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“La novela póstuma de García Márquez se encontraba entre los papeles depositados en el Harry Ransom Centre (Austin, Texas, EE.UU.) hasta que, con la idea de conmemorar los diez años de su fallecimiento, la familia concluyó que tiene: ‘muchos y muy disfrutables méritos y nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje y narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano, su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor’. Nos llena de felicidad contaros que la tendréis en librerías el 6 de marzo (...) en todos los países de lengua española (salvo México, donde será publicada por nuestros compañeros de editorial Planeta)”, publicó el sello literario en su cuenta de la red social X.
Cuando la escribió “estaba sufriendo demencia”
Según sus colegas y amigos cercanos, Gabo trabajó en la novela por última vez a finales de la década del 90 e inicios de 2000 escribiendo y reescribiéndola varias veces ̶ como acostumbraba hacer con la mayoría de sus obras literarias ̶ , pero la abandonó para concentrarse en la escritura de sus memorias que vieron la luz en 2002 bajo el título de Vivir para contarla. Posteriormente, en 2004, publicó su última producción literaria conocida, la novela Memoria de mis putas tristes.El escritor británico-estadunidense Salman Rushdie (1947) aprovechó su participación en los diálogos del Festival de Literatura Kosmopolis, organizado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (España), para expresar su preocupación por la publicación póstuma de la novela, autorizada por los herederos, ya que mientras la escribía, García Márquez “estaba sufriendo demencia” y consideró que “quizá no hará justicia al escritor colombiano”. Con estas declaraciones en torno al gran evento que supone la aparición de una nueva obra literaria de Gabo 20 años después de la última que vio la luz, se abre el debate sobre si pesa más el posible deseo del autor fallecido de no publicar el escrito, como se comenta entre críticos literarios, y el gran entusiasmo que despierta entre los lectores tal anuncio.
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La historia nos muestra cómo muchos de los títulos más importantes de la literatura, filosofía y la cultura resultaron de publicaciones póstumas: El proceso, de Franz Kafka, Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, Del romancero español al compuesto paraguayo, de Helio Vera, por mencionar algunas. Sin embargo, hay quienes consideran que respetar la voluntad del autor es hasta un compromiso con su legado.
Mucha leyenda sobre lo póstumo
Al respecto, el escritor y periodista paraguayo Bernardo Neri Farina nos comparte su parecer y afirma que hay aspectos que observar: “Primero, si un autor no quiere que una obra suya sea publicada luego de su muerte, él mismo destruirá su original. ¿Por qué le pediría a otro que lo hiciera luego de que él falleciera? (a no ser que estuviera ya imposibilitado). Al respecto, pienso en Max Brod, el amigo de Kafka que publicó obras de este tras su muerte ocurrida en 1924. Algunos lo tildaron de “traidor” a la memoria de su amigo. Pero creo que hay que agradecerle el habernos posibilitado conocer buena parte de la producción de Kafka, entre ella la novela El proceso, que da, precisamente, pie al adjetivo “kafkiano”. Hay mucha leyenda alrededor de este tipo de hechos. Todo escritor escribe para ser leído. Si no le gusta lo que escribió, pues él mismo se deshace de lo escrito”. Considera además que “una obra de arte, una vez realizada, escapa a la voluntad de su autor y pasa a ser patrimonio intangible de la gente. Un libro condenado a la condición de inédito por el autor no tiene sentido. Si este hubiera deseado que nadie lo leyera, él mismo lo hubiera destruido. Si no lo hizo es porque, tal vez, no estaba seguro de su propia decisión. Esto, más allá de cualquier discusión de tenor crematístico respecto a los herederos”.
Le consultamos si tiene alguna obra que preferiría guardar para la intimidad o que no llegó a convencerle que viera la luz y subraya que eso de decir “yo escribo solo para mí” es una expresión de “esnobismo estéril”. Confiesa: “Hubo textos que los guardé durante bastante tiempo, pero con la intención de que en un momento dado los trabajara mejor hasta obtener el resultado óptimo que yo buscaba. Y hubo casos en que directamente los borré de la computadora, porque me parecían mediocres o cursis. Además, jamás me gustó que otro leyera un escrito mío antes de que estuviera bien. Por pudor, no dejaría ningún escrito que otro pudiera leer tras mi muerte, a no ser que fuera un escrito que yo quisiera que fuere leído e incluso publicado póstumamente”.
Epílogo
Citando al propio Gabriel García Márquez, cuya conversación con su colega, amigo y compadre Plinio Apuleyo Mendoza (1932) se publicó bajo el título de El olor de la guayaba en 1982 y en la que afirma: “En realidad, nunca me ha interesado una idea que no resista muchos años de abandono. Si es tan buena como para resistir los quince años que esperó Cien años de soledad, los diecisiete de El otoño del patriarca y los treinta de Crónicas de una muerte anunciada, no me queda más remedio que escribirla”, celebramos que En agosto nos vemos haya llegado al papel y no queda más que esperar que llegue a nuestras manos y así mitigar la nostalgia por las letras del creador del realismo mágico y uno de los principales referentes del boom latinoamericano de la literatura.
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Sobre la novela
“Cada mes de agosto Ana Magdalena Bach toma el transbordador hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace. Esas visitas acaban suponiendo una irresistible invitación a convertirse en una persona distinta durante una noche al año. Escrita en el inconfundible y fascinante estilo de García Márquez, En agosto nos vemos es un canto a la vida, a la resistencia del goce pese al paso del tiempo y al deseo femenino”, detalla la editorial Penguin Random House en su página web como breve presentación de la obra.
La portada del libro es obra del ilustrador y artista plástico español David de las Heras.