La brecha ideológica

Extrema izquierda o ultraderecha son las tendencias ideológicas opuestas que se han ido afianzando en las últimas décadas en nuestro continente, restando espacio y adherentes a los partidos y movimientos de centro.

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La elección de Jair Bolsonaro en Brasil solo viene a confirmar esta oscilación pendular de los sistemas políticos en América Latina. Los grandes perdedores fueron, en la nación vecina, los partidos de centroizquierda y centroderecha, ya que los electores se polarizaron entre el derechista exmilitar y el designado por el líder del PT, Lula da Silva, actualmente en prisión.

Los partidos de izquierda que llegaron al poder han ido sufriendo un constante y serio proceso de deterioro y desprestigio debido, principalmente, por haber caído plácidamente en los brazos de una profunda y generalizada corrupción en sus respectivos gobiernos.

El mal ejemplo comenzó con el grupo guerrillero sandinista en Nicaragua, cuyo líder histórico, Daniel Ortega, y su señora se mantienen a duras penas en el poder mediante una fuerte represión policial contra el pueblo.

Todos conocemos y lamentamos la tragedia del pueblo venezolano, cuyas autoridades, Chávez primero y Maduro después, intentaron copiar el modelo cubano pero se hundieron en el barro de la corrupción y la eliminación por la fuerza de las libertades y los derechos civiles.

Los kirchneristas en la Argentina también se fueron desplazando con los años de un gobierno supuestamente popular y socialista a un régimen autoritario que perpetró el robo más grande de la historia de los fondos públicos a sus bolsillos particulares. Gran parte de sus máximas autoridades se encuentra actualmente en la cárcel.

En Brasil sucedió una historia bastante parecida, pues los líderes gobernantes del Partido de los Trabajadores se vieron envueltos en graves casos de corrupción y muchas autoridades, incluyendo a su creador histórico, fueron destituidos y enviados a la cárcel.

Así llega Bolsonaro al poder, con un discurso furibundo contra la corrupción, contra las minorías, contra los inmigrantes ilegales, contra la clase política sinvergüenza y con la promesa de restaurar el orden, la seguridad en las calles y cortar la mano a quien robe cualquier moneda del Estado. Jair se muestra orgulloso de ser derechista, conservador, de pensamiento fascista y claramente antidemocrático. Con esta plataforma, ganó ampliamente al candidato de la izquierda luladasilvista. Veremos, dijo el ciego, porque solo en la cancha se ven los pingos.

En medio de estos experimentos y vaivenes, nosotros nos mantenemos en una derecha moderada. No podemos esperar otra cosa de nuestros gobernantes porque todos provienen, en mayor o menor medida, del partido y de familias que siempre tuvieron esa tendencia ideológica.

Los ciudadanos conscientes debemos seguir presionando para que se combata la corrupción, se ponga fin a la impunidad y se mejoren las garantías constitucionales, pero sin olvidar que los cambios culturales demandan tiempo, paciencia y mucho esfuerzo. Querer acortar caminos podría conducirnos a destinos extremos no saludables.

ilde@abc.com.py

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