En el infierno de Dante hay un lugar reservado para aquellos que, como azúcar, esparcen lisonjas con su lengua. Una fosa llena de excrementos para los cobardes aduladores que solo enaltecen la vanidad, incapaces de señalar errores. De ellos, al parecer, se rodea el presidente, una corte que le celebra un gol mientras la gente muere por falta de oxígeno.
Es evidente que una restricción para circular en horas de la noche no frena los contagios del covid-19. Aun así, el gobierno con sus medidas, sigue golpeando la economía de los trabajadores independientes. Nada más por un minuto, pongámonos en el lugar del lomitero a quien desde hace más de un año sus ventas se le redujeron drásticamente. Por si fuera poco, ahora y una vez más, el presidente Mario Abdo le niega una garantía constitucional: El derecho al trabajo.
La semana pasada, 48 médicos recibieron una segunda dosis equivocada de la vacuna contra el covid-19. En lugar de aplicarles Coronavac, el primer inmunizante que recibieron, se les aplicó la Sinopharm. Lo que las autoridades llamaron un “error programático” sólo hace aumentar la duda y desconfianza de aquellas personas desinformadas y con temor a las vacunas.
Siempre fuimos minoría los que anhelamos un país mejor. El resto, al que no le importa nada, es la mayoría y por lo tanto decide quién está en el gobierno. La falta de información o la falta de interés para acceder a ella son el denominador común en esa ciudadanía dormida y conformista.
Cada tanto, la paciencia de la ciudadanía llega a su límite y se produce el estallido, una explosión descontrolada que luego es criticada por los ladrones de guantes blancos. Entonces, aparecen orondos señalando a los supuestos vándalos. Declaraciones como las del diputado Ángel Paniagua tratando de heroico a Mario Abdo, y minimizando las 3.500 muertes por covid, son la chispa que produce reacciones como las del miércoles por la noche.
La situación en el país es crítica en todos los sentidos. Eso no está en discusión. A estas alturas, los únicos que podemos cambiar el rumbo somos nosotros. Ningún político puede hacerlo, en primer lugar porque rectificar lleva su tiempo y, además, parece que mucho no les interesa.
Qué mucho se dijo ya sobre las cárceles de nuestro país y en especial, sobre la penitenciaría de Tacumbú. Ese inframundo, construido en plena ciudad de Asunción, nuevamente fue escenario de una barbarie. La mole abrió sus rejas para que seamos testigos de la terrorífica vida que para sus habitantes, se ha vuelto rutina.
Dice Albert Camus en “La Peste”, que el modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere. Ahora, ampliemos eso a un país, específicamente, Paraguay. ¿Alguna vez se han puesto a pensar cómo trabajan nuestros compatriotas, cómo aman y cómo mueren? La respuesta que me viene a la mente otra vez me lleva a la obra maestra del escritor argelino: una peste.
