Cavó trincheras para protegerse en el Chaco

Don Próspero Rojas, quien el próximo 25 de junio cumplirá 100 años, es uno de los pocos excombatientes que sobreviven en el Ñeembucú. Tiene la suerte de ser uno de los más lúcidos y encabezar la asociación que los nuclea en el duodécimo departamento.

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SAN JUAN DE ÑEEMBUCÚ (Clide Noemí Martínez, corresponsal). Don Próspero reside en Potrerito, San Juan de Ñeembucú. Fue a la guerra con 17 años, para cumplir con la patria como sus 3 hermanos (Anastacio, Asunción y Félix), que también honraron al Paraguay en la contienda.

Todos regresaron con vida, pese a las graves heridas recibidas por uno de ellos. Manifiesta que la sed era lo más duro en el frente de batalla. “Para comer teníamos carne conservada y galletas viejas. No era grande la ración, pero lo que siempre faltaba era el agua”, cuenta.

Explica que el enemigo contaba con armas modernas y atacaba por tierra y aire. “Debíamos cavar trincheras para protegernos y se hacía muy difícil por la aridez del suelo. Construimos 180 kilómetros de ruta con palas, picos y machetes, para permitir el avance de la tropa y los equipos bélicos”, narra.

Indicó que tras culminar la guerra, pasaron 6 meses en Ingavi, hasta retornar a su valle.

Católico practicante, reza todos los días a sus santos rogando por la salud y el bienestar de sus familiares. En la guerra, su “abogada” era Santa Librada, quien lo “protegía de las balas que pasaban a pocos centímetros de su cuerpo”.

“En varias ocasiones los proyectiles del mortero explotaron muy cerca, sin que llegaran a dañarme. En una oportunidad, la granada cayó a mi lado, y pensé que era el final. Sin embargo, mis ruegos surtieron efecto y, en vez de registrarse la explosión, el lugar se llenó de humo al fallar milagrosamente el mortal artefacto”, indicó.

Recuerda con picardía que antes de ir al Chaco tenía dos novias; una de ellas, en Pilar, y otra, en Lagunaitá. “Una de ellas era madrina de Guerra y habíamos prometido que nos casaríamos al terminar la Guerra, pero cuando fui a buscarla ya no la encontré”, explica.

Con su pareja, que falleció hace 4 años, tuvo 14 hijos (7 varones y 7 mujeres), que a su vez le dieron decenas de nietos y bisnietos.

Don Próspero es un hombre informado, y para estar al tanto de las novedades, no se desprende de su receptor de radio hasta la madrugada. Uno de los momentos más ingratos de su vida fue el desalojo violento que sufrió la familia de héroes durante el gobierno de Alfredo Stroessner. Cuenta que fueron despojados del terreno de 3.000 hectáreas que les pertenecían, luego de un pleito de 20 años con la familia Ferreiro y a pesar de ganar en todas las instancias. “Perdimos más de mil vacunos, y prácticamente tuvimos que reempezar de cero”, dice.

Durante su gestión como presidente de la UPV Chaco filial Pilar, debió librar una nueva batalla. Impidió que la Casa de los Veteranos de Pilar fuera fraccionada y vendida sin autorización.

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