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En América Latina y el Caribe, la mayoría es todavía más abrumadora, y aquellos que eligen vivir en la ciudad representan al 80% de la población, convirtiéndola en la segunda región más urbanizada, ligeramente por detrás de Norteamérica. Este proceso de urbanización -reciente y creciente- ha generado grandes problemas, como los asentamientos informales o la creación de bolsas de pobreza, pero deja una realidad incuestionable: cualquier solución a los grandes retos de la humanidad pasa inevitablemente por las ciudades.
Por eso, para combatir el cambio climático, cuyas consecuencias serán más drásticas en regiones en desarrollo como América Latina y el Caribe, las ciudades deberán tomar medidas urgentes de adaptación y mitigación, y promover la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en la planificación y el ordenamiento urbanos.
Esto significa convertir a las ciudades en espacios que conviven de manera armónica con la naturaleza, por ejemplo a través de parques, jardines, infraestructuras resilientes y amigables con el medio ambiente, bosques urbanos, sistemas de transporte limpio, entre otras actividades que contribuyan a integrar los recursos naturales y a promover una actividad socioeconómica baja en emisiones de gases contaminantes. El valor adicional de estas inversiones es que mejoran de manera sustancial la calidad de vida de los ciudadanos.
“El cambio climático y la contaminación ambiental constituyen fenómenos que condicionan las agendas de nuestras ciudades. Para abordarlos, es necesario que los gobiernos locales contemplen e integren el cuidado de la biodiversidad, el desarrollo de las infraestructuras y el crecimiento urbano en general, en sus planes de desarrollo urbanístico y la legislación que de ellos debería desprenderse”, dice Pablo López, coordinador de la iniciativa Ciudades con Futuro de Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
Según López, se empieza a formar un consenso creciente entre los alcaldes latinoamericanos para establecer un modelo de crecimiento urbano en armonía con el cuidado de la biodiversidad y el medio ambiente en general. Muestra de ello es la declaración que recientemente firmaron los alcaldes de ocho ciudades de la región para promover un nuevo concepto de adaptación de las ciudades al cambio climático: el de biodiverciudades. Las ciudades que suscribieron esta declaración fueron: Barranquilla (Colombia), Córdoba (Argentina), Lima (Perú), Luján (Argentina), Maldonado (Uruguay), Niterói (Brasil), Timbiquí (Colombia), Ushuaia (Argentina).
El concepto de biodiverciudad nace de la necesidad de incorporar de forma efectiva e integral la biodiversidad local y regional en la planificación urbana, como eje e instrumento esencial del desarrollo socioeconómico. La iniciativa biodiverciudades, coordinada por el Instituto Alexander von Humboldt de Colombia y el Foro Económico Mundial, reúne a los gobiernos de las distintas ciudades del país, empresas y sociedad civil con el fin de forjar un futuro en el cual la naturaleza beneficie a las ciudades y las ciudades beneficien a la naturaleza.
Según Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, el objetivo de la ciudad “debe ser la conservación del medio ambiente, de nuestras bellezas naturales, sin perder de vista esa carrera y ese entusiasmo que hay por reducir las emisiones de carbono. Es un llamado a la acción a través de nuestro ejemplo para que el resto del mundo se apene de no dar ese paso que sí estamos dando nosotros”.
Medidas
El cambio climático tendrá consecuencias que serán más drásticas en regiones en desarrollo como América Latina y el Caribe; las ciudades deberán tomar medidas.
Integral
El concepto de biodiverciudad nace de la necesidad de incorporar de forma efectiva e integral la biodiversidad local y regional en la planificación urbana.
(*) Ejecutivo principal de comunicación en el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).