La puja por la torta

Más segura que la muerte es la pelea de fin de año entre las distintas instituciones gubernamentales por aumentar cada una su porción de la torta presupuestaria. El plato no ha variado, pero cada comensal siempre quiere más. Aquí la dieta no existe.

Cargando...

Anticipándose a nuestro ardiente verano, en noviembre de cada año se multiplican las manifestaciones, huelgas y paros de casi todos los funcionarios públicos en demandas de reajustes salariales y en contra de los “recortes presupuestarios”. Esta vez, hasta el rector de la Universidad Nacional de Asunción se declaró en paro académico y administrativo porque, al parecer, no le van a conceder todo lo que piden el rectorado y las diversas facultades.

Aunque suenen reiterativos como las gastadas frases del lorito, los ministros de Hacienda, ante tantas peticiones de aumentos, suelen usar el mismo argumento: por favor, indíquenme de dónde voy a sacar los fondos para respaldar estos incrementos.

Tal vez si comparamos la situación con la gestión administrativa de un padre de familia que es único sostén de la casa, comprenderíamos mejor esta lucha por mayores porciones de la torta presupuestaria.

Imaginen un hogar en donde los gastos del súper aumentaron un 20%, la luz y el agua también subieron sus tarifas, los costos mensuales de los celulares se reajustaron para arriba, el colegio de los chicos también elevó sus cuotas, la señora quiere cambiar su viejo auto por uno nuevo, la nena debe renovar sus vestidos y zapatos porque tiene muchos cumpleaños y casamientos, el seguro médico asimismo tiene un precio mayor, etc.

¿Qué puede hacer el padre de familia si él sigue ganando casi lo mismo que el año anterior, porque el escaso reajuste del 10% de su salario evidentemente quedó muy corto? Todos quieren más y cada uno tiene argumentos válidos a la hora de exigir los aumentos, pero la dura realidad es que del mismo cuero salen todas las correas y al ministro de hacienda hogareño le resulta imposible acceder a todas las solicitudes.

El presupuesto general de gastos e ingresos de la nación es, aproximadamente, el mismo cada año. Es una única torta que debe alimentar a todos los programas del Gobierno, las inversiones, los insumos, la construcción de edificios y rutas, y, claro, pagar los sueldos de todos los funcionarios públicos, tanto a los que trabajan como a los planilleros.

La comparación con la torta es pertinente porque si alguno de los comensales se lleva una porción mayor eso significa que a otro le tocará menos. Si alguien come más, consecuentemente otro comerá menos. Por eso, los “recortes” son inevitables.

Ciertos expertos en economía afirman que la torta puede aumentar de tamaño de modo que los entes públicos también puedan recibir más. Para ello, hay tres caminos: subir los impuestos, ampliar la cantidad de contribuyentes y contraer nuevos préstamos del exterior.

Cada una de dichas alternativas tiene sus pros y sus contras, nada es gratis en esta vida. El aumento de impuestos va a disgustar a los contribuyentes directos y hará que los productos de consumo sean más caros para la población en general. Ampliar la base tributaria es una buena idea, pero hacerla realidad demanda un proceso complejo y lento, dado el alto nivel de informalidad de nuestro movimiento económico. Tomar más préstamos de afuera significa endeudar más al país y trasladar la pesada carga a las generaciones del futuro.

Entonces, aunque parezca muy elemental, tenemos que hacer como nación lo que habitualmente se recomienda a los administradores del hogar: gastar lo que se tiene, comer lo más equitativamente posible lo que hay sobre la mesa y no endeudarse hasta las coronillas para quedar a merced de los buitres financieros.

ilde@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...