Deportista con altura

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Deportista con altura
Archivo, ABC Color

Fue campeón sudamericano con la Albirroja en 1992 y disputó los Juegos Olímpicos de Barcelona el mismo año. Militó en Sportivo Luqueño, Olimpia y en clubes de Argentina, Colombia y Ecuador. Es Arsenio “Chiquito” Benítez, un deportista con altura.

El martes 14 de diciembre de 1971 llegó al mundo Arsenio Benítez Zarza, hijo de don Pánfilo y doña Hipólita. Es el menor de ocho hermanos. Está casado con María Celeste y su heredera es Bethania.

El deportista es originario de la séptima compañía de Luque y el primer club en el que jugó fue el Sportivo Yuquyry, en su comunidad, desde donde pasó al Sportivo Luqueño, iniciando su larga carrera internacional.

Venezuela albergó el Sudamericano Sub 20 en 1991, con la participación del “Chiquito” (1,92 m. de estatura), sobrenombre puesto por el comunicador Pablito Acosta.

En esa época, los clubes sugerían a la Liga Paraguaya de Fútbol (hoy Asociación) los nombres de los jugadores convocados a la selección. Y Arsenio, que era goleador de la Infantil auriazul, no era precisamente uno de los consignados por Luqueño. Sin embargo, el profesor Antonio González dijo “quiero a ese grandote” y lo llevó.

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Con el Juventud de América, su vida cambió, entró en la consideración de la afición deportiva luego de su desempeño en la sede de Puerto Ordaz y tuvo la oportunidad de sentar plaza en el principal equipo del Sportivo, “justo en el momento en que Julio César Romero retornaba al club”.

Fue el maestro Carlos Arce el que lo ubicó en el elenco, en un duelo contra Olimpia de Itá, en la Copa República, el trampolín para crecer y volver a ser convocado a la Albirroja.

En 1992 se realizó el Preolímpico Sudamericano en nuestro país. Arsenio aportó su granito de arena para la consagración en ese evento, portando la bandera luqueña en España, en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

“Fue una experiencia muy linda, inolvidable, compartir con todos los deportistas del mundo. Tuvimos un buen grupo, una camada que quedó por años. Trabajamos muchísimo, más de un mes concentrados en Itá Enramada, subiendo y bajando del cerro Lambaré”, bajo la atenta fiscalización de Sergio Markarián y Joaquín Yugovich.

Como hasta hace poco, las canchas en nuestro medio no eran las mejores, el balompié paraguayo se caracterizó por la famosa jugada del centro, cabeza y gol. El “Chiquito” con su fuerza y su talla física sacó a relucir lo mejor de su repertorio, aunque con su ida a Argentina, su juego se fue volviendo más completo, porque ganó en técnica con campos en buen estado y mejoró su pegada.

En el vecino país irrumpió en el Mandiyú de Corrientes, entre el 1992 y 1994. Tenía como compañero, entre otros al “Mago” Guido Alvarenga, quien le hizo una asistencia para una anotación hasta ahora recordada contra Boca Juniors. Un gol con golpe de cabeza desde fuera del área.

“Competir en las distintas categorías argentinas (desde la Primera hasta la Tercera) me sirvió mucho, porque aquí me costaba la movilidad, jugaba con 90 kg. Allá el fútbol es rápido, no como el nuestro, más pausado”.

“En Mandiyú estuve con gente muy buena, me llevaba bien con todos. Compartía concentración con Luis Caballero y me tocó mucho su fallecimiento cuando me enteré. Sentí muchísimo”.

Platense, Deportivo Español, Godoy Cruz, Cipolletti de Río Negro, San Martín de Mendoza y Racing de Córdoba fueron otras de las instituciones del vecino país a los que prestó servicio, al igual que al Millonarios de Colombia y el Éspoli de Ecuador.

