde reinan unión e igualdad” me podría sentir algo aliviado.

Eran aproximadamente las 11:05 horas. Cantamos con una rabia que nos hacía subir la voz al máximo. La emoción me hizo derramar lágrimas, las cuales fueron suplantadas por una convicción de que el llanto es propio de velorios. Y ABC no se estaba muriendo sino recobrando fuerzas.

La entonación de “Patria querida”, con más ímpetu todavía por la creciente participación del personal del diario así como de los transeúntes, siguió a un coro de palmas, antes de que comenzara la Policía, con silbatos y cachiporras, a dispersar a los presentes. En ese momento ingresan enérgicamente al local del diario.

Lo mismo continuamos cantando el Himno cuando uno de los policías de jerarquía me tomó del brazo y me llevó detenido. En ningún momento opuse resistencia y los gritos de la gente solidarizándose me llenaron de orgullo.

Incluso en el momento en que el vehículo policial enfiló la calle Yegros, un muchacho corrió al lado y gritó: “¡ABC, Paraguay está contigo, adelante!”

La camioneta policial ingresó a la Comisaría Tercera por la calle Nuestra Señora de la Asunción. Se notaba el nerviosismo entre los policías. Había corrida general.

Me condujeron al salón de guardia de los oficiales. Eran las 11:30 horas. Un oficial, con una hoja en blanco sin membrete, me tomó los datos personales. Consultó qué llevaba en la mochila, si cubría el sector político, si a qué temas se referían los escritos que tenía en el bolso, por qué “creé el tumulto” frente al diario, quiénes más estaban conmigo...

Antes de responderle a esta última pregunta le llamaron al oficial y desde ese momento permanecí sentado en una silla. Me dieron de comer a las 13:10, me trajeron agua helada. Continué sentado mientras se escuchaban diversos comentarios sobre lo acontecido. Dos señoras estaban también demoradas en el amplio salón, sin saber los motivos de su detención.

Dormité un rato. Me propuse no hacer conjeturas, tranquilizarme y esperar el desenlace. Una de las señoras detenidas me comentó que a la tardecita estuvo el doctor (Gerónimo) Angulo (Gastón, asesor jurídico del diario) y un señor de pelo rubio, que salieron y volvieron a entrar. Ella le conocía a Angulo a través de una pariente.

Para las 20:30 más o menos me traen un colchón pelado. Me acurruqué en una esquina. A las cinco de la mañana del día siguiente me indican que debía levantarme. Una hora después me traen un desayuno, consistente en un soyo. Luego sigo dormitando sentado en una silla recostado contra un escritorio. Eran más de las ocho de la mañana. Pido un diario y me traen Patria.

Después, otro oficial trae el diario Hoy, cuya posición me resultó indignante (el titular decía: “No acallaron una prensa, sino una mala conducción de la veracidad informativa”).

Luego de un rato pregunto si puedo pasar al baño para ducharme. Cuando entro para asearme, me anuncian la visita del doctor Angulo. Me llevaron junto al comisario. Justificó mi detención. Dijo que él mismo me vio gesticulando. Me acusó de ser el cabecilla de la manifestación. Angulo le recriminó, porque había prometido que me soltarían y no cumplió.

A las 10:00 de la mañana del día 23 de marzo, me soltaron.

José Luis De Tone

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