El popular “Calí” tiene 55 años y desde hace más de tres décadas reside en la 7ª compañía Itá Angu’a de Luque. “Mi familia la componen mi esposa María Dominga Gauto y mis hijos Vanessa María, Juan Miguel y Juan Manuel”, comentó. “Mi hijo Juan Miguel (22) es jugador de la Primera de mi querido club y ya nos ayuda en gran medida con sus ingresos”.
El recorrido detrás de la pelota. “Cuando tenía 14 años jugué en la Primera de Central Independiente (Liga Luqueña). Luego fui a Luqueño en 1990. También estuve Sport Colombia, volví en el 91 a Luqueño y fuimos vicecampeones del torneo República, era el capitán del equipo. También actué en Humaitá de Roque Alonso, en Nacional (la Academia) y en el Delfín de Manta, Ecuador, donde cerré mi carrera”, recordó.
“En 1988 defendí la casaca de la Albirroja en una gira por Europa, con Eduardo Luján Manera como seleccionador”, al tiempo de consignar una anécdota de esa época.
“Estando con la selección en Lisboa (Portugal), nos íbamos a servir un almuerzo tipo brasilero. Formamos fila para cargar la comida y nos habló Gabino Román, que tenía más experiencia en las salidas. Estábamos Alejandro Cano y yo; nos dijo lo que teníamos que cargar. La idea era consumir solo lo que conocíamos y entonces elegimos arroz blanco, salsa con carne y en una de esas, en un descuido vamos a decir, pusimos postre entre nuestra comida. Ahí se originó la risa generalizada porque tuvimos que comer dulce y salado al mismo tiempo. Es que el gran amigo Gabino era muy bromista”, indicó.
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“A nivel profesional jugué alrededor de 10 años. Si bien en mi época los ingresos no eran considerables como hoy, puedo decir que era el mejor pagado. Por decirte el sueldo mínimo era de 45.000 guaraníes y yo ganaba 100.000, pero el campeonato duraba solo seis meses y luego me tenía que rebuscar. Lo poco que gané invertí en terrenos que hasta hoy tengo por suerte. Mi casa la había adquirido gracias al trabajo de todos mis familiares”.
El día a día, con la gente. “Tenía mi negocio propio de comestibles en el mercado 1 de Luque. Tuve la satisfacción de ayudar a muchos compañeros en los meses en los que estábamos libres. Vendíamos empanadas, sándwich de milanesa, de pollo. Al mediodía repartíamos comida a los que trabajaban en los alrededores. Tenía como secretarios a José Zarza Sotelo y Julio Manzur. Luego se sumó Marcos Gamarra. Crecieron conmigo y luego fueron famosos jugadores”, recordó.
Trabajo formal. “Fui funcionario del Ministerio de Hacienda durante ocho años y perdí el trabajo por querer viajar con la selección nacional en el 88; perdí mi antigüedad en ese momento. Luego de retirarme del fútbol tuve la suerte y gracias a Dios y la Virgen de Caacupé porque volví a conseguir ingresar de nuevo como al funcionario. Hace nueve años estoy en la Justicia Electoral de Luque”.
Entrenador. “Para no dejar de seguir el fútbol dirijo clubes del interior, específicamente en la Liga Limpeña, donde me cupo ser técnico de clubes como 6 de Enero, con el que fui campeón. Actualmente estoy en el Sudamérica de Itapuamí, hasta que se vino la pandemia y paró todo”.
Lo que pasó el 22 de julio del 2018. “Fue un accidente que le pudo haber pasado a cualquiera. Justo a mí me sucedió, por suerte no pasó a mayores porque de lo contrario no hubiese contado mi historia. Fue un susto grande; Dios me dio la oportunidad de seguir en la lucha”. El desplazamiento de una loseta del sector preferencial originó el percance, pero su contextura física robusta le posibilitó no caer al vacío, que hubiese originado su muerte por la considerable altura. A partir de ahí, el coliseo auriazul quedó clausurado por fallas estructurales.
Un rotundo “no” a los instigadores. “Algunos querían que meta una demanda, pero mi fanatismo por el club, mi luqueñismo, pudo más que cualquier ‘liga’ que me pudieran hacer en ese momento para recurrir a la justicia. Desde el primer momento dije que no iba a hacer nada que le perjudique a la institución y no me arrepiento de la decisión que tomé”.
