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Un cuarteto comenzó con canciones folclóricas taiwanesas, como “Atardecer de mi pueblo”, “Jazmín de junio”, “Serenata de la Isla Verde” y “Romance de las cuatro estaciones”.
El trío de cuerdas al frente era sencillamente hermoso. Se complementaban a la perfección, y las melodías evocaban a paisajes tradicionales de la China.
Los músicos imprimían mucha fuerza a sus ejecuciones, las que sonaban grandiosas cuando la obra requería, como también suave por momentos. Las melodías tradicionales eran alegres como también tenían toques melancólicos.
Uno de los violinistas intercambiaba su instrumento con el erhu, conocido como el “violín chino”. Con solo dos cuerdas, podía sacar los sonidos más conmovedores.
Luego de esta parte, entregaron el Cuarteto para Piano Nº 1, Op. 25, de Johannes Brahms. Aquí el piano brilló. Su ejecutante corría sin tropiezos, regalando a los presentes una claridad interpretativa de alto nivel, en perfecta concordancia con las cuerdas, que fluían en armonía.
El lenguaje corporal de los músicos acompañaba la intensidad de esta obra, escrita en cuatro movimientos. La coordinación del cuarteto y sobre todo su energía era lo que sorprendía al público en todo momento, porque eran impresionantes.
Al culminar la obra la gente inmediatamente estalló al grito de “¡Bravo!”, y con fuertes aplausos ante tal majestuosa y vivaz interpretación.
La última parte se dio con la inclusión del compositor y bandoneonista argentino Juan Pablo Joffre, quien presentó su vanguardista propuesta tanguera.
Joffre presentó arreglos suyos de obras de Astor Piazzolla, como también composiciones propias. Estas capturan el espíritu melancólico, sensual y fuerte del tango, pero se fusionan con ideas orientales o latinas. De esto sale algo chispeante y renovador. Además, el compositor saca el jugo al erhu, que forma parte de intensos dúos con el bandoneón.
La presencia de este grupo de músicos fue una fiesta para los oídos que el público reconoció con extensos aplausos.
victoria.martinez@abc.com.py