Parientes de su esposa, antiguos miembros de su gabinete, dirigentes de seccionales coloradas, un miembro suplente del Parlamento del Mercosur y hasta la secretaria de la actual primera dama han pasado a formar parte de la plantilla del “brutal nepotismo” invocado por el director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, intentando justificar su escandaloso reclutamiento de allegados y correligionarios para ubicarlos con altos niveles salariales en la administración paraguaya de la entidad binacional. A estar por documentos oficiales de la EBY, un total de 316 nuevos funcionarios ingresaron en la administración paraguaya desde el año 2018 hasta enero de este año, aunque sus autoridades sostienen que solo lo hicieron 243.
Mientras tanto, para desviar la atención de la opinión pública, el expresidente de la República procedió al despido de un centenar de funcionarios presuntamente “planilleros”, entre quienes se encontraban algunos más desvergonzados, ya que prevalidos de certificados médicos truchos ni siquiera concurrían a sus puestos de trabajo. Pero en la generalidad de los casos, se trataba de funcionarios de baja jerarquía, aunque con alguna suerte de privilegio clientelista.
A estar por informaciones oficiales, la EBY factura anualmente unos US$ 700 millones (menor que los US$ 900 millones que facturaba antes). De esa suma, US$ 500 millones se imputan a gastos de operación, US$ 300 millones van al lado paraguayo para gastos de personal e inversiones (léase coimas y gastos de proselitismo político, como el impulsado actualmente por Nicanor en toda la República con el ropaje de “gastos sociales”) y US$ 200 millones restantes al lado argentino para igual menester. La diferencia entre ambas márgenes se debe a que la administración del lado paraguayo tiene triple cantidad de funcionarios que el lado argentino (2.200 versus 700).
Mientras Nicanor se engolosina con despilfarrar la plata del Estado que le toca administrar en la entidad binacional para el sostenimiento de la dispendiosa plantilla de zánganos que pululan alrededor del reducido núcleo de profesionales técnicos y administrativos que en verdad trabajan, el Gobierno argentino continúa haciendo lo que se le antoja en Yacyretá. Vale decir, sigue administrando la entidad binacional como si fuera un feudo privativo del Estado argentino, en tanto el verborrágico director paraguayo se hace el desentendido y mira a otro lado. Un botón de muestra de la anarquía administrativa y financiera que subsiste en la usina binacional es que hasta ahora la EBY continúa en un estado de virtual quiebra financiera. Ni siquiera tiene definido el costo real de la electricidad que genera y, consecuentemente, mal puede establecer una tarifa congruente.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Pese a su condición existencial de entidad binacional, en la práctica la EBY continúa siendo un barco a la deriva, con bandera y tripulación argentina, cuyo capitán tiene como convidado de piedra al director ejecutivo paraguayo, a quien conforma con migajas. El Gobierno del expresidente Horacio Cartes tuvo la oportunidad de rescatar la soberanía paraguaya allí conculcada en oportunidad de la revisión del Anexo C del Tratado. Sin embargo, en vez de hacerlo, por alguna razón de interés personal o de grupos, optó por renovar por otros 40 años el entreguista statu quo expoliador concertando con su homólogo Mauricio Macri un nefasto acuerdo que retorna a foja cero el plazo para que Paraguay perciba los royalties y compensaciones que le corresponden, e introduciendo de paso el presente griego de la construcción de una nueva central sobre el Brazo Aña Cua del río Paraná. La mitad de su costo lo debe financiar el Paraguay en momentos en que al país le sobra energía eléctrica y que en cambio tiene que pagar una deuda de US$ 780 millones en el 2023 por bonos soberanos colocados en el mercado financiero internacional. Y lo que es peor aún: se ha perdido la oportunidad de cortar el nudo gordiano de la corrupción enquistada en su administración desde un comienzo y que, irónicamente, ha llevado a un expresidente de esa nación a calificar acertadamente a la entidad como un “monumento a la corrupción”.
Lamentablemente, el presidente Mario Abdo Benítez tuvo –y todavía tiene– la oportunidad de deshacer ese entuerto propiciado por su antecesor, al que en su momento había calificado como contrario a los intereses del Paraguay cuando fungía como candidato presidencial; pero, por alguna razón, hasta ahora no lo ha hecho, ni ha explicado la razón de su contradictoria actitud. Por su parte, Nicanor Duarte Frutos, locuaz como acostumbra ser, tampoco ha abierto la boca para traer al tapete del debate público las nefastas notas reversales NR 6/14 y NR 2/17, que el Gobierno paraguayo aún está a tiempo de repudiar. Más todavía teniendo en cuenta que ni el gobierno de Macri ni el actual de Alberto Fernández han mostrado mayor interés en impulsar su aprobación por el Congreso de su país.
Prueba de que la nave al garete de la EBY continúa al mando de tripulación argentina es el reciente anuncio acerca de la decisión de ese Gobierno –puesto en debate por la prensa de ese país– de “pesificar” (pagar con pesos argentinos en vez de dólares) las facturas de las centrales generadoras de electricidad, incluidas las binacionales, como Yacyretá y Salto Grande. Consultado al respecto, el asesor de la Dirección paraguaya de la EBY, ingeniero Juan José Encina, se limitó a señalar que el tema deberá ser objeto de negociación entre las Altas Partes Contratantes.
Mas, acostumbrados como están los argentinos a administrar la EBY como si fuese una empresa estatal propia, bien podríamos suponer que el actual Gobierno paraguayo –como el anterior– se avendría sin chistar a aceptar una nueva violación del Tratado a cambio de algunas prebendas, las que, por cierto, no irán a beneficiar al Tesoro, sino a los gobernantes de turno, incluido el codicioso “Mariscal de la Derrota”, quien pregona a boca llena honestidad y patriotismo, pero que a la hora de la verdad no obra en consecuencia.