A 41 años de la tragedia

En una típica tarde calurosa de febrero, pero de hace 41 años, una tragedia de magnitudes nunca antes vistas sacudía a nuestro país. El hundimiento del barco Myriam Adela, ocurrido el 10 febrero de 1978, acababa con la vida de 113 personas.

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“El barco se hundió despacio después de dar la primera vuelta. Salió un rato y allí se salvó mucha gente, pero al hundirse muchos seguían agarrados a la barandilla a pesar de que se iba al fondo”, fue el relato que dio Faustina Ortíz luego de aquella fatídica tarde 10 de febrero del 1978. “Salí afuera (del bote), agarré un colchón que flotaba y vi al comisario de abordo, parecía que estaba mal, lo subí sobre una madera del techo”, agregó.

La mujer fue una de las 56 personas que sobrevivieron al naufragio más grande de la historia del Paraguay. Un total de 113 muertos (19 no identificados) y 56 sobrevivientes, este es el saldo que dejó el accidente que sufrió el buque Myriam Adela en el entonces conocido puerto Kemmerich, actual Puerto Abente, ubicado en el departamento de Concepción. Este y varios relatos más escalofriantes quedaron registrados en las páginas de nuestro diario.

Un día antes, el jueves 9 de febrero a las 7:00, el “Myriam Adela” zarpaba de Asunción con rumbo al Norte del país, realizando numerosas paradas antes de culminar en Vallemí. En principio, solo eran 26 pasajeros, con distintos destinos ubicados a orillas del río Paraguay. Sin embargo, como era habitual, durante todo el tramo iban sumando carga y también ciudadanos.

“Dale toda la máquina y vamos hacia la costa”, gritó al maquinista el capitán Juan Bautista Coronel cuando el viento empezó a soplar muy fuerte. Eran las 19:15 del 10 de febrero y estaban a menos de 1000 metros del Puerto Kemmerich.

“Yo creo que el quería resguardarse bajo la barranca de la orilla. En ese lugar estaba una lancha cargada de palmas. Al cambiar el rumbo, vino un viento más fuerte, una especie de remolino que dio la vuelta al barco”, relató Prudencio Silva, el segundo comisario del “Myriam Adela”.

Gritos desesperados, llantos, pedidos de auxilio y personas siendo tragadas por los restos del barco, adultos luchando por sus vidas y niños ahogándose rápidamente en brazos de sus padres, ese fue el trágico panorama que inundó los minutos que siguieron. Casi todos los que estaban bajo techo quedaron atrapados y se hundieron juntos, en un lúgubre abrazo conjunto, como consta en las imágenes del día en que los restos del buque fueron rescatados.

Eligio González Aponte trabajaba en una estancia ubicada en las cercanías de Puerto Kemmerich en esa época. El día del accidente, su patrón le comunicó por radio que la embarcación llevaba una encomienda para la hacienda. En una entrevista brindada para ABC Color en el 2015, recordó que ese día estaba despejado y no había indicios de que se avecinaba una tormenta.

Destacó que generalmente la embarcación hacía sonar la bocina antes de llegar al muelle, pero esa vez ese sonido no llegó. De repente, llegó un rápido aguacero, un fuerte viento y, segundos después, escuchó los pedidos de auxilio mientras el barco se iba a pique.

En un acto de valentía, el hombre subió a su canoa y remó hacia la embarcación, recogiendo a quienes más desesperados veía. Hizo dos viajes rápidos, en los cuales llenó su pequeño bote hasta más no poder. Esa tarde, Don Eligio salvó 25 vidas.

Ese día, Ilde Silvero, quien entonces tenía 25 años, se encontraba como todos los días trabajando en la redacción de ABC Color cuando el director Aldo Zuccolillo le informa que debe partir rápidamente rumbo a Concepción porque, a través de radio, recibió el dato sobre un accidente ocurrido en aguas del río Paraguay. “Cuando eso no teníamos teléfono”, recuerda el periodista.

