Quinquenio, nombre del ave de vistoso plumaje verde, se había convertido en mascota y socio de Peñarol gracias a unos supuestos poderes sobrenaturales, que ayudaron a la plantilla a conquistar el campeonato uruguayo entre 1993 y 1997.
A pesar de tener carnet oficial, Quinquenio no pudo entrar en el estadio donde ese día Peñarol y su más enconado rival, Nacional, se enfrentarían en partido de la primera jornada del Grupo 2 de la Copa Libertadores.
"Si entra, puede generar incidentes entre las hinchadas", explicó con mucho tacto el responsable del operativo de seguridad en el Campus Municipal al presidente de Peñarol, José Pedro Damiani.
La poderosa razón expuesta bastó al directivo para desistir de su intención y evitar cualquier gesto que fuera interpretado por los hinchas de Nacional como una ofensa o provocación.
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Además, no podía ponerse en riesgo la integridad del amuleto.
Para muchos hinchas del Carbonero el superclásico de ese día enseñó que las buenas vibraciones de Quinquenio llegaban al equipo no necesariamente dentro de la cancha.
Pablo Bengoechea y Andreé González sellaron con sus goles la victoria de Peñarol por 2-1 sobre Nacional.
