Según un comunicado del Ministerio de Interior, el saudí fue ejecutado en la Región Este del ultraconservador reino árabe, donde las ejecuciones se aplican con sable, había sido condenado por “integrarse a una célula terrorista que busca sembrar la corrupción en el país”.
Otros cargos por los que una corte especial saudí le encontró culpable de terrorismo son "disparar contra vehículos y personal de seguridad con la intención de matarlos, poseer armas y municiones (...) y encubrir a personas buscadas".
"El Tribunal Penal Especializado le sentenció a muerte y el veredicto fue ratificado por la Corte de Apelación y la Corte Suprema (...) y se dictó un decreto real" para poner en práctica "lo decidido legalmente", dijo la nota.
Se trata de la decimonovena ejecución en 2023 en Arabia Saudí, que aplica una estricta versión de la sharía (Ley Islámica), de ellas 17 sólo en marzo, de ciudadanos saudíes y extranjeros condenados a muerte por asesinato, tráfico de drogas, sodomía o terrorismo.
La Organización Europea-Saudí para los Derechos Humanos (ESOHR) denunció a principios de abril que una de esas acusaciones fue la primera que se realiza en 14 años durante el mes sagrado musulmán de ramadán, en el que habitualmente no se aplican las condenas a muerte sino, al contrario, se indulta a decenas de reos.
La tasa de ejecuciones en Arabia Saudí casi se ha duplicado desde la llegada al poder del primer ministro y príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, hace siete años y, durante este tiempo, se ha aplicado la pena de muerte a más de mil personas, según la ONG Reprieve y ESOHR.
En 2022, la cifra total de ejecuciones fue de 147, lo que le convierte en uno de los peores verdugos del mundo junto a otros países como China, Irán o Egipto.