El avance tecnológico en los últimos 20 años ha permitido el uso cotidiano de nanomateriales que sus propiedades físicas o químicas "se vuelven sumamente importantes", por ejemplo en medicamentos, ejemplificó en una entrevista con EFE Alfaro Moreno.
Sin embargo, "se sabe muy poco del posible impacto que puedan tener tanto en la salud como en el ambiente" en el futuro.
"Lo que queremos hacer es evitar llenarnos de nanomateriales y de nanoproductos y dentro de 30 años decir: 'Qué crees, esto era bien peligroso'", continuó el investigador, que lideró durante los últimos cuatro años el proyecto SiNfONiA.
Esta iniciativa del INL, financiada por la Unión Europea, ha desarrollado sus investigaciones en cuatro ámbitos: nanotoxicología, desarrollo de modelos avanzados como 'Órgano en un chip', métodos puente entre 'in vivo' e 'in vitro' y aproximaciones computacionales.
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Aunque la financiación europea del proyecto ha llegado a su fin, el INL continuará con esta nueva división dedicada a la nanoseguridad puesto que sus progresos han sido "bastante exitosos", en palabras del mexicano.
"Tenemos al día de hoy un modelo de piel en un chip que está trayendo mucha atención", agregó el investigador.
Al explicar en qué consiste su trabajo, Alfaro Moreno detalla: "Hacemos una evaluación de qué tan seguros son los materiales y ponderamos si hay riesgos o no asociados al uso de estas sustancias o materiales".
Un ejemplo es el dióxido de titanio, "la sustancia más blanca que el hombre produce" y está en las pinturas blancas con las que se pintan paredes, en la pasta "que se ve brillantísimamente blanca" para lavarse los dientes o en el protector solar.
Esta partícula fue analizada en su tamaño micrométrico hace 50 años y "nadie le encontró ningún efecto tóxico", prosiguió el investigador, pero, con el desarrollo de la nanotecnología, ahora se emplean "partículas más pequeñitas de dióxido de titanio, en su tamaño nanométrico, que hacen que los productos se vean más bonitos".
Sin embargo, desde el campo de la nanoseguridad, se empezó a evaluar su impacto hace 15 años y se ha ido observando que "que sí tiene bajo condiciones específicas propiedades tóxicas cuando es el nano tamaño".
Antes de llegar a Portugal, Alfaro Moreno vivió en Bélgica y Suecia y también trabajó en México en varios ámbitos, como contaminación del aire por partículas, especialmente porque su natal Ciudad de México se convirtió a mediados de los años 90 en la urbe más contaminada del mundo.
Entre otros, dirigió un grupo del Instituto Nacional de Cancerología que investigaba cómo un factor ambiental podría desatar algo que podía convertirse en cáncer.
Pero todo comenzó con su padre, que "en las mañanas vendía llantas -era el vendedor estrella de la compañía- y en las tardes trabajaba a medio tiempo como bibliotecario en la subsecretaría de mejoramiento del Ambiente, como se llamaba en los años 70" y llevaba a casa información que compartía con su hijo.
Este interés creció aun más cuando su profesor de Anatomía en secundaria, que trabajaba con la contaminación del aire y los efectos en la salud, lo invitó a pasar en verano en su laboratorio.
Décadas más tarde, varios compañeros fueron introduciéndolo en el campo de la nanotecnología, que para Alfaro Moreno es "un concepto que tiene que irse adaptando a las nuevas realidades" y evitar que se caiga en el "conformismo".
"Tenemos que ir mucho más allá, hace falta más investigación, más infraestructura, más apoyos", concluyó el investigador mexicano.