Pese a que en ese entonces él era el encargado de cubrir el área de educación, lo enviaron para cubrir este accidente porque debía viajar en una pequeña avioneta que solo tenía espacio para el piloto y una persona más. “No podía llevar un fotógrafo, entonces agarré mi cámara, mi grabadora, y fui hasta el aeropuerto”, relata.

Llegó hasta el lugar de los hechos aproximadamente una hora y media después de lo ocurrido, antes que cualquier unidad de rescate -afirma- y se encontró con una lamentable escena: Gritos, llantos y sobrevivientes pidiendo auxilio en medio del agua. El propietario de la estancia aledaña al río estaba socorriendo a las víctimas que quedaron sujetas a pedazos de la embarcación.

“Fue uno de esos momentos en los cuales te encontrás en la encrucijada entre cubrir el evento o ser partícipe y salvar vidas. Hice las dos cosas”, recuerda Silvero. El reportero subió al bote y, en compañía de un trabajador de la estancia, siguieron recogiendo a las personas que pedían auxilio en medio del agua.

“Se agarraban a lo que podían, colchones, pedazos de madera, ramas cercanas. Alrededor nuestro había cuerpos flotantes. Teníamos que priorizar solo a aquellas que mostraban signos de vida”, expresa con pesadumbre. Aunque no puede recordar todos los detalles, debido al paso de los años, Silvero cuenta que, debía tomar fotografías y, a la par, rescatar sobrevivientes.

Aproximadamente dos horas después de haber llegado al lugar, tuvo que volver rápidamente a Asunción, puesto que tenía que traer las fotografías y escribir lo que al día siguiente saldría en primera plana.

 

En principio, se hablaba de 60 muertes y en los primeros días apenas se hallaron tres cadáveres. Sin embargo, lo trabajos de rescate se realizaron incansablemente durante muchos días más. Con el correr de la semana, fueron hallando más víctimas fatales. Para el 16 de febrero, se tenían 19 sin identificar y 19 ya reconocidos por sus familiares.

El 25 de febrero encontraron 25 cuerpos más, sumando así 41 los fallecidos hallados. Finalmente, tras 17 días de rescate, el 26 de febrero el buque fue retirado del agua por una grúa de la Armada Nacional que a último momento recibió la colaboración de la grúa “Erika”.

Dentro de la nave, la imagen fue una que probablemente ningún presente podrá borrar de su memoria; hallaron 38 cadáveres, sujetos a las puertas o barandales del barco, padres e hijos abrazados y cuerpos aplastados por los restos de madera. Fueron reconocidos 20 personas y el resto tuvo que ser inhumado sin ser identificado.

En total, durante todos esos días de trabajo, se recuperaron 113 cuerpos. Según los sobrevivientes, entre los pasajeros del Myriam Adela, se encontraban numerosos niños de distintas edades, ninguno de ellos sobrevivió.

Luego de las indagaciones, determinaron que la causa del hundimiento no fue una tormenta nada más sino la sobrecarga con la cual viajaba al momento en que iniciaron los fuertes vientos. El Myriam Adela era un transporte de pasajeros y de carga.

Finalmente se determinó que iban a bordo más de 160 personas, entre hombres, mujeres y niños de distintas edades. Además, también llevaba una gran cantidad de carga cuyo peso es difícil de precisar debido a que en cada parada se subían más productos, cajas de cervezas, varillas o artículos pesados al barco.

Sin embargo, se estima que el peso total de los productos que eran transportados superaba las 17 toneladas. Todos los sobrevivientes coincidieron en que no podían siquiera moverse debido a la sobrecarga. Precisamente debido al hacinamiento, muchos fallecieron en el interior sin poder romper las ventanillas para intentar salvarse. “Solo los adultos, que sabían nadar, se salvaron”, lamenta Ilde.

 

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