El maltrato infantil, tanto extra como intrafamiliar, es actualmente un problema psicosocial muy grave, pero su categorización como problema es muy reciente. Siendo tan antiguo como la sociedad humana, no ha sido hasta hoy, a lo largo de la historia, considerado un problema. Ha cobrado importancia bastante para aparecer ante la opinión pública como una realidad que es necesario paliar y prevenir solo a partir de la segunda mitad del pasado siglo XX.
William Seward Burroughs, hombre dado al exceso y a la desviación de lo habitual en el consumo, el sexo y la literatura –drogadicto, homosexual, escritor experimental–, era un buen conocedor de las drogas y de sus efectos (en carne propia), un conocedor del poder absoluto en su forma más invasora y más íntima, que es la del poder que una sustancia puede llegar a tener sobre los actos, la mente y el cuerpo del que la consume. En su visión del control que somete a los individuos, Burroughs sabía de qué estaba hablando. Dedicó su vida entera a escapar de eso. Con apomorfina y un pensamiento tenaz e investigador, con metadona y una escritura rebelde. Es muy contemporáneo, por sus ideas, en nuestra sociedad de consumo, que es una sociedad de adictos.