
«Piensa todos los días en la muerte –decía Rafael Barrett– y tu obra resplandecerá de vida». Y la escritora Ana Vega, en El Cuaderno Griego, habla del dolor, del silencio, del «no muerto», ese cadáver vivo que respira en la oscuridad, oxidándose hasta perderse para al final encontrarse a sí mismo, para descubrir su propio yo, su propio camino. Ana Vega conoce la noche que nos habita, reflexiona sobre el mundo de forma tan íntima que nos identificamos con sus pensamientos. Ha vuelto de la soledad para contarnos que a veces es necesario «volver al dolor. Lo conocido». Ana Vega nos confiesa cómo es la oscuridad, cómo es sentirse solo, cómo «sobrevivirnos».

Antes de conocer personalmente a José Luis García Martín, ya le iba conociendo a través de la lectura de sus poemas, de sus reseñas, de sus diarios (publicados los domingos en La Nueva España). Más tarde, invitado por José Ángel Gayol, me acercaría a la Tertulia Oliver que García Martín presidía los viernes por la tarde en un café, hoy día cerrado, de la calle el Rosal. Desde aquel entonces, no pararía yo de asistir a sus tertulias; eran ya para mí un nuevo hogar. Uno aprende mucho con José Luis García Martín. Es un gran maestro para todos los que nos acercamos a escucharle. Con él se puede hablar casi de todo, hasta de fútbol.