Bagdad, que ya condenó el ataque de Estados Unidos el pasado viernes en su suelo en el que murió el comandante de la Guardia de la Revolución iraní, Qasem Soleimaní, y varios líderes de milicias progubernamentales iraquíes por considerarlo una violación a su soberanía, salió ayer a reprobar la respuesta de la República fundamentalista por los mismos motivos.
Entre los asesinados también estaba el comandante paramilitar iraquí Abu Mahdi al Muhandis.
Muhandis era el jefe adjunto de la milicia proiraní Hashed al Shaabi, una red militar incorporada en el estado iraquí cuyas facciones están respaldadas por Teherán.
Para un país sumido en una concatenación de conflictos desde hace décadas, no han servido de excusa ni el hecho de que no haya habido bajas en estos ataques con misiles ni que Irán le hubiese avisado en un mensaje oficial de los mismos, tal y como confirmó en un comunicado el primer ministro iraquí, Adel Abdelmahdi.
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Tras la caída de proyectiles en las bases de Ain al Asad, en la provincia de Al Anbar (oeste), y Harir, en el Kurdistán iraquí (norte), el dirigente dimisionario y también comandante de las Fuerzas Armadas iraquíes llamó a las partes a la “contención” y a hacer primar la “razón”.
En esta línea, también el presidente del país árabe, Barham Saleh, pidió moderación y autocontrol para “evitar cualquier choque militar en el territorio de Irak y meter a los iraquíes en una nueva guerra”.
Siguiendo la estela de Saleh, el departamento pidió a la partes implicadas que no conviertan el territorio iraquí en “un campo de guerra para rendir sus cuentas”, además de calificar el ataque de anoche como una “violación” a su soberanía.