Inyección de lechada de cal en caminos

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Se sabe que las arcillas expansivas, son suelos que presentan cambios de volumen asociados con los cambios de humedad, sobre todo en climas de intermitentes periodos de humedad. Por lo general cuando se humedece un manto o bolsón de arcilla expansiva presente en el núcleo de un terraplén, o ubicado a cierta profundidad, experimenta una fuerte expansión y puede producir considerables daños a la carretera incluido el paquete estructural.

En este caso no se expande y contrae tanto por el peso propio del terraplén, o por influencia de las cargas dinámicas del tránsito, sino que los daños se originan por levantamiento o asiento transmitido a la superficie, dañando la calzada.

De los distintos tipo de arcillas, la montmorillonita es la más destructiva, sin embargo, es afortunadamente la que mejor responde a la estabilización por medio de la cal. Las arcillas de illita y de kaolinita son menos destructivas y también reaccionan en menor grado con la cal.

Los antecedentes indican que en la década del 30, del siglo pasado, en Estados Unidos observaron que en algunos estados con climas cíclicos de humedad y sequía, los suelos arcillosos expansivos producían daños en las carreteras por más de US$ 5.000 millones/año.

Para contrarrestar este efecto destructivo, se implementó un procedimiento de estabilización de suelos llamado “Inyección a presión de lechada de cal” (LSPI por su sigla en inglés), que consiste en inyectar a presión directamente en el interior de la capa a tratar, cal hidratada diluida en agua a profundidades de 1 a 3 m y en ocasiones hasta 13 m, forzando a penetrar lateral y verticalmente en los bolsones y horizontes arcillosos, con la finalidad de formar sábanas de cal para que las capas de tierra reaccionen con la arcilla, reduzca la actividad por la humedad, incremente la resistencia y se minimice el movimiento del suelo y sus efectos dañinos.

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Los “pilotines de cal” como se los denomina, consisten en perforaciones de unos 2” de diámetro en la calzada, con barrenas helicoidales, trialetas o triconos, e inyectar cal diluida en agua (de ser necesario cemento para sellar poros) para luego inyectar a presión cal diluida en agua (en casos cemento para sellar poros) en toda la profundidad perforada, con equipos de bombeo ad hoc con una manguera con orificios, de modo que se distribuya en toda la masa por presión.

A la fecha esta tecnología nunca se utilizó en nuestro país, pese la existencia de suelos arcillosos en la mayoría de las rutas. La experiencia demuestra que las reparaciones como bacheos profundos, reposición parcial de los terraplenes, recapados, refuerzo del paquete estructural, etc., etc., que cada 2 o 3 años licita el Ministerio de Obras Públicas (para regocijo de las “asfalteras” más toda la cadena de comercialización que hay detrás) no resultan.

Experiencias en la región

En la provincia de Corrientes (con una topografía similar a la parte Oriental de nuestro país), en 1978 se inyectó cal diluida en los terraplenes y subsuelo de la Ruta Nac. N° 27 tramo Mburucuyá-Saladas, para detener las constantes deformaciones (hundimientos, ondulaciones, corrimientos, etc.) en todo el coronamiento del terraplén (calzadas y banquinas). La ruta fue construida sobre un antiguo camino con material de relleno no muy clasificado. La calzada asfáltica que se completó en 1970.

Primero procedieron a ubicar los horizontes de suelos arcillosos y determinaron la potencia de los bolsones de suelo plástico, luego las deformaciones cesaron definitivamente. Y los resultados obtenidos permitieron concluir que en un 99% mostraron un aumento de resistencia del núcleo y subsuelo, obteniéndose un incremento mayor al 100%, llegando en algunos casos a 400%, valores que se mantienen a la fecha.

En nuestros país tenemos carreteras icónicas. La Ruta IV es un ejemplo. Desde su inauguración en el 2000, el MOPC destina ingentes fondos en mantenimientos “superficiales” (a pedir de boca de los vialeros), sin embargo, los problemas persisten.

Otro ejemplo es la Ruta IX, con un largo historial de reparaciones, más una nueva “reconstrucción” a la vista, y con seguridad en tres años se repetirán los mismos trabajos, y salvo que se realice un tratamiento a profundidad para mejorar las propiedades físicas y mecánicas del suelo de cimentación, el problema persistirá.

Sería muy beneficioso para los contribuyentes, que el Ministerio de Obras Públicas solucione previamente los problemas que crean los suelos expansivos presente en la mayoría de nuestras rutas, y terminar definitivamente con uno de los mayores negociados de las vialeras.

ccaceres@abc.com.py