Mientras el escandinavo se refugia en la frialdad del equipo, una estructura científica y calculadora que planifica hasta el último milímetro el rendimiento es pos de la victoria, Pogacar aparece como un mosquetero solitario con ganas de desafiar ese imperio.
La afición está de su lado, porque tiene más carisma y porque es capaz de dar al ciclismo la épica que este deporte siempre ha tenido, algo acallada por una excesiva programación.
Pogacar y Vingegaard, los dos mejores ciclistas del momento, son capaces de alimentar esa rivalidad, cada uno con sus armas.
"Seguimos el plan al pie de la letra", afirma el danés, mientras el esloveno repite que le gustan los retos. Y ninguno mejor que vencer al mejor ciclista del momento.
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La cigarra contra la hormiga, el ciclista que se agarra como un clavo ardiendo al sacrificio frente al amante de los zarpazos, los golpes secos y las exhibiciones estéticas. El duelo está planteado y promete años de gloria al ciclismo.
Vingegaard, de 26 años, asegurá que el Tour será siempre su máxima prioridad, la única que justifique pasar 150 días al año lejos de su familia. Conquistar el tercero será su meta y ningún esfuerzo debe desviarse de la misma.
"Si, este año he tenido más confianza, tanto en mi como en el equipo. Conocía mis puntos fuertes y sabía cómo aprovecharlos. Supimos a nivel de equipo lo que teníamos que hacer y ha funcionado el plan", asegura.
Pogacar, de 24 años, es más prosaico. El esloveno no quiere renunciar a otros fines, a volver a competir en primavera, a ganar la París-Niza, la Vuelta a Andalucía, el Tour de Flandes o la Flecha-Balona.
"Siempre estoy en forma en primavera ¿Por qué tendía que renunciar a esas carreras? Me gusta estar en todos los terrenos (...) Adoro los retos y ganar esas carreras lo son, como también lo es ganar el Tour. Voy a volver a intentarlo el año que viene", afirma.
INDURAIN VS MERCKX
El danés es un Indurain que lo fía todo al Tour, mientras que el esloveno se imagina más como un Merckx que quiere ganar en todos los terrenos.
La rivalidad está por todo lo alto y, a menos que otros corredores se sumen a la misma, el Tour puede alegrarse de tenerla.
Pogacar, más ácido en sus palabras, no se dio por vencido. El esloveno aseguró que nadie le derrotó en este Tour, que cayó por el peor día de su carrera, pero que fue un combate contra si mismo.
"Tienen uno de los mejores equipo y me consideran una amenaza (...) Pero no fueron ellos quienes me derribaron. Fui yo quien me caí, yo solo, dentro de mí, nadie me derribó", dijo.
"Volveré más fuerte, mejor preparado. Trabajaremos cada día para el año próximo, para el siguiente duelo contra Jonas y contra el Jumbo", aseguró.
Enfrente encontrará a un Vingegaard que gana en confianza y que ya no es el inseguro ciclista que irrumpió hace tres años, casi por obligación, en el Tour de Francia.
"Hace dos años ya logré resultados, pero antes no era capaz de aguantar la autopresión. Ahora he aprendido a gestionar la presión, he ganado más confianza ante los medios, en el podio y demás compromisos", declaró.
"Es positivo que haya estos duelos, este año entre Tadej y yo hemos dado espectáculo y estoy contento de ganarle", agregó. Las espadas en todo lo alto.
