Corruptovirus

El país está atravesando la peor epidemia de dengue de todos los tiempos. El Ministerio de Salud advierte de una epidemia de influenza en breve y la llegada del Coronavirus. Sin embargo, hay un virus que ha permanecido en el tiempo y se ha convertido en la plaga más grande que pesa sobre la ciudadanía paraguaya: la corrupción.

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El caso Ronaldinho nos posiciona en el mundo nuevamente en la noticia, pero no por el fin que vino a cumplir en nuestras tierras de presentar su libro o apoyar un programa de asistencia de salud a niños, sino porque una vez más ha dejado en evidencia la fragilidad y contaminación de un sistema que se ha vuelto inmune a cuantas autoridades hayan pasado, que no lograron erradicar el mal que hay en esos lugares.

Desde Batman (Bruno Díaz) hasta Íbar Pérez Corradi o Barakat han podido acceder a documentación falsa o adulterada de identidad en nuestro país sin que esta historia pueda tener un corte definitivo.

Ahora se investiga, decía el fiscal Federico Delfino, a un esquema que trabaja en sintonía con tentáculos que operan más allá de una sola institución pública; Policía, Migraciones, Ministerio Público y del Interior. En cada uno de esos lugares operan los funcionarios corruptos que permitieron que el exjugador mundialista pueda tener documentos incluso antes de pisar la tierra guaraní.

Según un informe dado a conocer en enero de este año por la ONG Transparencia Internacional, Paraguay es el quinto país más corrupto en América Latina, teniendo como principal elemento el dinero sucio en el financiamiento de los partidos políticos. Si miramos con esperanza, veremos que este 18 de febrero pasado el Ejecutivo promulgó la ley de financiamiento político a pesar de las oposiciones que tuvo en el Congreso y que finalmente cayeron por tierra.

La corrupción paraguaya no ha sido el único “virus” que ha dañado a nuestro país y que permanece a través de los años. Liderazgos han pasado sin poder desmontar las estructuras contaminadas que recaen en la desigualdad que sufre el pueblo como consecuencia de esto, sumado a una mediocre educación y la cultura de la impunidad enraizada y ligada a esta maldita costumbre que provoca el descreimiento hacia las instituciones.

Alguno ha osado poner mano dura en sistemas contaminados y, sin embargo, fueron ellos los que debieron dar marcha atrás, como fue el recordado caso del doctor Aníbal Filártiga, quien salió corriendo del Instituto de Previsión Social refiriendo: “El IPS es una gran manzana a la que todos los sectores de todos los estamentos quieren dar un mordisco y eso se presta a mucha corrupción porque hay mucho dinero en juego”.

Nuestro país necesita herramientas y un gran trabajo de organismos, impulsados por personas comprometidas, honestas, que sean capaces de permanecer en la convicción y no tambalear, para erradicar a este gran virus llamado corrupción que hace tanto tiempo asedia y corrompe las instituciones que nos gobiernan.

smoreno@abc.com.py

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