Entre el 2000 y el 2001 actuó en Olimpia. “Un lindo recuerdo, con grandes compañeros y un gran dirigente como Osvaldo Domínguez Dibb, una persona excelente, que me dio muchos consejos, enseñanzas. La gente que diga que era de un trato difícil, complicado, es simplemente porque lo no conoce”. Colgó los botines a una edad relativamente joven.

“A los 33 años dejé; vinimos a radicarnos a Asunción, mi esposa es médica y tenía que trabajar aquí”. Pero sigue jugando al fútbol aficionado, en el Deportivo Sajonia, con el conjunto de Pirassununga.

“Gracias a Dios me manejo bien, tengo varias casas y vivo del alquiler”. Su experiencia le permite aconsejar a los que recién se inician en el deporte rey. “El fútbol es corto, te da cosas lindas, hacés lo que querés, te brindan hoteles de lujo, una alimentación de primera, pero a la vez es vidrioso”.

“Siempre lo tomé como una profesión, un trabajo, porque me daba de comer. En Paraguay jugué poco porque en esos tiempos no te querían pagar y por joda nomás, no me gustaba, porque desde chico lo tomé con seriedad. Te deja varios conocidos, porque decir amigos es complicado. Pocos son los auténticos amigos”.

Arsenio se recibió de técnico en Argentina y espera ejercer la profesión “más adelante”, porque su prioridad es la familia.

Es amante del asado de los fines de semana, con algo de cerveza, “sin exceso, siempre medido”.

“Doy gracias a Dios por todo lo que pasé. Conozco a mucha gente, recorrí lugares, integré varias selecciones y tuve muy buenos entrenadores, de los que aprendí siempre”, principalmente de don Carlos, quien le dijo “comprá casa, no auto”, me decía. “Un buenísimo señor, dirán que era argel, que esto, que aquello, pero en forma directa te decía las cosas”. Quedaba en uno aceptar o rechazar las sugerencias del orientador.

Un párrafo dedicado a Luqueño. “Todo lo que veo y leo me duele. Anteriormente no era así, resaltaba el fanatismo del hincha. Casi todos los de la ciudad nomás integraban el equipo. Concentrábamos en el salón grande y luego nos mudamos arriba. Jugaba dos partidos por fin de semana en categorías distintas, se notaba el amor por el club, no había cansancio. Ahora es diferente, el Sportivo no tiene un estadio en funcionamiento, los chicos no disponen de un sitio para entrenar. No entiendo, no lo puedo creer, dónde fue a parar el dinero por las transferencias, por los derechos televisivos. Lo que pasa hoy es por los malos manejos. Si uno está bien organizado, puede sobrellevar las cosas tranquilamente”.

“Chiquito” es un admirador de José Luis Chilavert. “Primero como deportista, como le pegaba a la pelota y después como persona, siempre nos aconsejó. Concentrábamos en el mismo lugar cuando estaba en Vélez y siempre se acercaba a hablarme, a darme ánimo, sugerencia”.

Otro de sus referentes es Raúl Vicente Amarilla. “Un espejo, cuando me tocó enfrentarle lo sufrí. En una jugada cuando estaba en Olimpia cacheteó la pelota a la derecha y con un giro le dejó parando a Leguizamón para hacer un gol increíble. Esas cosas te quedan en la cabeza”.

Para llegar, debió poner lo suyo, esa dosis de sacrificio tan necesaria para dar valor a lo que se consigue. Sus gastos los cubría mediante la tarea que cumplía con su hermana en su negocio. “Siempre trabajé, en matadería y carnicería; eso pagaba mis estudios también”. Luego vivió en Fernando de la Mora con otra hermana, hasta que fue tocado por la varita mágica del fútbol, que brinda un mundo de oportunidades y depende de cada uno en aprovecharlas. Algunos salen al frente, otros dejan pasar el tren y solo viven de los recuerdos, que son absolutamente insuficientes a la hora de hacer frente a las cuentas.

vmiranda@abc.com.py