Venezuela no se está derrumbando. Ya se derrumbó y adquiere plena vigencia aquel viejo dicho según el cual siempre se puede estar un poco peor. No se trata de establecer puntos de comparación con el pasado democrático del país sino de tomar plena conciencia del presente para, desde aquí, echar las bases hacia un mejor futuro, hacia la construcción de una nueva Venezuela. Para tal fin lo único que deben mantenerse son los principios fundamentales de la vida en democracia y libertad, con perdón de la redundancia. En toda democracia verdadera, la libertad es un supuesto indispensable para su vigencia.
El gobierno de Nicolás Maduro es el único responsable de la dramática situación del país. Una responsabilidad exclusiva y excluyente. No se puede desviar hacia el movimiento estudiantil universitario, ejemplo de tenacidad, coraje y claridad en los objetivos que se han trazado. Los estudiantes de 2014 están siendo ejemplares herederos de las distintas generaciones que los han antecedido en las luchas por la libertad. En 1814 y en el siglo XX las de los años 28, del 38 y del 58. El estudiantado ha logrado arrebatar la careta al régimen, hoy desnudo en medio de una incompetencia y torpeza mayores a las de cualquier otro régimen en el pasado. Se desmorona.