Presidente aplazado

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El 15 de agosto de 2018 se iniciaba el mandato de Mario Abdo Benítez como el presidente número cincuenta y siete del Paraguay. En el acto, que se llevó a cabo en el frente del Palacio de los López, que da a la bahía de Asunción, estaban todos los que debían estar: amigos, familiares, seccionaleros, seudoopositores, con sus mejores galas. El libreto que tenía preparado el flamante Presidente estaba pensado para hacer creer a los presentes y a los que seguían el acto por los medios de comunicación, que se trataba de un comienzo nuevo y, como tal, generaba grandes expectativas. Todo lo que dijo ese día Mario Abdo Benítez resultó ser mentira, pero logró engañar a la gente que le había votado y a la que estaba pendiente de sus promesas. Las tareas que el propio Mandatario se puso el 15 de agosto de 2018 no pasaron de ser frases vacías, y ninguna fue hecha siquiera a medias.

El 15 de agosto de 2018 se iniciaba el mandato de Mario Abdo Benítez como el presidente número cincuenta y siete del Paraguay. En el acto, que se llevó a cabo en el frente del Palacio de los López, que da a la bahía de Asunción, estaban todos los que debían estar: amigos, familiares, seccionaleros, seudoopositores, con sus mejores galas.

Los espectadores no eran conscientes de que serían parte de una gran actuación del exalumno de un costoso colegio asunceno, y licenciado en marketing, que había llegado al sillón presidencial. Para ello, superó en las internas coloradas a un tecnócrata y luego, en las generales, al liberal Alegre. El libreto que tenía preparado el flamante Presidente estaba pensado para hacer creer a los presentes y a los que seguían el acto por los medios de comunicación, que se trataba de un comienzo nuevo y, como tal, generaba grandes expectativas. Estas se fundaban, en gran medida, en que Marito hizo creer que era lo opuesto a Cartes cuando se le opuso en el intento de enmienda inconstitucional, para lo cual contó con líderes de la oposición y el consenso de la ciudadanía. Al final, a menos de cumplir dos años, ya buscó abrazarse desesperadamente a Cartes, en gratitud a que este impidió que fuera sometido a un juicio político en el 2019. En realidad, se trataba de la actuación de un político novato, pero digna de un experto embaucador.

Todo lo que dijo ese día Mario Abdo Benítez resultó ser mentira, pero logró engañar a la gente que le había votado y a la que estaba pendiente de sus promesas. Veamos qué prometió. Repasando su discurso, puede evaluarse su gestión de estos dos primeros años. Dijo que debíamos mirar al futuro y no al pasado. Sin embargo, lo que no explicó es el alcance de este concepto particular. La verdad oculta de este dicho es que no mirar al pasado significaba garantizar impunidad por los hechos que podría descubrir, cuando se tratase de sus amigos o socios de negocios. Así, miró a otro lado en la estafa del Metrobús, en el negociado del contrabando de cigarrillos de la frontera, en el intento de robo de la energía de Itaipú y, últimamente, en el intento de apropiación con la compra de insumos en plena pandemia.

Afirmó que el pueblo “ya no podía seguir soportando una justicia implacable con los más humildes” y cómplice con aquellos que tienen influencia. Lo que no dijo es que estaba totalmente de acuerdo con que ese esquema siga. Así, fue apresado un ladrón de pomelos, y remitido a Tacumbú; una joven, víctima de abuso de parte de un miembro de la Iglesia católica, fue humillada por la justicia, a pesar de que el hecho fue probado. Pero, por otro lado, permitió que su actual socio en el gobierno, Horacio Cartes, cuente con mayoría en la Corte Suprema, colocando personas como César Diesel, de dudosa capacidad para llegar a esa instancia, pero a quien le dio su acuerdo.

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Su famosa frase de “caiga quien caiga” es una burla para el ciudadano, quien, hasta ahora, no vio a nadie del entorno del Presidente, que haya sido destituido o denunciado. No dijo, obviamente, que cuando él mismo sea parte de un grupo de delincuentes asociados para vender energía de Itaipú, la justicia sería cómplice, para no molestarlo, a él ni a sus amigos.

Dijo que necesitábamos un Paraguay más solidario, con lo que obviamente nadie puede estar en desacuerdo. Lo que no dijo es que su concepto de solidaridad pasa por dejar a la gente librada a su suerte. Así como sucede en esta época de pandemia, donde el pueblo, del que se desmarca Abdo Benítez, debe hacer ollas populares para no padecer hambre. El mismo Paraguay de siempre, desde la dictadura stronista, de donde provienen sus ideas retrógradas, según las cuales, la clase política mercante se enriquece con las arcas del Estado, y el ciudadano común debe sobrevivir como pueda.

Prometió, en ese día soleado de agosto, hacer un gobierno eficiente. Hoy cuesta comprender a qué se refería con eso, ya que lo que resalta en estos dos años es precisamente su ineficiencia y la de sus ministros, sin excepción. Ninguno ha logrado destacarse en su tarea, cosa que solo el Presidente se niega a ver.

Utilizó frases marquetineras como: “Prefiero los aplausos de salida que los aplausos de entrada”. Nadie sabe qué quiso decir con eso, y probablemente él tampoco lo sepa. Lo que resulta obvio es que esos aplausos comprados, que endulzaron sus oídos hace dos años en el patio del Palacio de López, no los escuchará cuando se retire, o lo retiren mediante el juicio político, por su pésima gestión. El Mandatario dijo, en su discurso falaz, que buscarían la equidad tributaria. Sin embargo, llegó a plantear que los vendedores de yuyos paguen impuestos, pero tolera el contrabando a gran escala, de manera descarada.

Afirmó sin ruborizarse que ir a un hospital debía dejar de ser un drama para los paraguayos. También mintió, puesto que nada hizo para cambiar esta realidad, y los ciudadanos siguen deambulando y mendigando remedios en el sistema de salud. Siguen contándose las víctimas por falta de atención o medicamentos, como producto del robo cometido desde el Estado. Prometió defender los intereses energéticos del Paraguay, pero hizo todo lo contrario: se complotó con su vicepresidente y otros traidores para negociar, a espaldas del pueblo paraguayo, recursos de Itaipú. Utilizó también un recurso efectista macabro, recurriendo a las víctimas de secuestro, al punto que llevó a los padres del agente de policía Edelio Morínigo al acto de asunción al mando. Los usó como un elemento más de su acto estafatorio. Nada ha logrado hasta ahora la inútil FTC, salvo seguir utilizando recursos financieros del erario.

Es, por lo tanto, muy obvio que las tareas que el propio Mandatario se puso el 15 de agosto de 2018 no pasaron de ser frases vacías, y ninguna fue hecha siquiera a medias. Esto puede deberse a dos motivos, ambos muy probables: Mario Abdo Benítez es un incompetente, o es un estafador, que vende ilusiones al pueblo. En cualquiera de los casos, la conclusión es una sola: el Presidente está aplazado.