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La Basílica de la Virgen de los Milagros de Caacupé estaba cerrada, la plazoleta sin la acostumbrada alfombra humana; en los alrededores del Santuario, la céntrica plaza Teniente Fariña y en la zona del Pozo de la Virgen no hubo el vaivén de feligreses ni el movimiento de vendedores del “Caacupé Poty” o “Recuerdo de Caacupé”. En las calles de todo el microcentro caacupeño no se vio el gentío acostumbrado de cada 7 y 8 de diciembre; en el trayecto del peregrino (desde Ypacaraí hasta la iglesia) no hubo la tradicional caravana de los promeseros. Ese era el panorama en Caacupé.
En cambio, en medio de tanto silencio, más que nunca había un retumbar del fervor mariano; del pueblo que obedeció el pedido de sus pastores de “peregrinar con el corazón” para preservar la vida: la suya, las de sus seres queridos y su prójimo, por lo que desde su hogar participó de la misa en forma virtual a través de las redes sociales, radioemisoras, canales de televisión y otras vías.
Es verdad, ver todo ese vacío y sentir ese silencio era sobrecogedor, impactante, para la población serrana y todos aquellos que conocen lo que significa la fiesta de la madre común de los paraguayos, con miles de devotos que convergen desde los diferentes puntos de nuestro país y del extranjero.
Eran aproximadamente las 22:00 del 7 de diciembre y la plazoleta estaba desierta, algo nunca visto por al menos las últimas dos generaciones, según lo testimoniaron Adriana Gaona (30) y Brenda Cruz (24), caacupeñas que se trasladaron en bicicletas desde la zona de la terminal de buses de Caacupé para observar ese hecho que marca un hito en la historia paraguaya.
La suboficial Rumilda Céspedes, quien desde hace tres años forma parte del contingente policial del operativo de seguridad, también dijo estar sorprendida por la situación vivida a esas horas en la capital de la fe mariana. Ella, junto a sus colegas, se veían distendidos en el acceso a la plazoleta desde la parte frontal de la Basílica que se encontraba totalmente vallada.
A unos metros, otro grupo aproximado de diez uniformados alimentaban palomas. Cada cierto tiempo, algunos ciudadanos se acercaban a entregarles alimentos a los efectivos de seguridad.
En resumen, contados devotos caacupeños, decenas de policías y aproximadamente dos decenas de trabajadores de prensa se concentraban entre la plazoleta y los alrededores de la Basílica antes de la medianoche.
Recibimiento
A la medianoche decenas de caacupeños concurrieron a las calles adyacentes del Santuario para observar y tomar imágenes de la explosión de fuegos artificiales para celebrar el inicio del día de la Inmaculada Concepción de María, el 8 de diciembre. Luego de pocos minutos se dispersaron.
Alrededor de las 01:00 comenzaron a llegar a la Basílica los integrantes del coro del Santuario, impecablemente uniformados de celeste y azul marino.
Ya durante la misa central celebrada a puertas cerradas se acercaron algunas personas, entre ellas el matrimonio conformado por Petrona y José, que pese a estar al tanto de las restricciones decidieron llegar desde San Juan Bautista (Misiones) a la casa de la Virgencita Azul para cumplir su promesa y pedir su intercesión ante Dios para que puedan concebir un hijo para completar su familia. Afirmaron que la familia y el amor son la base de la sociedad.
El pirí y las montañas de basura estuvieron ausentes en la explanada y el entorno del santuario, pero sí deambulaban por la zona sacra numerosos ejemplares del “mejor amigo del hombre”.
Emprender el vuelo...
“Hoy, que es un día tan especial, la Virgen nos está mirando con inmenso amor en esta situación que nos toca vivir y que sabe que es para nuestro bien. Estoy seguro de que esto nos va a ayudar a levantarnos hasta emprender un vuelo y llegar a ser una gran nación. Eso es lo que podemos decirle a nuestra gente, porque nuestra gente demostró su calidad”, expresó el obispo de la Diócesis Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, minutos antes de iniciar una caminata en solitario por el centro de la plazoleta desde el acceso de la Basílica hasta la capilla principal donde presidió la misa central que comenzó a las 07:00.
Antes de pronunciar esa frase expresó su sentir por celebrar el día de la Inmaculada Concepción de María en una ciudad vacía de feligreses, “aunque llena de fe y devoción”. “Nos preparamos tanto para un acontecimiento enorme, grande, sabiendo que tiene un significado enorme para todo el Paraguay y que traspasa la frontera. Y bueno, celebrar así...”, expresó como si se hubiera quedado sin palabras para describir el hecho.
Altarcitos en casa
Gran parte de la feligresía comprende la situación y otros acompañan desde sus casas con las celebraciones familiares, hogareñas, resaltó. “Felizmente, la mayoría instaló en sus casas un altarcito, un nicho, para poder allí colocarle a la Virgen y celebrar. Me mandaron cientos de fotos, videos de lo que están haciendo en todo el país, incluso de Puerto Yguazú, Argentina, a donde también llega (la devoción). Eso por una parte alegra, alegra, pero queda este vacío que uno no sabe qué responder; no es lo nuestro pues. Primera vez que nos toca una situación así”, señaló monseñor Valenzuela.
El pastor católico comentó que permaneció despierto toda la noche y que experimentó mucha ansiedad por lo que sería la celebración eucarística central.
“No era esa alegría que uno experimenta... (habitualmente, en la víspera de la fiesta mariana); uno no puede dormir, pero de alegría y, sin embargo, ahora qué es lo que voy hacer, cómo lo voy a hacer, qué actitud voy a adoptar, bueno..., todas esas cosas son las que dan vueltas (en la cabeza)”, dijo el obispo al describir su sensación en la histórica fiesta “en modo covid” en honor de la Virgen de los Milagros de Caacupé.
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