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El nuncio apostólico Vincenzo Turturro ofició hoy la celebración de la santa misa en honor de la patrona, la Inmaculada Concepción de María, que fue concelebrada por Mons. Celestino Ocampo y el párroco Osmar López. En el Año de Jubileo y bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”, el representante del Papa en Paraguay saludó a los niños, cuya eucaristía de la fecha estuvo dedicada a ellos.
El nuncio señaló que es importante y fructífero contar con feligreses comprometidos en la construcción del bien común, colaborando cada uno en sus propias tareas específicas y poniéndose al lado de quienes atraviesan dificultades.
Dijo que no se puede uno hacer el desentendido de todo lo que pasa a su alrededor, ni decir que no le pertenece, “que no es problema mío”. Recordó a los feligreses que, como cristianos, están llamados a involucrarse por el bien de todos, no solo por el bien propio, porque eso es bienestar egoísta. “Debo involucrarme en el bien común”, enfatizó.
Agregó que para ocuparse del bien común no es necesario ser presidente de la República del Paraguay. Todos los gobernantes, de todos los niveles, deben trabajar incansablemente por el bien común y no solo pensar en sus propias cuentas bancarias; deben trabajar arduamente y de forma desinteresada por el bien de todos.
Recordó que “cada uno de nosotros debe trabajar con los gobernantes, sentirnos responsables e involucrados por el bien de todos, porque si mi hermano vive bien, yo también puedo vivir bien. Pero si mi hermano vive mal, aunque tenga mucha plata, no podré ser feliz”.
Ante violencia contra las mujeres, pidió respeto hacia ellas
En otro momento de su homilía, el nuncio Turturro expresó su preocupación por la creciente división, injusticia y violencia existente en el país, especialmente la violencia que se consume dentro de los hogares.
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Dijo que, a lo mejor, la puerta que está al lado de la nuestra se puede escuchar gritos de violencia y pedido de ayuda, pero muchos optan por cerrar los oídos y el corazón. “Cuánta violencia, cuánta falta de respeto hacia las mujeres, cuántas formas en las que vamos faltando al respeto a las mujeres”, lamentó el nuncio.
Recordó que muchas veces se dice que se ama a la Virgen Santísima y se respeta a la madre, pero no se es capaz de respetar a la mujer que Dios ha puesto al lado de uno. Agregó que la mujer es el rocío de la creación, y que al faltar al respeto a la mujer, se está faltando al respeto a la Virgen Santísima y a Dios, quien la creó como el broche de oro de toda la creación.
Pidió realizar la peregrinación interior
En otro pasaje de la misa, el nuncio manifestó que este año todos tenemos un motivo más para dar gracias y alegrarnos, porque a nivel de la Iglesia universal queremos demostrar nuestra gratitud a Dios por concedernos vivir el gran Jubileo de 2025. “Esto es una señal más de que nuestro Dios siempre está pendiente de nuestras necesidades y nos concede muchos motivos para abrir de par en par las puertas de nuestras vidas y acoger sus palabras”, expresó.
Dijo que en este Jubileo viviremos acompañados por la Virgen María, y “queremos ser también nosotros Peregrinos de Esperanza, caminando hacia Cristo, el centro y la razón de ser de toda nuestra vida”. Por ello, la Iglesia invita a hacer una peregrinación interior, a salir de nosotros mismos, para ir al encuentro de nuestros hermanos.
Agregó que la peregrinación interior es más difícil, porque significa renunciar a nuestro orgullo, ir hacia el hermano que nos ofendió y decirle: “Quiero perdonarte, olvidar mi ofensa y comenzar de nuevo contigo”. “Eso sí, cuesta”, dijo.
Resaltó que “uno puede caminar kilómetros en una peregrinación, pero si no tiene la responsabilidad de salir de sí mismo para hacer esa peregrinación interior, entonces no será un verdadero Jubileo. Porque el Jubileo viene para hacernos sentir toda la salvación de Cristo que nos alcanza, pero si guardo en mi corazón el odio y el rencor hacia mis hermanos, ¿cómo puedo vivir el Jubileo?”.
Finalmente, concluyó diciendo que la dignidad y el respeto social no provienen de la cantidad de dinero que uno tiene, sino del ser humano que lleva impresa en sí mismo la imagen de Dios. La Virgen María Inmaculada nos ayuda a sentir que la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.