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En su camino dejó un estelar de trabajos realizados en varias técnicas. Comienza con la acuarela y el dibujo con Roger Ayala (1913-1987), quien fuera hijo único de Eusebio Ayala (1875-1942). Los colores se agitaron siempre cual mariposas, no solo en su vientre, sino con la razón y el corazón. En la Guerra del Chaco sirvió a la Patria desde la Sección Cartográfica del Comando en Jefe. Posteriormente, pasa a trabajar en la zona de Caballero, ciudad donde conoce a doña Fabiana Torales, quien luego pasaría a ser su gran compañera de toda la vida, con quien llegó a tener ocho hijos.
En 1945 realiza su primera exposición de acuarelas en el Centro Cultural Paraguayo Americano (CCPA) y desde ahí su destino cambiaría para siempre.
Al año siguiente, don José decide inscribirse en los talleres de cerámica, a cargo de Josefina Plá (1903-1999), en las aulas del CCPA, precisamente cuando doña Josefina anhelaba encontrar un asistente interpuesto para dar continuidad a la apasionada disciplina de la cerámica y todo ese ferviente conocimiento que durmió con la temprana partida de Julián de la Herrería (1888-1937), su esposo, en Manisses, Valencia, España, en 1937.
Fructífera labor
A partir de entonces, todo cambió para ambos. Trabajaron juntos realizando muchas obras. Todas las técnicas en cerámicas: terracota, engobe, cuerda seca, reflejo metálico, dorado, objetos, esculturas, jarrones, platos, murales. Figurativos y abstractos; todo, absolutamente todo. José Laterza Parodi y doña Josefina Plá honraron la memoria de Julián de la Herrería con el Premio Arno, Sala Especial en la Bienal de San Pablo, en el año 1957. Más tarde, en 1966, viajan a Washington para exponer cerámica, destacándose entre los 45 países participantes.
Los murales realizados por estos dos artistas triunfadores, tales como los del edificio del IPS de Pettirossi y de Trinidad, el local del Diario Patria, el hall central del Teatro Municipal, la Casa de la Independencia, el hall del Ministerio de Defensa y el Hospital del Trauma, entre otros, hoy, desde la década del sesenta, siguen engalanando la ciudad de Asunción.
Durante el viaje a Washington, don José Laterza Parodi también realiza talleres de escultura de madera, impulsado por la profunda admiración que sentía por el escultor inglés Henry Moore. Por ello, nace aquí un romance entre esta disciplina y el artista, que compite fuertemente con la cerámica, cosechando satisfacciones y halagos en ambas disciplinas.
El aroma de la madera
Don José fue un hombre que conoció profundamente nuestra flora. Percibía y conocía el olor de la madera, con sus vetas, formas y colores naturales, además de poseer habilidades y destrezas innatas que le permitieron un destaque inusitado, único.
Trabajó sin cesar, con modestia y humildad. Todos quienes han conocido a don José Laterza Parodi tienen gratos recuerdos de su personalidad maravillosa, mago del barro y el fuego en la cerámica, así como visionario y poeta en la madera.
Cuando sus cincos sentidos se encontraban, creaba con ellos al unísono, un concierto maravilloso, hecho cerámica o madera.
Hoy, a 40 años de su partida, un corto pasaje hecho calle lleva merecidamente el nombre del artista José Laterza Parodi, que se intercepta a la calle Capitán Figari, en el barrio Pettirossi. Una placa en la que fuera su vivienda honra la memoria de este gran artista, un ciudadano ilustre, excombatiente de la Guerra del Chaco y gran artista que enalteció a la nación paraguaya.