Fue enormemente premiada e interpretada en el papel de su padre por un actor de primer nivel (Will Smith), que descubría el secreto del éxito de Venus, y también de su hermana Serena, que fue galardonada este miércoles con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2025.
El largometraje, reconocido con cinco premios Oscar, entre ellos el de mejor película, contaba la fórmula para triunfar. Aunque principalmente se centró en la mayor, en Venus, el recorrido de Serena, después mucho mayor, apenas asomaba en el filme.
Porque la trascendencia de Serena Williams, nacida el 26 de septiembre de 1981 en el estado de Michigan (EE.UU.), va mucho más allá de cualquier método, procedimiento o táctica.
Empezó por seguir la estela y el ejemplo de Venus. Pero después, sobre la pista, rebasó ampliamente cualquier proyección y perspectiva y se erigió en la mejor de los últimos tiempos.
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La personalidad de Serena supuso un antes y un después en el tenis femenino mundial. Su influencia fue colosal. Y alternó el éxito deportivo, donde no encontró rival, con la influencia social.
Más allá de los veintitrés títulos del Grand Slam, de los 73 trofeos ganados en total, del oro olímpico individual de Londres, o de la condición de número uno del mundo semana tras semana, la estadounidense marcó una pauta.
Mientras las competiciones masculinas se las disputaban legendarios como Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, la norteamericana asumía el protagonismo de los torneos de mujeres casi en solitario, favorita incuestionable a la victoria.
Empequeñeció la trascendencia de históricas como la alemana Stefi Graff, la serbia Mónica Seles o la suiza Martina Hingis. Incluso, lo que representó la checo-estadounidense Martina Navratilova.
A solo un título de igualar a la más grande
Hubo un tiempo en el que Serena apuntaba a ser la mejor de siempre. Pero llegó escasa de fuerzas al tramo final, sin el empuje necesario para apartar de las pistas a las jóvenes pujantes, con menos experiencia, pero con más ímpetu, con otro tenis.
Así, se quedó a las puertas la estadounidense, la única que ha amenazado el imbatible registro de la australiana Margaret Court, considerada la más grande de la historia del tenis. Cerró su carrera con veinticuatro títulos del Grand Slam.
Serena estuvo cerca, pero se quedó en veintitrés. El Abierto de Australia del 2017 fue el último.
Una revolución de fuerza y ambición
Pero la impronta de Williams fue más allá de los resultados, los títulos y los trofeos. Enterró el estilo clásico del tenis femenino.
La menor de las Williams impuso una revolución que había asomado con Steffi Graff o Mónica Seles, pero que no terminaba de asentarse: la fuerza, la potencia, el físico por encima de todo.
Y una gran ambición y un carácter competitivo extraordinario para conseguir los puntos en juego cada vez más rápidamente. El saque ganó en relevancia y la pegada, contundente.
La evolución coincidió con el desarrollo de nuevos hábitos y de pautas en alimentación o fabricación de raquetas.
Número uno del mundo durante 319 semanas, combinó como nadie el juego, el resultado y el espectáculo.
Serena dio un aire nuevo al tenis. Hizo de la cancha una pasarela donde cada movimiento y cada actuación compartían una parte atlética y deportiva y otra de estilismo, de moda. Porque Serena fue capaz de imponer su sello con la raqueta, pero también con la indumentaria.
Alternó la primera plana de los grandes medios deportivos con las revistas de actualidad. Fue un gran reclamo para las grandes firmas, creó su propia línea de ropa y colecciones de complementos.
Pero su orden de prioridades cambió radicalmente en 2017, cuando se quedó embarazada. Dejó de lado la competición y la familia fue una necesidad, y lo más importante de su vida: su hija. Regresó, pero ya solo obtuvo un título antes de retirarse (Auckland, 2021).
Siete títulos del Abierto de Australia; tres de Roland Garros; siete de Wimbledon y seis Abiertos de Estados Unidos engrandecen su carrera.
Además, un oro olímpico individual (Londres 2012), catorce grandes en dobles y tres títulos olímpicos (Sydney 2000, Pekín 2008 y Londres 2012) con su hermana Venus.
